Sabyne es Alta Lady de la Corte Otoño, está casada con Eris Vanserra, después de la muerte de Berón ha pasando una década desde la guerra contra Hybern, nuevas amenazas malignas acechan las tierras de Prythian. Mientras Sabyne intenta proteger a su...
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•━━━ CAPÍTULO 5 ━━━•
Antiguo romance
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Había pasado mucho tiempo desde que había besado a Eris de ésta manera. El calor irradiaba de sus cuerpos, sus labios ardían por el feroz beso que amenazaba con desatar una tormenta infernal. La mano de él sobre ella, se levantó de su cadera avanzando sobre su cintura, palpando con sus dedos largos en sus costillas y revolviendo todos los sentidos de Sabyne en respuesta a su tacto. Eris detuvo el besó separando sus labios, él era más alto que ella por lo que la miró hacia abajo.
—Jamás habrá un convenio de los amantes. —Él se le aproximó, llegando hasta su altura, la miró a los ojos como un depredador implacable. Se le acercó para soltar aliento sobre su cuello. —No quiero perderte —habló cerca de su oído. El cuerpo de Sabyne dió una sacudida en respuesta, levantó su cabeza para abrirle terreno sobre su cuello. Sintió los labios de él posarse en su cuello, los alejó con detenimiento, sentía una sonrisa provenir de Eris cuándo volvió a besarle cerca de la garganta, Sabyne tragó saliva conteniendo sus profundos y más oscuros deseos primitivos.
Sin embargo eso no le duró mucho, pues Eris volvió a reclamar su boca, evadiendo sus pensamientos de autocontrol. Sabyne no se atrevía a tocarlo, era por ello que mantenía sus manos sosteniéndose de la pared de atrás, cómo algo único a lo que aferrarse para contenerse de acariciarlo.
Ella no lo perdonaba. Estaba enojada con él, porque con apenas un simple besó ella le dejaba tocarla de nuevo tan íntimamente, de nuevo ella se permitía desearlo con todo el anhelo de su vida desde que lo conoció.
Habían pasado meses desde que habían tenido intimidad, en meses no habían tenido este momento de pasión y deseó.
Eris avanzó su pulgar y le rozo brevemente en la parte baja de su seno, Sabyne exhaló fuertemente el aliento que había contenido, sonando parecido a un jadeó. Pero el pulgar de Eris hasta ahí avanzó, su mano se levantó para acariciarle el rostro. —No quiero que te sientas obligada a hacer ésto —le susurró—, respetare si deseas irte ahora mismo.
Él la había herido, le rompió el corazón y no estaba segura de si le mentía o no. Así que por ello lo alejó a cierta distancia.
Debía preguntarle para saber cómo actuar a continuación, debía saber la verdad para al menos aliviar una parte de ella. —¿Cuántas fueron? ¿Con cuántas mujeres me has engañado?
Eris no cambió su expresión apacible, dió un paso hacía ella, mirándole a los ojos con nada perturbable en su rostro. —Te he dicho ya que no ha habido nadie más aparte de tí.
