CAPITULO 1:

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NOTA DE AUTORA: MÓNICA EN MULTIMEDIA

Tijuana, México. Semanas antes...

—Entonces. ¿Si vendrás el jueves? Mis padres se pondrían muy contentos, y Eli tambien, si compartes mi cumpleaños con nosotros.

Con un gruñido frustrado, moví la computadora en busca de una mejor señal de internet, para poder terminar mi trabajo de la universidad. Mi amiga Flor, parloteando sobre su almuerzo, del otro lado del teléfono. Estaba entusiasmada haciendo planes, cuando las dos sabíamos que yo no podría estar.

Que Adolfo mi marido me diera un sí, en lugar de un no, cuando le preguntara si podía acompañar a mi amiga en su día, sería prácticamente imposible. Y más, con todo lo que la odiaba a ella.

—Moni, ¿si me oíste?—preguntó, al ver que yo no decía nada.

Cuando el icono del internet no marcó el aumento de señal en la pantalla de la laptop, sino que al contrario se redujo, me di por vencida. Sería otro día sin entregar un trabajo, a menos que me le escapara a Adolfo por unas horas al café internet del centro.

—Sí, Flor. Te oigo—cerré la pantalla del computador—solo trataba de conseguir un poco de red. Respecto a tu cumpleaños... nadie sabe más que tú, lo que moriría por ir y cantarte el cumpleaños feliz junto a tus padres y hermana.

Su suspiro aburrido fue fuerte del otro lado de la línea.

—Sí. Y ya vi que tu respuesta a mi pregunta será un no—apreté los labios en una línea, sintiéndome mal por no poderle dar gusto.

—Adolfo está un poco de mal humor estos días, y...

—Y deberías alejarte de él, cuanto antes—añadió por mí—recuérdame porque mierda te casaste con ese imbécil.

— ¿La última voluntad de mi madre antes de morir?—jugueteé con un mechoncito de mi trenza.

Ella no dijo nada, pero supe qué pensaba. Y sí, tenía un poco de razón. Esa mujer que me había cuidado desde que yo era solo una bebé, no era mi madre. Gladys me había encontrado en un contenedor de basura, hace veintiséis años, cuando venía de su trabajo en una fábrica de confección de jeans. Me cuidó y hasta me había llevado al hospital. Y luego cuando estuve bien, no queriendo desprenderse de mí, hizo los papeles que la certificaron desde ese momento como mi madre. Le debía todo. Por ella, yo era lo que era justo ahora. Me había salvado de ser una don nadie, a convertirme en Mónica Guerrero. La hija de Gladys Guerrero. Una niña amada. Que lo tenía todo. La pequeña de una mujer que en incontables veces no le importó sacarse el pan de la boca para dármelo a mí, o dobletearse en el trabajo, solo para conseguir el suficiente dinero para darme educación y una buena vida.

Pero lastimosamente el tiempo no había sido benevolente con las dos, y ahora ella ya no estaba. Recibiendo como recompensa de su trabajo una enfermedad pulmonar por el humo y los químicos de la fábrica. Había muerto hacía dos años y medio. Cumplir su último deseo antes de partir, fue lo menos que pude hacer por ella. Aunque Flor me lo reprochara el resto de mi vida.

—Sé lo que piensas ahorita—le dije, cuando no habló por largo rato—ella no es mi madre biológica, pero ese sueño se lo quise cumplir. Su último deseo en su lecho de muerte—bufó.

—Sí, ¡¿Pero precisamente ese, Mónica?!—Protestó— ¿casarte con ese tipo?

—No había otro deseo que pudiese cumplirle—alcé mis hombros en señal de disculpa aunque ella no me viera.

Y en efecto. No había tenido de donde escoger. La ultima y única voluntad de mi madre, era que para no quedarme sola en su ausencia, me casara con Adolfo, y su familia fuese la mía.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora