CAPITULO 3:

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IBA A DARLES ESTE REGALO DE REYES, MAÑANA. PERO DADO A QUE TENGO UN ALMUERZO FAMILIAR Y NO PUEDO, AQUÍ OS LO DEJO. GRACIAS POR LEER Y COMENTAR.

MÓNICA EN MULTIMEDIA

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Con un quejido, conseguí sentarme y luego ponerme de pie. Aunque mis piernas parecían las de Jesús cuando iba camino al Calvario, chorreando demasiada sangre. Me la limpié en el vestido y sin perder tiempo corrí para escapar. Muy posiblemente aún no se hubiesen dado cuenta que había saltado por la ventana, y cuando lo supieran, yo ya iría lejos de su alcance.

Le marqué a Flor, mientras corría hacia el camino que conectaba la casa con el resto de calles. Si no lograba huir, al menos para que ella supiera donde me encontraba. De yo no salir de esta con vida, sabía que mi mejor amiga quemaría el mundo por mí.

— ¡Moni! Hasta que por fin me llamas para saber que llegaste bien. ¿Cómo te fue? ¿Adolfo te echó la bronca?—paré un segundo cuando el dolor de las cortadas en mis muslos, no me permitieron avanzar.

—No... no puedo dar explicaciones... ahora—jadeé por el esfuerzo de correr, y armándome de valor, avancé más—solo puedo decir que... estoy en un código violeta. ¿Me entiendes?

Y de verdad comprendió. Las palabras «código violeta» las habíamos inventado las dos, para cuando estuviéramos en peligro, fuese por algún acosador o por el mismo Adolfo, cuando yo necesitara a futuro que ella me rescatara. Y el día de usar ese código había llegado.

Miré un segundo que no hubiesen moros en la costa y seguí corriendo por el sendero de la casa, al ver que no venía ninguno de los tres.

—Esto es de vida o muerte, Flor.

—Moni...—escuché el miedo en su voz—mierda. ¿Dónde estás? Ya mismo voy por ti. No cuelgues ese teléfono.

La sangre se me heló al oír un grito detrás de mí, y mi nombre ser pronunciado. Y al voltear para ver, Tulio y Adolfo salían por la ventana y Darío por la puerta principal. Aumenté la velocidad, chillando de espanto.

— ¡No la dejen ir!—aulló mi esposo, corriendo con más dificultad, que el resto.

Su cara chorreaba sangre.

— ¡Flor! Por favor. Date prisa—gemí angustiada, ya sintiéndolos respirarme en la nuca—no me dejes morir—comencé a llorar.

— ¡Estoy sacando el auto, nena! Ya voy, ya voy. Sigue en la línea. Ya voy por ti. Dime donde mierda estás.

—Por el bosquecito de casa. Ya casi salgo a la calle. Date prisa. Son tres.

—Ya voy, nena. Resiste. Y corre lo más rápido que puedas. No te rindas ahora.

Y viendo que me alcanzarían más fácil, me metí por el bosque, como decisión desesperada. Este, era algo espeso. Tal vez me lastimara más, pero de noche se les dificultaría darme alcance, especialmente estando ebrios. Darío que era el que iba más cerca de mí, tropezó y se cayó en unas piedritas del camino. Tulio lo rebasó.

—Moni, ¿sigues ahí?

—Sí—jadeé por el esfuerzo de correr, sin caerme.

Al ir en sandalias y vestido, era muy difícil escapar.

—No cuelgues. Ya voy por ti, estoy a una cuadra. No estás sola.

Adolfo soltó una risotada, a mucha distancia de mí, corriendo lento, en comparación de sus amigos.

—Ay cuando te atrape, Mónica—dijo—desearás no haber nacido, y tu estúpida madre desde el cielo, deseará nunca haberte emparejado conmigo—me sequé las lágrimas cuando me impidieron ver el camino y los arboles— ¿sabes algo?—continuó, hablando a gritos—cuando te tenga, lo primero que haré será castigar esa boquita insolente tuya. Y vas a hacer lo que yo diga. Me la vas a comer, y luego a mis amigos, uno por uno. A menos que quieras que te corte la lengua y te arranque los dientes uno por uno.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora