CAPITULO 4:

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¡¡DÍA DE ACTUALIZACIÓÓÓÓN!!

ESPERO LES GUSTE EL CAP.

MONI EN MULTIMEDIA

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Ya en el baño y en soledad, tomé aire muy profundamente, buscando tranquilizarme. Con mi espalda pegada a la puerta. Y al no lograrlo mucho, traté con la solución que la psicóloga de la universidad me había enseñado. Tomé una de las toallas que ponían en el baño, para tenerla a la mano. Abrí el grifo de agua luego de recogerme los cabellos, y metí el rostro al chorro frío. La heladez del agua me impediría sobre pensar las cosas, y centrarme en busca de una solución a largo plazo para no tener que ver a Adolfo nunca más. Me sentía en un callejón sin salida con él. Temiendo hasta salir del cuarto, pensando que con solo abrir la puerta lo encontraría frente a mí, para llevarme de nuevo a la casa, arrastrada.

¿Cómo era que las cosas habían cambiado tanto de un momento a otro? Sí. Él siempre me había maltratado. ¿Pero todo trastocarse tanto, hasta el punto de correr por mi vida porque sus amigos y el tenían en mente violarme e incluso convertirme en una prostituta de su burdel? ¿De qué manera se presentó entonces frente a mi madre, para que ella creyera que tras su muerte, yo estaría a salvo con él a mi lado? Flor tenía razón. Había sido un feroz lobo envuelto en piel de oveja.

Terminaba de humedecer mis ojos y rostro, cuando la puerta del baño sonó con dos golpecitos y al final se abrió.

—Moni—la voz de la señora Claudia.

Cerré el grifo y me puse la toalla en el rostro para secarlo. Cuando aclaré mis ojos, ella me contemplaba con comprensión.

—Necesitaba algo que me despejara la cabeza y me quitara la ansiedad antes de que se volviera difícil de manejar—extendió su mano y yo la tomé.

—Todo esto debe tenerte fuera de control—apreté los labios un segundo.

—No esperaba terminar corriendo por mi vida de esta manera—afirmó con la cabeza—pero lo que más lamento es ponerlos a ustedes en estas. Sé que el señor Omar está molesto conmigo—me peinó uno de los cabellos sueltos.

—Nada de eso. No eres una molestia. Y menos lo haces enojar. Simplemente que te sentimos como otra de nuestras hijas. Y nos preocupa demasiado lo que te está pasando—miré mis pies—lo que más quiere Omar, es que tu decidas por tu cuenta. Te sentiste presionada cuando tu madre prácticamente te obligó a casarte con Adolfo. Ahora queremos que tú decidas lo que quieres.

—Señora Claudia... no sé qué hacer. Lo único que quiero es que todo esto desaparezca—susurré—no temer salir del cuarto por creer que el estará allí. No verme perseguida—puse la toalla en mis labios, con intención de cubrirlos y que ella no viera que me temblaban y estaba por llorar—no tengo cabeza para pensar en nada, ahorita—la voz me salió ahogada.

—Entonces no pienses—me atrajo a sus brazos—estás agotada y necesitas procesar todo lo que ocurrió.

Y me acarició los cabellos con tanto cariño, como antes lo hiciera muchas veces mi madre, que terminé abrazándola a ella y rompiendo a llorar. No solo por el temor de lo que me estaba ocurriendo, sino porque ahora más que nunca anhelaba tener a mamá conmigo.

Ella habría sabido que hacer.

Claudia me dejó llorar todo lo que quise sobre su hombro, sin decirme nada y sin juzgarme. Solo estrechándome fuerte. Me aparté cuando ya no tuve más que llorar. Y porque tambien me estaban doliendo un poco las cortadas de las piernas. Las revisé y ella siguió mi mirada.

— ¡Dios mío, niña!—se cubrió la boca con la mano— ¿Qué te pasó en las piernas?—se acuclilló para echarles un vistazo.

—Cuando escapé de Adolfo, tuve que saltar por la ventana, rompiendo el vidrio. Y en el proceso de salir me corté con algunas partes de la ventana que no cayeron—negó y se puso de pie.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora