BUEN DÍA MIS AMORES
AQUÍ SEGUIMOS PARA SABER DE MÓNICA.
¿LISTAS PARA CONOCER A ANDREW?
AQUÍ LO VERÁN PRONTO
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Antes de poder decir una silaba, la puerta que nos separaba del resto de cargamento se abrió, y Rucko entró, cerrando tras él y ordenando que hiciéramos silencio mientras el camión se detenía y permitían que la policía revisara todo con los perros antidrogas. Fueron los diez minutos más angustiantes, mientras afuera movían cosas y revisaban. Pensando que en cualquier momento nos encontrarían.
Y de ser así, estaríamos muertos todos.
Las personas al ir despertando, se dieron cuenta que algo pasaba y empezaron a sentir miedo. El guía tuvo que callarlos para que no nos delataran. Yo cubrí mis labios y nariz con la mano para que ni me oyeran. Mi corazón a mil, y mi estómago dando vueltas. Con que solo abriesen esa puerta estaríamos perdidos. Adiós libertad y adiós seguir con vida, lejos de Adolfo. Todos nos convertimos en un manojo de nervios cuando escuchamos la nariz de los perros rastreadores, olfateando por la ranura de la puerta. Aferré con más fuerza mi cadenita en mano, rogando porque se fueran.
«Mamá, aléjalos». Pedí mentalmente. No solo elevando ese ruego a la Virgen de Guadalupe, sino tambien a mi madre Gladys.
Que mantuviera a los guardias alejados, como hizo a un lado unos perros que me perseguían cuando yo era niña. Sentí el mismo pavor que esa vez, y mi respiración se alteró un poco.
Pero afuera ya no se escuchaba nada, y la tracto mula reanudó su movimiento. Con lo que nos dimos cuenta que habíamos afrontado el retén y ya estábamos en los Estados Unidos. Nuestro guía sonrió.
—Sean todos bienvenidos a los Estados Unidos de América.
El ruido dentro del compartimento se volvió ensordecedor. Todos abrazándose y celebrando que habían conseguido atravesar la frontera. Martha despertó a su padre y le contó la noticia, los dos abrazándose luego, y comenzando a llorar. Yo hice lo mismo, mirando mi medallita y luego hacia arriba como si viera el cielo.
—Gracias, Mamá. Gracias Dios—susurré.
Y luego sonreí, como si sintiera que alguien me miraba celebrando tambien desde el cielo.
—Lo logré, mamita—me sequé las lágrimas—voy a ser libre.
Martha tomó mi mano.
—Hemos llegado a nuestro destino—afirmé con una sonrisa débil y le di un abrazo a ella y a su padre.
¿Luego de eso? El recorrido hasta San Diego a donde nos dejaría el camión. Este, duró una hora más. Todos volvimos a dormir, cansados de todo el caminar y lo incómodo del suelo. Y para cuando llegamos allí, eran casi las once de la noche y aun así las luces de los grandes edificios estaban encendidas.
Descendí del camión de un saltito, aferrando mis cosas, y viendo otros camiones llenos de cargamento. El guía nos sacó con prisa y nos mandó a perdernos lejos para que no estuviesen en riesgo por si la policía había seguido el auto. Salí de las bodegas, dando una vuelta de trescientos sesenta grados para mirar todo lo que me rodeaba. Si bien había muchas más bodegas y fábricas, tambien se veían los rascacielos gigantes que casi tocaban la luna y las nubes. Inhalé hondo, recibiendo mi tan deseada libertad.
Esto apenas era el comienzo.
Alguien puso su mano en mi hombro y yo volteé para mirar. Le sonreí a Martha y a su padre.
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SUITE 405 (COMPLETA)
Любовные романы¿A qué estarías dispuesta por salvar tu vida? ¿Perderte lejos donde nadie te conozca? ¿Pagar el precio que sea? O ir contra la ley, fiándote de un coyote que te ayude a cruzar la frontera de México a Estados Unidos, sabiendo como podrías acabar de s...