foto; treinta y seis

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Freddy de separó para recuperar el aire, sintió como las frías manos de Fred le hacían cosquillas en la espalda baja.

Algo palpitaba debajo de él, pues sentado encima de Fred parecía que había despertado algo ahí.

— Fred... Creo que estás... — fue interrumpido de inmediato por el azabache quién le volvió a besar de una forma extrañamente delicada y apasionada al mismo tiempo.

Freddy siguió el juego y con ambas manos tomó el rostro del azabache para guiar la dirección de éste en cuanto al beso.

Las manos de Fred se sentía bien recorriendo su cuerpo, es como si fuese hechas para acariciar su piel, lo hacía de la forma más correcta que Freddy jamás pudo imaginar. Se detenía en los lugares correctos y se deslizaba rápida y suavemente.

Parecía que Freddy también estaba "feliz", no podía contener la sensación de hormigueo en su estómago y poco a poco se fue moviendo de atrás hacia adelante.

Con eso no consiguió más que hacer, que al momento de separar por segundos entre besos para poder tomar aire, escuchar los jadeos de satisfacción que salían de la boca de Fred y se mezclaban con los suyos también.

En una de esas ocasiones no pudieron volver a unir sus labios ya que las manos de Fred habían tomado la cintura de Freddy y habían añadido un ritmo más rápido a su movimientos, por encima de la.ropa sus miembros se rozaban el uno al otro provocando les no poder pensar correctamente.

Sus bocas quedaron a una nada de unirse pero los gemidos de Freddy detuvieron a Fred, escucharlo era lo mejor que había escuchado en toda su vida.

Ni siquiera podía terminar o comenzar una oración de manera correcta sin equivocarse al pronunciar, o sin jadear entre palabras.

Freddy quería pedir más, más rápido, más contacto físico, más placer. Pero las palabras no salían de su boca, aún así, cómo si Fred pudiera leer sus pensamientos o como si sintiera lo mismo paseaba sus manos por el cuerpo de Freddy dejando que este fuese al ritmo que quisiera.

— Dios Freddy... Eres tan...

Freddy tomó sus labios, avergonzado de escuchar como sonaría esa oración terminada.

Día uno (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora