El reencuentro.

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1.

Y se encontraban sentados en una banca vetusta, cabizbajos y con los ojos que desbordaban inconteniblemente lágrimas. Nadie entendía cómo es que pasó la tragedia que les reunía después de quince años.

—Él no hubiese querido que estemos así, todo ahuevados, ¡ya!, dejémonos de babosadas y respetemos su último deseo. Todos prometimos que si algún día uno de nosotros, sea quien sea, se adelantara, haríamos fiesta —exclamó muy azorado Pedro.

—Sí, eso es cierto, ¡ya!, botemos nuestras caras tristes, Pedro tiene razón, recordémosle como fue: buen camarada, alegre, el más pepón, a momentos seriecito; pero los que lo conocimos desde niño, sabemos que con esa carita de inocentón solo engañaba a incautos, bien que se la pasaba rico —dijo Trompitas.

¡Ehhhhhhh! Se dejó escuchar en coro. Una escueta risa se esbozaba en el rostro de Pedro y Trompitas y de todos los que se encontraban sentados en la banqueta. Una voz, en medio del incipiente barullo, destacaba entre las demás para decir.

—Es cierto, el Negro se la pasaba ¡biennnnn rico!

Y todos respondieron ¡síííí!; las botellas empezaron a trinar y sonoros choques de las palmas recorrían alrededor del grupo. Es así que las lágrimas de tristeza se transformaron en lágrimas de alegría.

—A ver, chicos, ahora que ya no está, ¡cuenten!, ¿qué secretitos ocultos se guardaban con el Negro? —inquiría Kyra (una de las amigas, del barrio La Libertad, quien había llegado de EE.UU).

—Shiiiiii, ¡cállate!, ¿qué sabes tú? El Negro siempre estará con nosotros, puede que ya no físicamente, pero en nuestros recuerdos perdurará hasta que al barbudo se le antoje también jalarnos para arriba.

—No te enfades, Trompitas -uno de los tantos apodos del fiel Briceño- y empiecen a vomitar todas sus historias furtivas, estoy segura de que ustedes se guardan algunas calientes.

Kyra puso cara de súplica y con ella pretendía convencer al grupo de amigos que se iban reencontrando.

—¿Qué dicen, muchachos? —preguntó Firulais (otro sobrenombre de Trompitas), mientras se tronaba los dedos—. Las bebes están intrigadas y quieren saber las vivencias más secretas que tuvimos con el Negro.

—Me parece bien —dijo Gordiño (el mejor amigo del Negro).

—Por mí no hay palta —continuaba Charry y su je je je (risita característica que lo identificaba desde el colegio).

—Ni por mí —expresó Pedro.

Y de la misma manera asintieron Panamo, Jeison y Jorgito.

—Firulais, muévete para un ladito —dijo Gordiño, mientras se levantaba del vetusto escabel en donde se encontraba para trasladarse a un sofá de dos cuerpos.

—Siquiera ahí —intervino raudo Panamo.

Y se dejaban escuchar las primeras risas. Una vez cómodo en su nuevo y confortable asiento, Gordiño miró a todos y dijo:

—Iniciaré contando desde nuestro primer encuentro —Yo conocí al Negro el noventa y tres, siendo preciso en vacaciones del medio año, cuando cursábamos el sexto grado de primaria. Él iba a jugar con su hermano Jon frente a mi casa.

—¿En la casa de los mormones? —preguntó Trompitas.

—Así es —respondió Gordiño—. Como seguramente recuerdan, por aquel entonces la casa de los mormones era la única edificación de material noble. Para su construcción trajeron ingenieros, operarios, ayudantes... de Piura, de Iquitos, de Chincha. La verdad no se sabe a qué le temían o qué secreto no querían develar. Lo cierto es que aparte de trabajar en la nueva construcción dejaron su semilla regada por todo el pueblo, en especial don Demetrio, sino mira la jeta de Trompitas, esa bemba tiene una alea señera jajaja.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2022 ⏰

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