Las Calles del Bajo Mundo

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En unas calles envueltas en humo de cigarrillo, colillas del mismo y bolsas destrozadas de basura, se desata una pelea callejera en la que dos chicos adolescentes esperan para ser rivales del campeón invicto. El hombre alza el puño al aire y con el brazo izquierdo flexiona y hace fuerza en los bíceps.

-¡¿QUIÉN SIGUE AHORA?! ¡JAJAJAJA!

Un adolescente que sale del público presente. Delgado, vestido en torso y cintura de un chalecón negro con líneas blancas en sus dobleces, alza la mano.

-¡¡¡JAJAJA!!! ¡¿EN SERIO?! ¡PERO SI ERES UN FLACUCHO!

La manga de su chaleco se baja, y se puede ver en su brazo cicatrices de golpes y cortes. El público murmura de muchas cosas; de dónde salió, cómo se hizo esas cicatrices, quién es, entre otras preguntas.
El extraño joven se acerca lentamente hacia el circulo hecho por el mismo público espectador.

-¡¿Por qué no tienes miedo?! ¡¡¡TE ROMPERÉ LA CABEZA Y ASÍ VEREMOS!!!

El gigante de masa muscular se asoma desafiante al joven, que sigue inmóvil ante semejante hombre. Antes de que el monstruo abominable aplaste la cabeza del extraño adolescente, éste se movió con una extraordinaria velocidad hacia el costado derecho y, dando al rostro descubierto de su contrincante, lo golpea con maravillosa y brutal fuerza, desmayandolo.

Todos los presentes se exaltaron de sorpresa al ver semejante tumulto de músculos en el suelo después de un solo golpe. Los jóvenes del público lo adulaban, mientras el presentador de los combates le daba el título de campeón. Cuando intenta tomar su mano, el adolescente oculto se corre, y se retira sin decir una sola palabra.

Caminando por las calles sucias, con algunos hombres, en su mayoría borrachos en el suelo, va este extraño chico sin rumbo.

-¡Hey mocoso!

Detrás suyo se encontraban tres matones feos y de muy, muy malas pintas, con armas blancas apuntándole.

-Parece que eres un niño... ¿Tienes algo para darnos?

El joven se queda quieto, sin reacción aparente.

-¿Eres sordo?

-Si no tienes nada, entonces vamos a tener que lastimarte, ¿Oíste?

-¡DANOS TODO!

Los tres varones empiezan a acercarse lentamente.

-¿No tiene miedo?- Pregunta uno desconcertado.

-Nos está tomando el pelo.

Con una gran tranquilidad, el joven se acerca al rostro del de en medio y le da una palmada en su mejilla.

-¡NO TE HAGAS EL LISTO, MOCOSO!

El de la izquierda intenta atacarlo, pero es fácilmente esquivado y golpeado en el estómago, cayendo al suelo y dejando algo de saliva. Al de la derecha se le para enfrente, le da una puntada en el estómago con su dedo medio dejandolo sin aire y luego lo golpea con el puño en la misma posición, noqueandolo.

Como una sombra, se da la vuelta rozando al del medio y sigue su rumbo, dejando caer rendido en el suelo al hombre vomitando y temblando de miedo.

El extraño adolescente continúa caminando por ese largo callejón entre apartamentos abandonados, cuando un hombre de voz parecida a la de un fumador le grita por la espalda.

-¡Hey, niño! ¡Ví lo que hiciste ahí!...

El joven, quien continúa con el rostro ensombrecido por la capucha del chalecón se da la vuelta y presta atención al hombre, quien tiene un cabello amarillo desteñido, ojos color café, y lleva una campera gris, una camiseta azul oscuro y unos pantalones jean color negros, con zapatillas grises.

-No quiero pelear. Soy Konrad Schelovski. Soy entrenador de boxeo, y ví tu actuación en ese círculo de pelea. Sinceramente, venía por estos rumbos buscando a algún vagabundo para sacarlo de aquí, en particular niños... Que no se note mi compasión.- Dice tímidamente y susurrando. -Los rumores me llegaron a que un extraño jovencito que era muy bueno en peleas estaba compitiendo en una de esas...-

Konrad da una pausa y continúa. -Una de esas peleas callejeras como en la que acabas de participar, y para serte franco, quise venir a investigar, ¡Sorpresa! acabo de encontrarte y quiero probarte, muchacho. La historia que todos me cuentan es que no eres bueno en la vida más que para las peleas. Y por qué no mejor llevarte conmigo, pensé.

El joven no entiende qué está pasando, y aunque no se pueda notar del todo su rostro, Konrad puede darse cuenta que está extrañado. Éste se acerca.

-Mira, niño. Siendo franco ví lo que hiciste y me pareció una estupidez pero luego de ver cómo bajaste a esos tres tarados me sorprendiste. Me llama la atención ver qué tan bueno puedo hacerte. ¡Y no pienses mal de mi! ¡No soy un pedófilo o un viejo asqueroso aprovechado!

Konrad apoya su mano en el hombro del joven. -Sabes, quiero ayudarte como pueda. Y siéndote sincero, si te saco de aquí y te llevo hasta donde vivo para entrenarte va a ser una mucha mejor vida que la que tienes ahora. Además, quién dice que quizás tengas suerte.

-...Keio.

-¿Cómo...?

-Shigeki.

-Shigeki Keio, ¿Tu nombre?

-Sí.

-Bien. ¿Tu edad?

-Dieciseis.

-Eres joven.- Konrad vió por debajo de la capucha el rostro preocupado de Shigeki.

-Oye, relájate. No te voy a hacer pasar nada que ya hayas pasado. Hambre en particular. Mira, si te entreno y me sales bueno, puedes conseguir un buen título y ganar millones. Podrás tener una mejor vida que ésta, muchísimo mejor vida e incluso serás reconocido y querido por muchos.

Konrad notó que Shigeki, aunque solo vea el suelo, alzó una ceja.

-Podrás ser el ganador de un título que solo se le da a aquel que no caiga al suelo en una racha de todas las peleas que salga victorioso. Así fue con el último campeón que obtuvo el título. Él era literalmente un depredador en el ring. Y adivina qué... ¡Yo lo entrené! Así que si te vienes conmigo, posiblemente seas el próximo portador del título Shīn Rengōku. ¿Cuento contigo...?

Konrad le saca la capucha a Shigeki. Éste es de cabello castaño desarreglado, con ojos verdes y con una herida horizontal en el tabique. Pudo ver como de manera delicada Shigeki asentía con la cabeza.

-¡Ajá!- Exclamó Konrad con una sonrisa en su rostro. -¡Entonces acompáñame a mí auto! En el camino quizás te explique lo que es ese título del que te hablé.

Konrad palmea el hombro de Shigeki. Éste puede sentir calidez en la mano de Konrad. No le gustó mucho.

Shinshigeki RengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora