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—Oye, trenzudo.— Llamó su atención dada de inmediato, Ran estaba con su grupo en la esquina poco concurrida del patio en su preparatoria.
El chico enarcó una ceja y se le quedó viendo esperando alguna otra palabra, pero no fue dada.
—Oh, cosa uno ¿Se te perdió algo?.—
—No, pero a ti se te están acabando las oportunidades de ser alguien en la vida, ven, el profesor me mandó a buscarte.— Cruzó de brazos, el grupo había hecho un sonido provocatorio al oír la noticia.
—Ran, deja de meterte en problemas, vas a acabar expulsado.— El pelinegro de la cicatriz habló, siendo secundado por el menor de los Haitani.
—Dios, no es a propósito, lo juro.— Se levantó sacudiéndose, yendo hasta el Kawata quien sólo lo ignoró y siguió su camino.
—Eres un chico muy malo metiéndote en problemas, Ran.—
—¿Hm? No soy yo el que está abusando de nuestro código.—
—Cierra la boca, tonto.—
(...)
De sus dedos brotaban los hilos de saliva, Nahoya estaba puesto contra la puerta de uno de los cubículo del baño abandonado siendo embestido con furia, parecía ser la típica terapia de estrés de ambos, donde luego de reprobar un exámen acuerdan ir juntos a ayudar al otro a desahogarse.
—Mierda, ah, así... Hijo de puta, aprietas tan bien.— Jadeó en su oreja, lamiéndola delicado sin detenerse en sus hambrientos movimientos.
Nahoya chupó aún más los dedos de Ran, eran su bozal para no armar escándalo y llamar la atención de algún curioso, pero no tenía otra forma de avisar su próximo orgasmo, así que sólo mordió con fuerza estos logrando que los quitará de su boca.
—¡AH! Pedazo de puta, no muerdas.— Jaló de su cabelo con violencia, obligándolo a verle desde abajo, sin parar en sus violentos choques de caderas.
—M-maricón, ¿A-ah acaso quieres que te quiebre la polla?—
—C-cierra la boca.— Le soltó y nuevamente jalo de su cabello haciéndole voltear, Nahoya abrió y sacó su lengua, siendo escupido de forma erótica por el mayor.— Oh, dios no tienes derecho a apretar tan rico.— Exhaló en un gemido, soltó al menor y lo dejó nuevamen contra el cubículo, lo tomó de las muñecas y tiró de él con fuerza para reanudar sus embestidas.
—¡Ah! Dios, así, a-ah, ah, mierda, ¡Así! ¡Fuerte! ¡Hijo de puta me voy a correr!—
Ran le había soltado y con una de sus manos le azotó con fuerza, quitando rápido su miembro para jalarlo del cabello y obligarle a que se ponga de rodillas.
—Chúpala bien.— Bien erecto y húmedo dejó la punta entre los labios del Kawata, quien con necesidad no esperó y engullió por completo su hombria, subiendo y bajando su cabeza.— A-ah... Oh, dios... Nahoya...—