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─¡Ichimatsu, por favor! ─reclamaste enojada, tirando de tu brazo hacía ti, haciendo un esfuerzo por detenerte en seco. Como el agarre no era fuerte, solo firme, lo lograste.
El chico castaño, delante tuyo, se detuvo unos pasos después al ya no sentir tu muñeca entre su palma. Te volteó a ver con una expresión difícil de descifrar; no sabías si estaba molesto, triste o confundido. Tal vez las tres al mismo tiempo.
Sin decir nada se acercó y nuevamente tomó tu muñeca, en serio insistía en que se fueran de allí. Con facilidad volviste a ser libre de su agarre. Se te quedó viendo.
Te esforzaste por que en tu expresión se reflejara toda la rabia que tenías contenida. Cruzaste los brazos y te posicionaste erguida, alzando la cabeza. No estabas dispuesta a seguirlo, no con esa actitud, no de ese modo.
Él gruñó cual gato enojado, alzándose de hombros.
─Bien, si así lo quieres.
Tan rápido que casi no lo viste venir, se agachó y te cargó en su hombro después de prácticamente escupir aquello. Tu cabeza, brazos y torso quedaron del lado posterior mientras que tus piernas y cintura eran sostenidas por los brazos masculinos, evitando de esa manera una posible caída. Apenas entendiste qué estaba pasando comenzaste a patalear y golpear, no tan fuerte como para lastimarlo, pero lo suficiente para cansarlo y hartarlo.
Solo avanzaron un par de metros, él realmente no tenía una buena condición física y ahora que le faltaba la respiración y sus músculos dolían, se preguntaba en qué carajos estaba pensando al creer que podía llevarte cargando todo el camino.
La situación era simple: Ichimatsu y tú habían quedado en una cita, fueron al lugar, él se puso celoso de uno de los empleados y te sacó de ahí tan rápido como pudo.
Tú eras alguien que trabaja cinco días a la semana, no tenías mucho tiempo de planear una cita con tu novio cada fin, así que usualmente lo dejabas elegir a él pues gustaba de hacer cosas tranquilas que implicaran comida.
