01: Vincular

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La Universidad Imperial de Londres sobresalía a nivel nacional por ser una de las mejores en casi todas sus áreas de estudio, con especial énfasis en las carreras de derecho, economía y algunas ramas de la ingeniera como la agropecuaria. Las profesiones restantes también hacían gala de una calidad destacable, pero su exigencia era considerablemente menor, al punto de que era posible titularse sin siquiera asistir a clases, siempre y cuando se completaran los créditos requeridos.

Alexander Hound lo sabía a la perfección, ya que cursaba unos peculiares estudios que mezclaban enfoques de arqueología y antropología desde una perspectiva sociológica. Era una innovadora especialidad cuya base teórica se sostenía en diversas ramas filosóficas con la intención de comprender los misterios del comportamiento humano como ente colectivo. En pocas palabras, no tenía ninguna aplicación práctica en territorio inglés, donde todos estaban más preocupados en aumentar sus ganancias, proteger sus privilegios legales o mejorar la producción de sus feudos. En tal sentido, Alex se vería en la obligación de buscar un trabajo en el extranjero tras obtener el título, cosa que iba acorde a una de sus metas personales: poder viajar por el mundo con total libertad para descubrir cosas nuevas.

Para su mala suerte, aquel último año académico iba a ser muy distinto a los anteriores. A fin de cuentas, acababa de reincorporarse a los estudios luego de haber estado hospitalizado durante un año entero y todas las personas que había conocido durante los ciclos anteriores ya habían salido a enfrentarse al mundo laboral. Durante el tiempo que había durado el tratamiento, su menoscabada condición física le había impedido incluso estudiar de forma remota, de modo que no pudo rendir los exámenes necesarios para obtener el título.

De forma lógica, pasar tanto tiempo alejado de la universidad había oxidado la función académica de su cerebro, por lo que se había propuesto acudir a todas las clases con tal de asegurarse un rendimiento óptimo. Si conseguía obtener unas notas sobresalientes, le sería posible camuflar hasta cierto punto el año sabático forzoso que tanto lo había perjudicado. Y, en el mejor de los casos, si realmente llegaba a graduarse con honores, tal vez alguna que otra potencia extranjera le daría la oportunidad de unirse a sus filas. Un logro de tal magnitud resultaría de lo más ventajoso, tanto para sus intereses personales como para los planes de su padre.

Tomó una gran bocanada de aire, dispuesto a adoptar una perspectiva más optimista de su situación. Era innegable que estaría solo como un hongo durante los próximos meses, pero no se había matriculado para hacer amigos. Había ido a estudiar y eso era precisamente lo que pensaba hacer, aunque visitar la biblioteca principal de la universidad en búsqueda de algún buen libro de fantasía o ciencia ficción también estaba dentro de sus prioridades inmediatas.

—Vamos, no será tan difícil —murmuró para sí mismo, mientras caminaba por los bulliciosos pasillos de su facultad—. Solo será un aburrido año común y corriente... ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Sus palabras se vieron reforzadas durante el desarrollo de su primera clase. Dos horas continuas de aplastante información puramente teórica sobre las bases de la psicología social lo sumieron en un estado soporífero contra el que tuvo que luchar a capa y espada. Pero el verdadero problema comenzó recién a la mitad de su siguiente clase, cuando el profesor pidió a los alumnos que formaran grupos de trabajo en los que se mantendrían a lo largo del ciclo.

Tal como Alex temía, quedó solo y desamparado, sin la más mínima oportunidad de integrarse a los demás. A pesar de todo, resignarse a morir sin siquiera haber luchado era una actitud que ningún inglés honorable podría aceptar, menos alguien de su alcurnia. Con tal convicción, estiró el cuello para observar con disimulo a su alrededor, esperanzado en encontrar algún grupo especialmente pequeño al que poder acoplarse, o incluso algunos otros solitarios hongos como él a los que reclutar. La suerte pareció sonreírle tras distinguir a una persona que permanecía apartada de los demás estudiantes, sentada en la última fila de sillas.

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