Parte 4

379 52 14
                                    


Los alumnos se mueven inquietos mientras ingresan al enorme edificio. Volkov, ubicado al comienzo de las dos filas que los pequeños han formado, ya les ha llamado la atención unas cuantas veces; fallando en intentar tranquilizarlos.

El profesor suspira y busca con la vista al guía que los estará acompañando esa tarde, pero nada le da señales de que se encuentra cerca.

Se pasa la mano derecha por la cara, porque la zurda (y su mano hábil) está apresada por la necesitada manito de Katia; ubicada por conveniencia al frente de la fila a pesar de ser una de las más altas de la clase.

Horacio observa su espalda desde el final de ambas hileras; con la lejana y charlatana voz de Gaia adornando su ambiente y funcionando como sonido de fondo.
Ha intentando concentrarse en su papel de adulto acompañante, pero se le ha hecho más difícil de lo que pensaba; sobre todo cuando termina aceptando que las vistas le gustan más de lo que creía y las posibilidades de apartar su mirada de aquella figura, comenzaban a volverse nulas.

—Tíooooo —le llama Gaia, tironeándole de la mano para captar su atención.

—¿Qué pasa, rubiales? —pregunta mirándole desde arriba.

—No me estabas escuchando —el tono de voz, decepcionado y casi dolido, le parte el alma a Horacio.

El tatuador se agacha y deja que sus dedos se pierdan entre los cabellos de oro de su sobrina. —No, no, no... sí te estaba escuchando —dice, y es verdad, en parte; porque tantos años trabajando en el estudio, le han otorgado la increíble habilidad de concentrarse en algo mientras oye y comprende lo que alguien puede estar diciéndole (como sucedía cuando Athenea relataba chismes sin parar mientras él buscaba seguir la línea de la plantilla que había colocado previamente en la piel del cliente)— Luego... Luego me cuentas más sobre las geodas, ¿vale? Que- ¡mira! —desvía la conversación al señalar al guía que se apura para llegar hasta ellos— que ya vamos a empezar.

—Hola, lamento la demora —dice el muchacho; sus mechones pelirrojos levemente alborotados por la pequeña maratón que ha corrido— ¿Empezamos o debemos esperar a alguien más?

—No, no. Estamos todos —confirma Volkov y el guía asiente.

—Bueno, entonces empecemos, ¿no? —el muchacho se acomoda los cabellos que le caen en la cara y junta las manos al frente; mirando a los alumnitos que ahora le observan atentos— Buenos días, mi nombres es Matías, voy a ser su guía —comienza a presentarse con amabilidad y una brillante sonrisa—. ¿Alguno de ustedes vino ya a este museo? —muchos de los infantes levantan la mano emocionados y Matías sonríe aún más; cautivado y enternecido por la felicidad de los pequeños—. Vaalee, entonces sabrán que el museo es muuuuy grande, así que vamos a intentar recorrerlo todo o la más que podamos.

—¿Podemos ver los dinosaurios? —pregunta uno de los niños que se encuentra por el centro de la fila.

—Bueno... si todos están de acuerdo, claro.

Las afirmaciones por parte de todos los alumnos no tardan en llegar y, con ellas, una pequeña risita de los tres adultos presentes.
Las miradas de Volkov y Horacio se cruzan unos segundos y el guiño (realizado con el ojo derecho), que le regala el tatuador al hombre frente a él, le sale cual acto de reflejo.

Viktor aparta la mirada; intentando ocultar el sutil sonrojo que Horacio ya ha visto y le ha provocado un regocijo a todo su interior.

Gaia le mira confundida; incapaz de entender tanto la acción de su tío como la reacción de su maestro. Baja la mirada y se encuentra con Katia mirándole; aún tomando la mano de su padre.
La rubia le guiña el ojo; copiando a esa figura a seguir cuya presencia ya era algo diario en su vida. Katia deja escapar una risilla y le intenta devolver el guiño; siendo más mueca que guiño.

𝑩𝒆𝒄𝒂𝒖𝒔𝒆 𝒐𝒇 𝒂 𝒇𝒊𝒈𝒉𝒕 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora