Draco casi se encontraba lamentando haberse comprometido con su madre para visitar el domingo a Andrómeda y así conocer finalmente a Teddy, algo que venía posponiendo hace muchos meses.
Posterior a los juicios, Narcissa había empezado a sentir la necesidad de retomar su relación con su hermana, siendo que solo ellas dos quedaban vivas y había insistido en que él también estrechara lazos con su tía. Al conocerla, Draco se había estremecido por su gran parecido con Bellatrix, a excepción del color de cabello; por esta razón y por el trauma que había dejado en el joven la mayor de las hermanas, estaba reacio a visitarlos con más frecuencia y por eso no había conocido aún al pequeño Edward, el hijo de su prima Nymphadora y el licántropo que había sido su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras en tercer año. Precisamente los visitaría ese domingo por el cumpleaños de su tía.
Si ponía en una balanza salir con Granger, los Potter y los Weasley o ir a una fiesta de cumpleaños con su tía y un niño de cuatro años, casi prefería la primera opción, pero ya su madre se lo había advertido. Quizá si él le explicara la situación, Narcissa entendería, pero a lo mejor Hermione tenía razón y era muy pronto para asociarse con sus amigos.
A Draco no le había extrañado la hostilidad que sintió al leer la carta. Su futura esposa seguía muy a la defensiva a pesar de que él había dejado clara su posición actual con lo del estatus sanguíneo, se había disculpado y prácticamente humillado con tal de evitar conflictos con ella, pero por lo visto la bruja era rencorosa o difícil de convencer y eso no auguraba nada bueno en cuanto a su posible felicidad conyugal. Debía andarse con cuidado para no provocar el enojo de Granger. Tal idea casi lo hizo reír. Él intentando no molestar a Hermione Granger... cuando sabía que su sola presencia era razón suficiente para que ella se molestara, y con justa razón, lamentablemente. Si al menos ella bajara la guardia un poco, quizá podría encontrar algo con qué ganarse su confianza, pero sentía que estaba lejos de lograr coincidir con ella en algo.
Sintiendo que debía despejarse, Draco decidió visitar a Theo. Se conocían desde muy temprana edad y se sabían hasta los más íntimos secretos del otro. Intuía que debía estar pasándolo muy mal con lo del decreto, sobre todo después de que esa mañana había salido un reportaje en El Profeta con una foto y pequeña reseña de cada pareja.
Buscó la botella de tequila que había sacado días atrás, que aún tenía un cuarto de su contenido, y se dirigió a la chimenea. Cuando llegó a la mansión Nott, el silencio lo recibió. Lo había supuesto. Caminó con paso lento por los pasillos en dirección a la biblioteca. La ausencia de los elfos tampoco era buena señal. No había necesidad de tocar a la puerta así que la abrió, sin embargo, lo que encontró sí fue inesperado.
Había imaginado a Theo sumido en la desesperación, quizá ahogando sus penas en alcohol y auto compadeciéndose por no haber tenido el valor de declararse formalmente a la mujer que amaba prácticamente desde los siete años. En cambio, estaba frente a su escritorio de caoba muy ajetreado con unos documentos. Casi se sintió fuera de lugar con su botella de licor.
—Hola —saludó Theo con jovialidad casi inusual. Draco empezó a sospechar que su amigo se había vuelto loco.
—¿Qué haces? —preguntó intrigado mientras se acercaba.
—Ya sabes que nunca puse en orden lo de la bóveda en Gringotts luego de la muerte de Augustus, pues nunca me interesó nada de eso, pero con lo del decreto, le escribí a Blordak, el duende que siempre ha llevado ese papeleo y lo estoy revisando antes de que el ministerio ponga sus sucias manos en mis galeones.
—Menos mal que tu padre murió y no le tocará ver como una mestiza se hace con su dinero.
—¡Al contrario!, es una lástima que no esté vivo para que vea cómo su fortuna pasa a manos de a quién siempre consideró menos que basura.
—¿Ya te encontraste con ella? —preguntó intentando sacar de su mente ese último comentario. Antes del jueves anterior quizá no lo hubiera afectado, pero actualmente, era distinto.
—El mismo jueves hablamos —Theo seguía revisando datos—. Por lo menos no es una desconocida; estuvo en nuestro mismo año, en Ravenclaw.
—Yo no la recuerdo...
—En aquel entonces solo pensabas en ti mismo y ya después estabas con la cabeza en la suicida misión para siquiera poner atención a lo que te rodeaba. Coincidimos en algunas lecciones con ellos durante los siete años y también la encontré muchas veces en la biblioteca. No hablábamos mucho pero me caía bien.
—Me alegra que al menos no tengas una historia de horror con ella. —Draco intentó que su comentario no reflejara su amargura, pero aparentemente no lo logró pues Theo había dejado de escribir.
—Bueno, es que lo ocurrido entre tú y Granger es de otro nivel. Todos fuimos adoctrinados y por eso pensábamos lo mismo que tú, pero nunca se lo dijimos a la cara tantas veces y con tanto fervor... De todos modos, entre la endogamia y los impuros, mejor mestizos ¿no crees? ¿Y esa botella? —preguntó Theo abriendo mucho sus azules ojos.
—Creí que estarías en otras condiciones. —Theo alzó una ceja con intriga.
—¿Y eso cómo por qué? ¿Es lo que has estado haciendo tú?
—No, pero... yo no estaba enamorado.
A Theo se le oscureció la mirada, su rostro inexpresivo tan similar al del temible Augustus Nott de pronto erizó la piel de su espalda. Pocas veces había visto a su amigo enojado; por lo general compartían los mismos ideales, habían sido criados con las mismas costumbres sobre todo a lo que la filosofía de la supremacía de la sangre pura se refería. El amor era el único tema en el que jamás habían coincidido. La carencia de afecto materno había llevado a Theo a anhelar un amor verdadero toda su vida.
—Si mal no recuerdo —dijo con voz plana—, la última vez que hablamos sobre eso...
—Sí —interrumpió Draco—, pero aún así pensé que estarías mal. Me alegra saber que me equivoqué —intentó calmar las aguas.
—Daphne nunca tomó en serio mis pequeñas insinuaciones y lo sabes bien —en su tono aún había molestia y había vuelto a sus anotaciones—. No soy de los que ruegan eternamente. Me duele, por supuesto, pero no puedo detenerme a llorar porque nunca fui correspondido. Al menos me queda la satisfacción de que lo intenté.
—En realidad no lo intentaste, apenas si lo dejaste entrever. Debiste insistir más.
—¡Por favor, Draco, a dónde quieres llegar con toda esta estupidez! —Theo se levantó de su silla, francamente molesto—. Ya sabemos cómo es Daphne. Se sabe hermosa, que debido a sus encantos puede tener a cualquiera a sus pies. Si por coquetería u orgullo creyó que yo seguiría babeando eternamente por ella, se equivocó de mago. Haré borrón y cuenta nueva con Lisa y agradecería que no volvamos a tocar este tema nunca más. ¡No es la primera vez que te lo suplico! Algo en común tendré con ella puesto que esos condenados algoritmos nos unieron.
—¿Crees en esos algoritmos?
—Sinceramente, no me importa. Este matrimonio no puede ser peor que vivir con ese que se decía mi padre.
Draco pensó que al menos era bueno que Lisa y Daphne fueran físicamente distintas: una rubia, muy blanca, de ojos verdes y otra de cabellos y ojos negros. Aunque Theo no quisiera admitirlo, él sabía que eso le ayudaría a superar su enamoramiento y esperaba que el Sombrero Seleccionador no se hubiera equivocado con él y de verdad lograra encontrar con Lisa, lo que tanto había anhelado en su tierna juventud. Theo se lo merecía luego de toda una vida de dolor.
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Y de repente, tú
FanficEl Ministerio de Magia Británico ha firmado un decreto que obligará a contraer matrimonio a cada mago y bruja que cumpla los requisitos. Hermione Granger ni siquiera sabe si desea casarse algún día, Draco Malfoy ha retrasado esa tarea por cuatro año...