Desearte

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Hace una semana María José dejó el hotel para irse a vivir con Kim, y eso me destruyó. Me moría de celos, odiaba que ella la mire, la toque, le hable, odiaba saber que Kim tenía el privilegio de besarla, de darle placer y sentir placer gracias a ella, y es que en realidad no odiaba a Kim, en realidad odiaba que María José no esté conmigo, que haya decidido terminarme, ignorar mi declaración de amor y alejarse de mí.
No la odio, yo la amo, me odiaba a mí, me arrepentía todos los días de haber estado con Alejo, ni siquiera me gustaba, me daba la atención que en ese tiempo necesitaba, me hacía sentir cerca a mi mamá, quería sentirme querida y decidí meterme con un hombre que no me hizo sentir ni la mitad de lo que siento cuando estoy con María José. Sin tan solo ella supiera que todo el tiempo que estuve con él la imaginaba a ella, a su cabello rubio, a sus ojos verdes, sus labios, su lengua, sus dedos, sus tetas, sus piernas,... me sentía mojada de solo pensarla.

Tomé un gran sorbo de mi copa de vino, y saqué de mi cajón el succionador de clítoris morado que ella me regaló el San Valentín pasado, cuando ella y yo estábamos juntas... Esa época en la que yo era afortunada y no me daba cuenta.

Me quité la ropa suavemente y despacio justo como lo haría ella, desabroché mi brassier e imaginé sus labios besando mi espalda y la parte trasera de mi cuello, puse mis manos sobre mis pechos y los masajeé como sé que a ella le gusta, pellizqué mis pezones como ella lo hacía, escaparon ligeros gemidos de mi boca.

Me eché a la cama, y con mis dedos comencé a tocar lentamente mis piernas, muslos y mi centro, una vez que llegué ahí masajeé mi clitoris imaginándola a ella encima mío haciéndolo, introduje un dedo, luego otro mientras desesperados gemidos salían de mí. La imaginaba desnuda encima mío tentándome con sus dedos, mirándome de reojo con sus bellos ojos verdes.
Encendí mi juguete y lo coloqué en mi clítoris, necesitaba eso, ardía por ella, la deseaba más que el primer día que la vi en ese aereopuerto con su falda guinda de cuerina y su blusa escotada del mismo color que moría por quitar, si estuviéramos juntas ahora estaría penetrándome con su lengua haciéndome gemir su nombre mientras con una de sus manos estaría jugando con mis pezones hasta que estuvieran rojos, luego, una vez que le suplicara por más, metería su miembro en mí y me penetraría duro y firme sin dejar de hacer círculos con sus dedos en mi clítoris, porque sabría que con tan solo eso yo ya estaría convulsionando de placer, me seguiría penetrando moviendo sus caderas con fuerza de arriba a abajo hasta hacerme llegar a mi placer máximo mientras besaría mi cuello y yo, rápidamente tomaría entre mis manos su miembro y lo introduciría en mi boca, mientras que con una de mis manos masajearía sus testiculos, hasta que se viniera y me dejara escuchar mi nombre mediante su orgasmo.
Levantaría mi mentón y me besaría apasionadamente mientras le tocaría suavemente las tetas, esos dos montes que me vuelven loca y en eso ella me voltearía, lamería mi cuello mientras separaría mis piernas y pegaría mi cadera a su centro, tomaría con su mano libre su miembro y lo iría introduciendo lentamente en mí para luego...
Comienza a sonar mi celular, frustrada apago mi juguete y miro la pantalla, es ella, María José.
P: ¿Hola? (agitada)
MJ: Hola Paulina, creo que te estoy interrumpiendo (su voz hizo erizar mi piel)
P: ¡No!, estaba hacien-do unos ejercicios de yoga que me dijeron que eran muy buenos para el stress
MJ: ahh, vale, solo llamaba para decirte que mañana te espero a las 10am en la recepción para ir a conseguir los papeles que me pediste
P: sí, está bien mi amor, perdón (tose) María José
MJ: que duermas bien
P: tú también, un beso

Desnuda y sudada, abracé la almohada y me quedé dormida, no podía seguir sin ella.

Majolina - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora