Es difícil encontrar la forma en la que todo encaja en su lugar una vez está roto, incluso si un cirujano te da un primer empujón bastante notable. La recuperación de Alexia avanza con esperanza. Su rodilla está respondiendo muy bien a la rehabilita...
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Alexia había pasado de la capa. Se encontraba apoyada en una de las mesas altas con un refresco y mirando a sus compañeras con gesto serio, pero amable. Tenía los ojos clavados en la pared más lejana a ella y la observaba sin moverse durante minutos. De vez en cuando, algo llamaba su atención en la improvisada pista de baile y se tomaba un descanso del extenso camino que debía estar recorriendo en su cabeza.
Se estaba haciendo tarde. El DJ estaba aceptando peticiones de los distintos clientes, lo que había convertido en una fiesta con temática musical bastante dispar. Desde Cazafantasmas a Metallica.
Las chicas habían perdido ese anonimato hacía ya por lo menos una hora. Un par de chicos de no más de veinte años habían reconocido a Alexia y eso había terminado por hacer que se tomaran fotos con todo el equipo y llamaran la atención de los demás. Aún así no se habían marchado. No debía haber más de diez personas además de ellas y todas habían aceptado no revelar su localización o compartir las fotos hasta la mañana siguiente, permitiéndoles disfrutar de la noche.
Bailaban como locas, berreaban, saltaban, se empujaban y se reían. Algunas de ellas se habían acercado a pedir las próximas canciones a cambio de un selfie para el DJ y la habían chillado con todas sus fuerzas. Fernando hacía tiempo que se frotaba las manos con las fotos que podría colgar en las redes con su bar lleno de gente importante.
Todo era tan feliz y colorido y Alexia parecía tan ausente... Algunas de sus compañeras se habían acercado a ella para contagiarla de energía y hacerla bailar a cualquier ritmo de rock español de los 00s. Simplemente no parecía de humor y no pude evitar recordar la conversación que había escuchado mientras decoraba la mesa a la que Lucy le estaba robando una calabacita en aquel mismo momento.
—Es muy fuerte —Irene miraba maravillada lo que tenía ante ella.
—Ya— respondí refiriéndome lo más posible a algo completamente diferente.
Seguía mirando a Alexia. No podía evitarlo. Se veía tan frágil, como si un aura de silencio la estuviera protegiendo de una sala llena de ruido y a su vez fuese un silencio ensordecedor, que taponara los oídos como el aterrizaje de un avión, como si en cualquier momento fuera a abandonar el bar sin poder aguantarlo más.
Entonces me miró y no pude apartar la mirada. Sus ojos se clavaron en los míos y se anclaron. Sus cejas seguían bajas y los ojos vacíos. Juraría que perdí la noción de todo lo demás. Los pocos segundos en los que ninguna apartó la mirada se sintieron largos. Entré en su silencio, en su burbuja alejada de todo lo que la rodeaba, no podía ver nada más, no podía escuchar nada más. Sus labios se torcieron ligeramente hacia arriba y contuve el aliento.
Y todo se rompió. La música alta me sorprendió y por un momento me asusté. Aitana había tomado el brazo de Alexia y ella había cortado el contacto visual, también había reventado la burbuja. Pestañeé un par de veces situando dónde estaba.
—¿Mía? —preguntó Irene con preocupación genuina. La miré, todavía un poco aturdida. ¿Qué cojones acababa de pasar?— ¿Estás bien? —¿Estaba bien? Me sentía extraña, irreal, como si acabara de despertar. Aún así asentí—. Por un momento parecía que te habías ido.
—Me he empanado —Sacudí la cabeza una vez más— Lo siento.
Irene abrió la boca para continuar hablando, pero unos brazos sobre la mesa nos interrumpieron.
Mapi León me miraba con una sonrisa ladeada que marcaba sus hoyuelos. Pestañeé un par de veces.
—¡Hola! —exclamó alargando la última letra y añadiendo una pequeña risa al final de la que no pude evitar contagiarme. Le devolví el saludo con la mano—. Tenéis montado un fiestón.
—¿Tú crees? —pregunté irónica.
—¡Sí! —respondió sin bajar por un segundo la energía que el alcohol le estaba proporcionando—. Y encima vais disfrazados hasta los camareros. Lo puto mejor.
—Pues a mí no me ha hecho mucha gracia... —Me quejé—. Ni siquiera me han dejado escoger.
—¿No?
—¿Crees que hubiera venido así de haber podido elegir?
Mapi me miró en silencio por unos segundos, tratando de enfocar con sus ojos cansados y probablemente borrosos mi figura.
—Vale —Se echó a reír con enfado.
—¡Oye! Podrías haber fingido un poco que me queda bien.
—Perdón, perdón —Siguió riendo—. Venía a pedirte un par de chupitos. Ponte uno y así me perdonas. Tequila.
Le di un gesto de aprobación y me giré para conseguir los vasos de chupito y la botella. Cogí también un poco de sal y limón y puse también uno para mi amiga Irene, que acababa de presentarse a la rubia.
—¡Salud! —dijimos al unísono.
Todas bajamos el líquido por la garganta. Irene tosió. Tomamos la sal y luego el limón, arrugando la cara. Reímos del calor que el tequila nos acababa de producir. Cuando éstas se fueron terminando, Mapi me miró en silencio y frunció el ceño.
—Una cosa —comenzó a hablar—, no te he dicho cómo me llamo, ¿no?
—Mapi León —respondí convencida, pero con miedo a que eso la incomodara.
Ella sonrió.
—Qué raro se me hace —rió—. Pensaba que no sabías quién era porque nadie en este bar nos dijo nada nunca.
—Queríamos que estuviérais cómodas.
—Gracias —respondió sinceramente—. ¿Cómo te llamas tú?
—Mía.
—Y tú Irene, ¿verdad? —preguntó esta vez mirando hacia mi amiga. Ella asintió —¿Entonces sabes quién es Alexia también? —Fruncí el ceño a su pregunta, por lo que ella continuó hablando— Bueno, todas, me refiero.
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Primera semana que digo que voy a subir los lunes y me toca una semana de puta mierdísima.