Cαpı́tulo 18

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Se despertó antes de la llamada matinal. Quackity estaba acurrucado contra él, todavía respirando suavemente y durante un momento, Vegetta observó el rastro de oscuras marcas en sus mejillas y los labios rosados ligeramente separados. Su mano se deslizó despacio hacia abajo por la espalda de su compañero de celda y lo sostuvo de nuevo. Tenía una erección, que se apretaba rígidamente en el vientre del menor.

Quackity se movió en sus brazos y sus pestañas gruesas revolotearon. Abrió sus ojos y Vegetta miró fijamente en aquellos fondos interminables de oscuridad.

Una sonrisa dulce iluminó la cara del chico.

— Buenos días.

— Buenos días. —Contestó Vegetta con voz ronca.

Quackity se estiró, deliberadamente empujando su pelvis contra Vegetta.

— Este... ¿Tienes algo para mí? —Preguntó tímidamente.

Vegetta aguantó su respiración ya que sintió que Quackity comenzaba a ponerse rígido, también.

— Adivina lo que tengo.

— Bueno, bueno... —Quackity metió la mano entre sus cuerpos y agarró el miembro del mayor, acariciándolo a través de sus boxers. — Tal vez quieras ponerlo en algún otro sitio esta vez...

La sangre se calentó en las venas de Vegetta.

— ¿Como dónde? —Preguntó con cautela mientras la mano del pelinegro se movía dentro de sus boxers y lo excitaba cada vez más.

— Como en mi culo. —Quackity presionó sus labios contra los de su compañero.

Vegetta lo besó de nuevo con la mente disparada. No podía. Quackity podría creer que realmente esto iba en serio si lo follaba y si lo hacía, se convertiría en maricón. Levantó su brazo de la espalda del chico y miró su reloj.

— No tenemos tiempo... —Susurró.

Quackity se enroscó alrededor para agarrar la muñeca de Vegetta y miró por sí mismo el reloj.

— ¡Tenemos una hora! —Protestó. — ¿Te va a llevar tanto tiempo?

Como si fuera a tardar tanto. Vegetta enrojeció. Cinco minutos serían probablemente lo más que tardaría.

— No quiero hacerlo con prisas. No quiero hacerte daño y además...

— ¿Qué? —Quackity se apoyó en su brazo, mirándolo, sombras jugando sobre su cara.

— No hace mucho tiempo de la última vez...—Vegetta se calló.

— Estoy bien ahora. —Dijo Quackity suavemente. — Ellos no me hicieron demasiado daño.

Ellos.

Eso confirmaba que más de un hombre había violado a Quackity ese día. Vegetta encontró difícil de entender cómo el niño podría querer algo con él cuando algo tan traumático le había pasado solo unas semanas antes.

Sacudió la cabeza.

— No puedo.

Quackity lo miró un momento antes de que hablara.

— Sí... —Dijo silenciosamente con un tono de resignación. — Lo sé... —Se apartó de los brazos del mayor y salió de la litera antes de que Vegetta lo pudiera detener. Se fue al urinario y comenzó a orinar estrepitosamente.

Vegetta suspiró. Esto era lo mejor, se dijo.

(...)

Podría haberle hecho daño a Quackity rechazándolo, pero era persistente.

Lo arrinconó en la biblioteca más tarde ese día, viniendo hacia él con la intención reflejada en su cara y empujando a Vegetta contra la estantería.

— Quiero hacerte una mamada.

Vegetta miró alrededor, tratando de protestar, tratando de quitar los dedos ágiles de Quackity de la cremallera de sus pantalones con sus manos, pero los hombres raramente protestaban demasiado cuando les ofrecían una mamada y Vegetta no era ninguna excepción.

Quackity lo atrajo hacia sí y se hundió de rodillas, Vegetta sacó su miembro excitado y luego su compañero de celda le sonrió antes de metérsela a la boca. Vegetta maldijo bajo su aliento y se sostuvo en la estantería para apoyarse. Estaban en la esquina lejana de la biblioteca, pero podía oír voces suaves en el pasillo contiguo de libros y un guardia hablando con un preso en la mesa de recepción. Si los agarraban, tendrían problemas y a Quackity probablemente se lo llevarían a la celda de castigo. El pensamiento no fue suficiente para pararle y se confesó culpable de que el elemento de peligro le enardecía aún más.

La boca de Quackity se deslizó de arriba abajo sobre el miembro, caliente y mojado. Su mirada se clavó en Vegetta cuando chasqueó la lengua rápidamente sobre la punta, barriendo el fluido que goteaba de ella. Las piernas de Vegetta se volvieron débiles y se ahogó en los ojos del menor. Esta seducción estaba calculada con mucho tacto.

Quackity tenía un objetivo, para conseguir que Vegetta lo follara. ¿Pero con qué intención? ¿Qué era lo que quería conseguir una vez que Vegetta se lo hubiera follado? No era como si ellos tuvieran ninguna clase de relación. ¿Era esa la idea del chico? Estaba inquieto, pero no tanto como para sacar su sexo de la boca que lo chupaba. Quackity estaba jugando una vez más. Su compañero de celda estaba controlando la situación, como había sido desde el momento en que había llegado.

De repente Vegetta se enfadó. Agarró al azabache por el pelo y los ojos de su compañero se ensancharon ante el choque por el áspero comportamiento.

— No creas que puedes jugar conmigo. —Susurró Vegetta de forma áspera. — Puedes estar chupándomela hasta navidad si quieres. No voy a follarte.

Las cejas de Quackity se unieron en un ceño fruncido. Levantó su boca liberándola.

— ¿Por qué te comportas así conmigo?

— Sabes por qué. —Vegetta lo miró con el ceño fruncido. — Termina si vas a continuar... antes de que nos pillen.

Quackity vaciló con su boca sobre el miembro de Vegetta. Entonces se levantó.

— Termina tú, pendejo. —Y se marchó silbando con paso majestuoso.

Furioso, Vegetta se arregló la ropa y se apoyó contra la estantería hasta que su excitación se calmó.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora