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:Changbin

—Qué mareo— dijo confundido cuando volvió a abrir los ojos, sintiendo un intenso deseo de vomitar donde fuera.

Giró un poco su cabeza hacia su derecha aún atado y se sorprendió cuando vio unos orbes azabaches y rojos mirarle atentamente.

—Buenos días Binnie...— soltó un largo suspiro seguido de esbozar una pequeña sonrisita.

Rápidamente el otro se apartó lo que pudo, aterrorizado de su amigo.

—¡Aléjate loco!— estiró de las cadenas lo que pudo pero era imposible destrozarlas.

—¿Por qué me tienes miedo? ¿Acaso te hice algo?— preguntó abultado sus labios en un miserable puchero.

—¡Te abalanzaste sobre mí por que sí! ¡Tu no eres Felix!— gritó con la garganta seca.

—¿Quien dice que no eh?— gateó hasta estar sobre él, quedando a milímetros de sus labios. —Puedo demostrártelo cuando quieras— soltó una risa.

—¡Dejame demente!— volteó la cabeza.

—Si sigues así no puedo probarte que soy tu mejor amigo— bufó y viró los ojos, saliendo de su encima aburrido y camino hacia la puerta.

—A dónde vas, ¿no me vas a desatar?

—Es tu castigo, quédate ahí— amenazó con su mejor cara de enfado.

Pero él no le obedeció, claro que no.

Anteriormente hace unos segundos, pudo ver las tenazas del día anterior (o semana anterior, nunca lo sabría) encima de la mesita de la noche, entonces, agradeciendo sus anteriores lecciones de gimnasia, aplicó su elasticidad y estiró su brazo para alcanzarlo.

—¡Sí!— exclamó en bajito mientras rápidamente forzaba cada acero que ataba todo su cuerpo.

Cuando se sintió finalmente liberado, se estiró levantándose de la blanda cama y sus huesos crujieron levemente.

—No quiero saber cuánto tiempo estuve aquí...

A pocos metros en la habitación, encontró un espejo rectangular y fue hasta allí para verse como estaba, ¿Qué iría mal, se asustaría de lo feo que estaría?

—¡Dios mío, joder!— gritó con su corazón acelerado al mil.

Pero no era porque parecía un ogro.

Observó a su mismo yo pararse con la misma pose que él, solo que este tenía una sonrisa cínica en su cara y una camisa de color negra.

Sintió un escalofrío y con un poco de miedo, se acercó un poco más al cristal y el otro también lo hizo a la par.

—¿Quién eres?— dijeron los dos a la vez.

Se quedó callado por un momento pero probando, posó una mano sobre el objeto, encontrándose con la palma que del extraño.

Solo que el cristal no estaba frío, si no caliente por un calor corporal.

El de negro volvió a sonreír y soltó una risa torcida.

Él creía que iba a salir por la puerta, buscar a su amigo e irse de la casa, pero no sabía que todo era una trampa.

...

Cuando leí este fic por primera vez hasta yo me cague de miedo JAJSJS

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