Capítulo 10

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La situación era insostenible, eso no era vida, debía ver a la pelinegra, conversar con ella y explicar la razón de por qué se alejaba. Ser honesta e intentar que la entendiera, que perdonara su cobardía, que no pensara que no era correspondida. Así que aquella mañana fue a verla, decida a terminar con todo lo que estaba naciendo entre ambas. Cortarlo de raíz para evitar sufrimientos mayores.

Al verla llegar la morena sonrió de forma brillante, la había echado mucho de menos, tal vez por eso la vio más hermosa que nunca y su corazón empezó a correr a miles de kilómetros por hora.

- No sonrías de esa manera, ni digas que te alegras. No puedes estar feliz de verme, no quiero que lo estés – pidió la ojiverde y la morena imitó cara de molestia pues, en un principio, pensó que se trataba de una broma o algo.

- ¡Ok! – respondió cruzándose de brazos y poniendo cara de enojo - ¿Así te parece bien? – su ceño permanecía fruncido, ganándose una mirada de ternura de la castaña. Era increíble como le cambiaba el humor con solo verla, como podía hacerla sonreír con tanta facilidad.

- Mejor, hará más fácil lo que vengo a pedirte – Ana la miró confundida, no entendía bien el rumbo de la conversación.

- ¿Quieres que hablemos dentro de la tienda? – propuso un poco más seria y la ojiverde asintió entrando al lugar.

- Estoy aquí porque no sé que es lo que sucede, bueno si lo sé – decía caminando de un lado al otro bajo la atenta mirada de Ana – Me haces sentir algo, especial. Muy especial. Algo para lo que no estoy lista... luego está Yolanda, está mujer maravillosa y perfecta, mi mejor amiga, que no tiene culpa de nada y le estoy jodiendo la vida – su voz estaba agitada por hablar tan rápido y sin detenerse. En ese instante fueron interrumpidas por un cliente que ingresó a la tienda.

- Me preguntaba si podía ayudarme – dijo el amable señor con una sonrisa – Estoy por comenzar un jardín de hierbas en un pequeño rincón en el norte de mi casa... - la ojiverde se fue hasta la parte de atrás de la florería para que Ana atendiera a su cliente.

- Empiece con éstas – la morena le entrego unas hierbas – son cortesía de la casa. Que le vaya muy bien – lo despidió rápidamente y cerró la puerta ante la mirada sorprendida del señor. Llegó hasta la parte trasera donde se encontraba Verónica que continuaba alterada y caminando de un lado a otro.

- ¿Me entiendes? – preguntó, pero no aguardo respuesta – Debes entenderme, no quiero hacer daño a nadie – sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas mientras Ana intentaba dejarle saber con su rostro que la entendía – Lo que hay o empezaba a haber entre nosotras debe terminar por el bien de todos. Se acabo – sentenció antes de empezar a caminar a la salida.

La morena quedo confundida por todo aquello, pero no tuvo tiempo a reaccionar pues la ojiverde regresó intempestivamente y la besó tomando con sus manos el cuello de su camisa. Ana respondió moviendo sus labios y disfrutando de esa nueva visita al cielo junto a la ojiverde que poseía su boca con arrebato.

Se besaron por largo rato y cuando hizo falta oxígeno en sus pulmones, se separaron dejando sus frentes unidas mientras sonreían y se miraban con dulzura por algunos segundos. Entonces escucharon el sonido de la puerta de la floristería, hicieron silencio para ver si la persona se iba, pero la voz de Yolanda  apareció para sorpresa de ambas.

- Buenas tardes, Ana – dijo - ¿Estás aquí? ¿Estás ahí detrás? – estaban confundidas, sobre todo Verónica que no sabía qué podría estar haciendo allí. Se miraron fijamente por algunos segundos y Ana decidió responder antes de que fuera a pasar a donde estaban ellas.

- No entres Yolanda– gritó – Ya voy – le dedicó una última mirada a Verónica y salió al encuentro de la chica – Discúlpame, estaba haciendo inventario – dijo algo nerviosa al estar frente a ella – Ya sabes contando las flores... ¡Hola! – le saludó y sonrió fugazmente.

- ¡Hola! – respondió la joven de la misma manera.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó la pelinegra intentando parecer normal.

- Vine a comprar algunas flores – respondió como si fuera más que obvio - ¿Qué otra cosa podría hacer aquí?

- Si, flores – sonrió ligeramente la morena sintiéndose un poco tonta.

- No para mí, son para Verónica – se explicaba la joven – Quiero ir a verla esta noche, estoy intentando reconquistarla y pensé que uno de tus hermosos arreglos me ayudaría a ganar algunos puntos – la florista sentía incomodidad y vergüenza en ese instante.

- ¿Cuáles le gustan? – preguntó Ana para preparar un ramo.

- Sabes cuales le gustan, hiciste las flores para nuestra boda – respondió sonriente ante el recuerdo de lo hermosa que se veía la ojiverde antes de huir de la iglesia – Le gustan los lirios, son sus favoritos.

- ¿Lirios? Eso es simple – respondió Yolanda.

Ana nerviosa empezó a elaborar el arreglo.

- ¿Qué tal el futbol la otra noche? – la miró confundida – Es que Beatriz me dijo que fuiste con Verónica al juego de la semana pasada ¿te gustó?

- Fue toda una experiencia, no suelo ir a esas actividades – dijo sincera sin abandonar lo que hacía – Pero estuvo muy bien.

- ¿Cómo se comportó Verónica? – preguntó repentinamente – Sé que se han convertido en grandes amigas, me lo ha comentado Beatriz también, dice que salen a cenar y que charlan mucho – hizo una pausa momentánea - De casualidad te hablo de mí, de nosotras... ¿te dijo algo de lo nuestro? – hablaba nerviosa, desesperada y un poco avergonzada por ponerla en esa situación – Hice algo malo, es lo que pienso, para que no se sintiera segura y creyera que ya no soy el amor de su vida, pero sé que puedo arreglarlo si me da la oportunidad – la pelinegra la miraba con pena por su situación – Siento, a veces, que me estoy enloqueciendo por no tenerla conmigo. No sé cómo vivir sin ella a mi lado – sus ojos entristecieron en demasía – Me mata no saber si hay alguien más, si la empujé a otros brazos por mi estupidez. Solo necesito entender qué fue lo que hice mal o dejé de hacer para enmendarlo y volver a lo que teníamos antes.

- No, no dijo nada al respecto – respondió con rostro serio – solo vimos el partido, fuimos a cenar y caminamos un ratito. Siento no poder ayudarte – evidentemente omitió el beso del final de la velada.

- No te preocupes, confío en que podré hacerla volver a mi – dijo con sonrisa tímida - ¿Cuánto te debo?

- Son cortesía de la casa – respondió entregándole el ramo terminado.

- ¡Gracias! - dijo la joven y empezó a caminar a la salida cuando la voz de Ana lo detuvo.

- Deberías preguntarle a ella si hay alguien más, no a mí ni a otra persona – dijo con simpleza.

- Gracias por el consejo, pero no tendría valor de escuchar esa respuesta – se sinceró – Si hubiera otra persona significaría que la perdí para siempre y no estoy lista para eso – dicho esto abandonó la tienda.

Imagine Me And You (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora