12. Decepción

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A pesar de mi optimismo por lo que sucederá, me encuentro muy nerviosa cuando llegamos a casa de sus padres. Una vez estaciona en el estacionamiento de la propiedad, salimos del auto agarrados de la mano.

Todo va bien hasta que es mi madre quien sale a nuestro encuentro, y como es de esperarse no luce para nada contenta cuando mira justo donde Adam agarra mi mano.

―Bienvenido, Joven Adam ―le saluda con cortesía, aguantándose la rabia que eso le provoca―, Elia ―dice mi nombre con un deje de resquemor, a continuación.

―Seguro que deseas hablar con tu madre, ve hazlo, te espero en la casa principal, debo ir a saludar a los primeros invitados de mamá.

Adam dice eso y después de hacer un pequeño asentimiento hacia mi madre, besa mi mano despidiéndose para ir a la casa grande. Yo me quedo allí pensando en cómo lidiar con el enojo de mamá. Razón suficiente para no querer venir seguido por aquí.

Él lo sabe, y me pregunto por qué me deja enfrentarlo sola.

¿No debería comunicárselo también?

Eso me enoja un poco, pero me lo guardo para poner mi mejor expresión de felicidad.

―Deja de enojarte ―hablo y ella larga una exhalación.

―¿Qué crees que estás haciendo, Elia?

―¿Solo yo? ¿Por qué no me preguntas la razón por la que Adam y yo vinimos juntos?

―Debe ser porque solo te busca para coger.

―¡Mamá!

―¿Hay otra verdad?

―La hay mamá, aunque no lo creas. Él hoy le hablará de nuestra relación a sus padres ―digo y ella entreabre la boca con gesto descreído.

―No me digas.

―¿No me crees?

―No, no te creo. Adam desfila una mujer diferente cada semana mientras yo me pregunto qué piensa mi hija de eso.

―Me quiere mamá y yo también, y ya no lo hará más.

―Quisiera creer que es cierto, pero no.

―Mamá ―gruño―, me quiere ―gruño más enfurruñada.

―Creo que ni siquiera tú te lo crees, y no creas cuanto me llena de pesar que mi hija todavía no se valore.

―Mamá...

―Tengo que ir a servir, tú ve a pasear.

―¡Esta vez lo dice en serio! ―exclamo con tesón para que lo escuche.

―¿De verdad? ―pregunta con obvio sarcasmo―. Tal vez lo haga en el momento y hasta que aparezca la ideal.

―Ya no lo hará más.

―Bien, veamos si es cierto ―mamá dice obvio retándome.

Me enoja un poco su actitud y que no confíe en mí. Para mi tranquilidad no dice nada más y se va a encargarse de sus deberes. Yo me voy a la que era mi habitación en la casa que ella ocupa desde hace muchísimos años. Nada ha cambiado, todo sigue igual. En las paredes ha colgado todas las pinturas que le he traído desde que empecé a estudiar arte en la academia.

Sonrío observando con nostalgia mis primeros trabajos. Son horribles y hasta sin forma, pero ella de igual manera los tiene enmarcados. Me siento en la cama y espero un rato, hasta que salgo de allí y camino hacia el jardín que da a la casa principal.

Aun no sé cómo presentarme. Adam no debió dejarme porque mostrarme así me da un poco de vergüenza, aunque parezca que siempre he vivido aquí. Como es de esperar, hay mucho movimiento dentro. Empleados van y vienen para terminar de colocar las cosas en el patio principal donde se hará la fiesta.

Me propongo buscar a Adam hasta que le encuentro en la sala donde están sus padres y los invitados de los que hablaran. Una pareja bastante elegante y a leguas estirada, y una chica joven y bonita que debe ser su hija, y al lado de la que se encuentra él.

No sé quiénes son, pero no me agrada verla a su lado. Tampoco sé si es el mejor momento. Justo cuando quiero devolverme por donde vine, él me ve.

―Elia, ven. Mis padres se preguntaban por ti ―dice todo animado.

Espero que venga por mí, pero parece que espera que sea yo quien me acerque. Así que hago todo mi esfuerzo y con una sonrisa en el rostro voy y saludo a sus padres que, a pesar de su estatus económico, no dejan de ser amables.

Me vuelvo hacia Adam esperando a que diga algo de lo que prometió, o que de indicios de que piensa hacerlo, pero parece entretenido hablando con el padre de la chica. Eso me desespera un poco.

―Me he enterado por tu madre que estás por convertirte en una gran artista ―dice Malena Whitmore.

No puedo discernir si lo dice con alguna intención, porque parece casual.

―No es tanto así ―digo apenada a la madre de Adam, y un poco extrañada. Él siempre pregona que ellos me admiran y por eso siempre les traigo una muestra de mis trabajos, sin embargo, creo que mamá a pesar de su enojo, parece muy orgullosa de mí. Eso me recuerda que traje algo para ella, así que meto la mano en mi bolso pequeño cruzado, y saco el empaque del grabado de linóleo que envolví como regalo para ella―, este es por su cumpleaños ―digo entregándoselo y abre los ojos como si recibiera un anillo de diamantes.

Parece feliz, aunque me da la impresión de que exagera. Por dentro me pregunto si solo finge alegría, observando como sin demora rompe el papel de regalo descubriendo el pequeño cuadro de grabado que me costó un poco de trabajo hacer. Noche estrellada de Van Gogh, lo había elegido por la facilidad de grabar las líneas.

―Está hermoso, lo pondré en mi colección. Espero que te quedes para la fiesta ―dice agradada y seguido vuelve con los demás.

Me he entretenido tanto con su madre que cuando miro hacia donde estaba Adam, ya no le veo allí, ni a la chica. ¿A dónde ha ido? Ahora me siento tan estúpida y fuera de lugar con los pares de ojos mirándome. Su desatención me hace pensar que todo lo que hablamos, parece haber sido un sueño fugaz.

«No, no, no es mentira», me digo ante la zozobra que me causa ver que se ha ido con la chica, y me ha dejado allí sabiendo que no se me da muy bien familiarizar con sus padres, y menos con sus visitas.

―Adam fue arriba al estudio con Laisha, debe estar mostrándole tus trabajos ―dice su madre al verme desorientada―. Deberías ir, también para que no te aburras con nosotros ―añade.

―Ah, está bien, gracias ―digo recomponiéndome y seguido me apresuro por las escaleras de servicio, las que usa mi madre para ir a las zonas de arriba.

Suspiro hondo mientras camino hacia allá, y, sin embargo, preguntándome por qué lo hago, Adam no me convidó con ellos. La zona del estudio es bastante grande, le llaman así, pero es principalmente como una pequeña galería. El padre de Adam es un coleccionista y tiene muchas obras costosas allí, al igual que su biblioteca llena de ejemplares de obras clásicas originales. Es el tesoro de la familia.

Adam mencionó que su madre también colocaba mis regalos allí y eso me llena de un poco de ansiedad de solo pensar que es cierto. Llego a la puerta y está cerrada, pero al girar el pomo no tiene seguro, la abro despacio y entro, pero al hacerlo me llevo una horrible sorpresa.

Su trasero blanco descubierto moviéndose con ímpetu entre las piernas abiertas de la chica. La estaba follando contra la pared donde colgaban los cuadros que mencionara. No me escuchó entrar, pero ella es claro que si me ve volviendo su cara de placer en horror.

―Oh, por Dios, ella nos está mirando ―jadea la chica y Adam se vuelve y entonces se percata de mí.

Y no dice nada. Quisiera que hubiera un rastro de culpabilidad en su mirada, pero no, solo me ve como si hubiese esperado que les descubriera. Ahogo un sollozo llevando las manos a mi boca y me doy la vuelta para salir de allí.

―Elia... ―le escucho decir tardío, justo cuando cierro la puerta y huyo destrozada de allí.

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Quiéreme por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora