I. Puedo Respirar y Estoy Bien ☀

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Siento un pequeño nudo en la garganta al sumergirme en los recuerdos de mi niñez y plasmarlos para un reducido número de espectadores. Este temor se alimenta de los recuerdos vagos y efímeros que se deslizan inquietantes por mi mente. Este primer capítulo, titulado "Puedo Respirar y Estoy Bien", se teje con hilos de alegría y melancolía, dos emociones que bailan en mi memoria sin llegar a un entendimiento mutuo. ¿Será acaso porque buscamos sonrisas como puentes hacia la amistad, o tal vez sea un gesto de confianza que se desliza entre las grietas del tiempo? De ambas formas, suena manipulativo, ¿no crees?

Aún guardo pequeñas impresiones en mi cabeza del último día de vacaciones, donde sabes que los días siguientes no serán los mismos. Volver a repetir la misma rutina de estudiante resulta agotador. Levantarse temprano cada mañana se convierte en un martirio para un pre-adolescente como yo. Tener las tareas completas a tiempo sin caer en la procrastinación lo vuelve aún más estresante, sobre todo afrontar una nueva etapa escolar llamada "Secundaria". En mi mente rondaba la angustia y la incertidumbre de estar en un ambiente nuevo, donde se posa un aura siniestra y sombría como en las películas de terror, rezando para que no me toque un profesor estricto y riguroso con las matemáticas; pero en el fondo sabía que solo era mi cerebro atormentándome por algo que no está hecho aún, como dicen algunos "ver para creer".

Finalmente, el día tan ansiado llegó. El director recitaba una carta de bienvenida entre felicitaciones a aquellos que habían superado el año sin contratiempos. En medio de esa multitud, me hallaba yo, una figura carente de sentido común y envuelta en un carácter taciturno.

Luego de una larga y calurosa bienvenida en el patio principal del colegio procedimos ir a nuestros salones, donde se resaltaba a la merced los asientos andrajosos, y a falta de desquebrantar las ventanas que reflejaban una intensa luz capaz de cegar a cualquiera que las observara; pero eso no era inconveniente para mí, total ya estaba acostumbrado.

Ver presentarse a cada uno de mis compañeros era algo novedoso para mí, por qué en esa ocasión no había un profesor quien diera la iniciativa para hacerlo; pero de esas tantas y monótonas presentaciones había una en particular que me llamo la atención. Un compañero de clase al finalizar su presentación mencionó y agregó está singular frase "Donde la ignorancia es felicidad, es una locura ser sabio". Escuchar eso fue como un !boom! en mi cabeza y sin saberlo daba inicio a mi futura personalidad que estaría siendo influenciada por esa mítica frase.

Sonó el timbre que marcaba el inicio de clase, el cual, para ser sincero parecía una alarma de tsunami. Entró un profesor y sin decir una palabra se sentó en una silla alejada del resto de los alumnos. A mi parecer se trataba de algo muy poco común y extraño en un docente. Tenía una mirada penetrante donde su caminar imponía dominio y respeto, que hasta incluso sentías dificultades al respirar.

Después de todo resultó ser el profesor de Matemáticas llamado Mateo, apodado "Papaleta" debido a sus frecuentes citaciones por incumplimiento en ejercicios matemáticos. Su presencia, un claro ejemplo de la ley de Murphy, dejaba entrever que las clases de Matemáticas no serían tan convencionales como uno podría esperar.

Llego la hora de receso, cansado de escuchar fórmulas y ecuaciones que olvidaría después, me dispuse a comprar algún aperitivo en el quiosco del colegio. Al llegar, me encontré con una gran aglomeración de gente. En medio de la multitud, tropecé bruscamente con una chica a quien llamaremos "Fiorella", ya que desconocía su nombre real. Fiorella era una estudiante de quinto año de secundaria, de estatura mediana y con una sonrisa inefable. La ayudé a levantarse y nerviosamente dije:

Disculpa, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? - Mientras mi cerebro criticaba las torpezas de mis palabras.

<<Claro que sí>> respondió sin decir más. Al principio, pensé que lo decía de manera irónica o como una broma, pero al ver su rodilla sangrar, cambie rápidamente mi opinión. Me apresuré a buscar la caja de primeros auxilios en la sala de tutoría, que afortunadamente se encontraba cerca, para poder atender la herida causada por mi estupidez. Mientras curaba sus heridas, sentía una mirada risueña.

<<Eres muy amable, pero no tienes por qué hacer esto>> dijo mientras me observaba detenidamente.

Al levantar la mirada, quedé asombrado y cautivado por su indescriptible apariencia. Mi cerebro solo repetía una y otra vez: "Dios, sé que no te pido mucho, pero haz que esto sea duradero y sempiterno".

Mientras disociaba, ella mencionaba << Al ver tu comportamiento veo que también necesitas ayuda >> Asentí con la cabeza sin decir ni una sola palabra. Fiorella solo tomo las curitas que había traído y me los puso en la frente diciendo << Te hace falta usar más esa cabeza >> sonriendo.

El timbre resonó en el aire, marcando el final del recreo y separándome de Fiorella en medio de la multitud. Mi corazón latía con fuerza, y aunque la coincidencia de encontrarme con ella había sido un breve y agradable suspiro en medio de la rutina escolar, ahora me enfrentaba nuevamente a la incertidumbre del nuevo entorno. Me quedé allí, mirando el trasfondo de la vida estudiantil que se extendía ante mí, pensando en la paradoja de mi título: 'Puedo Respirar y Estoy Bien'. Sí, respiraba, sí, estaba bien, pero algo en mi interior había cambiado. Aquella breve interacción había dejado una huella imborrable en mi mente, y me di cuenta de que, de alguna manera, mi respiración se había vuelto más profunda, más significativa.

Agradecí al destino por haberme permitido cruzarme con Fiorella en ese mismo lugar, y aunque el futuro se presentaba como un rompecabezas desconocido, al menos sabía que en ese momento, respiraba y estaba bien. De esta manera, se tejieron los hilos del primer capítulo de mi historia, un relato entrelazado con la dualidad de la nostalgia y la anticipación, donde las sonrisas y las torpezas se convertían en los puentes que conectaban mi pasado con un futuro incierto.

 De esta manera, se tejieron los hilos del primer capítulo de mi historia, un relato entrelazado con la dualidad de la nostalgia y la anticipación, donde las sonrisas y las torpezas se convertían en los puentes que conectaban mi pasado con un futu...

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