El nuevo café

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Este capítulo contiene temas delicados, favor de mantener discreción.

¡Mención al suicidio y autolesiones!

La navaja trazaba un camino rojo en mi muñeca una vez más y la sangre brotaba en torrentes. No recordaba exactamente cuándo había comenzado con esto, pero sí sabía que llevaba años atrapado en este destructivo hábito. Desinfecté mis cortes recientes y el contacto del alcohol con mi piel seguía doliendo, a pesar de que ya lo había hecho innumerables veces. Pero no tenía derecho a quejarme de ese dolor. Suspiré pesadamente mientras volvía a envolver mi muñeca con el vendaje.

—Todo es una mierda —pensé. Había estado sumergido en esta mierda durante años y, honestamente, había perdido toda esperanza de poder salir algún día de ella.

Justo en ese momento, alguien comenzó a golpear la puerta. Lo más probable es que fuera Soorim. En los pocos meses que llevábamos siendo amigos, siempre había demostrado ser atento y amable. Incluso podía decir que era una de las pocas personas que se preocupaba por mí... aunque a veces pensaba que solo hablaba conmigo por lástima. Con paso firme, me dirigí hacia la puerta, sintiendo aún el dolor provocado por mis cortes. Respiré profundamente y abrí la puerta.

—¡Hey, Hooni! ¿Cómo estás? —dijo Soorim con su típica voz animada y una sonrisa característica en su rostro. Me pasé una mano por la nuca.

—Eh... Bien —respondí intentando aparentar una felicidad genuina. Un breve silencio se formó entre nosotros— ¿Qué te trae por aquí? —agregué.

—Estaba pensando que podríamos ir a la inauguración del nuevo café. Parece muy interesante —Soorim me mostró un folleto del café y en ese momento una emoción inexplicable inundó mi ser.

—¿En serio? —no podía rechazar aquella invitación. Además, habría comida, así que tenía que ir- Solo déjame hacer algo rápido y vamos.

—¡Genial! Te espero aquí —sonrió y esperó en el umbral de la puerta.

Durante el camino, Soorim siguió siendo el mismo de siempre. Hablaba de cosas que en su mayoría yo no entendía, pero el simple hecho de tenerlo como compañía me hacía feliz. Me hacía sentir menos solo. Al llegar al lugar, una camarera nos condujo a una mesa desocupada y nos entregó los menús antes de retirarse.

—El lugar es muy bonito —comentó Soorim- ¿Tú qué opinas?

—Sí... Es bonito —respondí en voz alta para que él pudiera escucharme.

Pasaron diez minutos como mínimo sin que ninguno de los dos dijera una palabra. A diferencia de otras situaciones, no me sentí incómodo con el silencio en compañía de Soorim. Sabía cuándo era momento de hablar y cuándo era mejor estar en silencio. Pronto, llegó la mesera a tomar nuestra orden.

—¿Sería todo? —preguntó una vez que terminamos de ordenar.

—Sí —respondimos al unísono.

—Perfecto, su orden no tardará en llegar — dijo con una sonrisa antes de retirarse.

El silencio volvió, pero esta vez no duraría tanto. Fui yo quien decidió romperlo.

—Oye Soorim, ¿puedo hacerte una pregunta? —dije, arrepintiéndome casi al instante.

—Claro, ¿qué pasa?

—¿Por qué pasas tanto tiempo conmigo? —los nervios eran notorios en cada palabra— No es que no me guste, al contrario, pero tienes tantos amigos con quienes divertirte.

—Porque me gusta pasar tiempo contigo —su respuesta fue breve pero me hizo sentir bien— Además —continuó— mis amigos tienen sus propios amigos, nunca me elegirían a mí como prioridad.

—Ya veo...

—No pienses demasiado en eso, Hyung. Simplemente vive el momento.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro y solté una pequeña risa.

—Tienes razón...

Al momento de irnos, nos regalaron una canasta llena de cosas como café, azúcar, tazas, entre otras. Agradecí aquello, ya que el café solía ser demasiado caro, así que ahora podría permitirme tomarlo de vez en cuando.

En el camino de regreso a casa, justo cuando estaba a punto de cruzar la calle, Soorim me tomó del brazo y me atrajo hacia él. No me había dado cuenta de que un carro se acercaba en ese momento.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado.

—Sí, gracias por eso —me sentí avergonzado por lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo pude ser tan descuidado?

—Ten más cuidado la próxima vez, Hyung — me advirtió.

—Sí... —asentí con la cabeza— Lo haré.

Sentí un punzante dolor en el área donde Soorim me había sujetado. Fue el mismo lugar donde me había cortado hace menos de tres horas. Las heridas eran recientes, por lo que era lógico que dolieran después de un agarre tan fuerte. Traté de disimularlo lo mejor que pude, no quería que Soorim se diera cuenta de mis cortes.

Él me acompañó hasta la puerta de mi departamento.

—Fue divertido —comentó Soorim.

—Sí, lo fue.

—Volvamos a ir otro día —su sonrisa seguía ahí mientras hacía un gesto de despedida con la mano— Bueno, tengo que irme.

—Claro, adiós —imité su gesto y esperé frente a la puerta hasta que desapareció completamente de mi vista.

Una vez que desapareció, entré a mi departamento, enfrentándome a la cruda realidad. El lugar estaba sucio y descuidado, recordándome que en esta vida alguien como yo nunca podría ser feliz. Tenía muy claro ese concepto, pero había pequeños momentos que me hacían creer que quizás podría ser lo contrario.

Quizás... incluso yo podría ser feliz.

Una semana había pasado desde que fuimos al café con Soorim. Claro que él me había visitado tres veces desde entonces. Por lo general, nos encontrábamos en mi departamento y pasábamos el tiempo hablando de cosas triviales. Pero cuando él no estaba conmigo, intentaba suicidarme una y otra vez, fracasando en cada intento. Aunque no quisiera mejorar, me daba miedo admitirlo. Me sentía tan acogido en mi propia enfermedad que tener que alejarme de ella me asustaba. Después de todo, era lo único que me definía como persona.

¿Qué sería de mí sin todo esto?

Suspiré y me quité el vendaje de mi muñeca para reemplazarlo con uno nuevo.

—Mierda —dije al ver mi brazo desnudo— es... horrible.

Nunca me había detenido a ver todas las marcas que tenía y fue donde me empecé a arrepentir de haberme hecho todo ese daño, de haber mutilado de tal manera a mi brazo y en como estas cicatrices podrán afectarme en un futuro no tan lejano. Caí en cuenta de que esta no era la solución, aún en el fondo sabia que seguiría haciendo e incluso más que antes.
Mi vida se basaría en eso de ahora en adelante, en no recaer, en intentar sobrevivir un día más.

Es triste y patético.

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