𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 31

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Tal y como Mabel había dicho, evitar un juicio fue básicamente imposible. En la demanda final se pidió una condena por extorsión y amenazas, divulgación del video y, además, una compensación monetaria por el daño psicológico y las consecuencias que sufrí por culpa de sus acciones. Honestamente, el dinero era lo que menos me importaba, lo único que quería era que el juicio pasara lo más rápido posible; serían unas largas seis semanas . Hasta ese momento, solo podíamos prepararnos y encontrar a todos los testigos posibles. Cosa que nos encontrábamos haciendo.
Mabel venía a mi casa todos los días o yo me escabullía y lograba llegar a su estudio donde conocía al resto del equipo. Mis papás se turnaban para estar presente y quedarse conmigo, por lo tanto sus fotos ya estaban circulando por los medios. A quien no veía de seguido -y tampoco permitía que viniera- era Spencer. En su estado me daba miedo lo que pudiera provocarle tanto escándalo y gente entrometida a su alrededor. Andrew me llamaba todos los días y, a veces, venía a verme. Nick prácticamente dejó sus vacaciones con la familia y vino a vivir conmigo, al igual que Shaun. Todos tenían miedo de dejarme sola, y empezaba a extrañar mi soledad.
—¿Encontraste algo? —interrumpió Lyla a Mabel— ¿Sabes si esto ya le ocurrió a otra chica?
—¿Para qué quieren saber eso? —me preguntó Nick en voz baja. Él estaba sentado de mi lado izquierdo.
—Porque eso probaría que Caleb lleva extorsionando gente hace tiempo —respondí en el mismo tono, y Nick entendió.
—Lo hice pero... se niega a hablar —contó Mabel—. Intenté convencerla, aún así no quiere ser parte ni verlo otra vez.
No la culpaba, en su lugar también hubiese dicho no. Algunas personas llegan a causarte tales traumas que deseas no volver a cruzarte en sus caminos. Créanme, si hubiese podido evitar todo el circo mediático y juzgados, mi felicidad no tendría límites; mas Caleb debía pagar por lo que había hecho. No obstante, todavía me seguía preguntando a qué costo lo haría pagar por sus consecuencias.
—No perdamos la fe, ¿okay? —dijo al ver nuestras caras desilusionadas— Aún tenemos una larga y fuerte lista de testigos. Sabemos por el lado que atacarán, ahora solo debemos ir un paso delante de ellos. Empezando por la entrevista con la psicóloga.
Suspiré empujando la silla hacia atrás para levantarme.
—¿Es todo por hoy? —cuestioné cansada. Mabel asintió.
—Nos vemos mañana en el consultorio.
Susurré un simple "okay" y luego caminé hasta las escaleras para subirlas -acompañada de Almmy todo el tiempo-, quería estar relativamente sola un rato. Por lo tanto, entré en mi habitación y me senté en la silla mecedora que tenía junto a la ventana.
No les voy a mentir, la cita con la psicóloga me tenía nerviosa. Desconocía las preguntas que me haría, cómo reaccionaría o cuánto esperaba que hablara de mi pasado. Mentiría al decir que mi cabeza no estaba llena de ruido, y eso se debía a la acumulación de emociones y pensamientos dentro de ésta. Me sorprendía no haberme enfermado, aunque solo era cuestión de tiempo.
A la hora escuché el ruido de la puerta abriéndose y, después, unos pasos aproximándose hacia mí. Era Shaun, quien se puso a mi costado y se agachó para mirar mi rostro.
—¿Quieres hablar de mañana? —preguntó delicadamente. Negué guardando silencio— Bueno. Puedo prepararte un baño, si quieres.
—Estaría bien —susurré sin despegar los ojos del paisaje que el cielo nocturno me ofrecía, estaba completamente estrellado y la luna llena brillaba con fuerza.
Shaun hizo lo que propuso: preparó un baño de agua caliente. La bañera estaba llena de espuma, la cual cubría todo mi cuerpo desnudo.
Él se quedó ahí, sentado en uno de los bordes mirándome con esa notable preocupación. Era la que todos me daban en ese momento, tal vez porque me veían como una muñeca de cristal. Frágil y fácil de quebrarse.
—Seguramente esta no es la relación que esperabas —comenté sentándome mejor en la bañara, apoyando la espalda en la porcelana detrás mío—. Saliste de una escandalosa solo para meterte en otra.
—Nada de lo que ocurre es tu culpa, Roma.
—Salí con él.
—Confiaste en él —corrigió haciendo que conectara mis ojos con los suyos—. Nadie puede culparte por eso.
Pero yo lo hacía. Me culpaba cada día porque veía cuánto había afectado la vida de las personas que me rodeaban. El impacto había sido tan duro y grave que ni pude prestar atención a todos los buenos mensajes o grupos que se crearon en redes sociales para mostrarme su apoyo. Esas personas me enviaban su buena energía, la fuerza que necesitaba, pero no permitía que me llegara. ¿Por qué? Sentía que no la merecía.
Esa noche, como muchas anteriores, no dormí. Di vueltas por la sala, tomé más de cinco tazas de té y nada hizo efecto. De hecho terminé sentada frente a mi laptop leyendo todos los nuevos rumores que la prensa amarillista creaba para llamar la atención de gente estúpida que se lo creía. Uno de ellos incluso decía que Shaun se pondría del lado de Caleb porque, en simples palabras, yo estaba loca de remate.
Luego estaba el otro extremo, aquello que era dicho por las personas que no corrían riesgo de perder su trabajo; y todos los comentarios eran sobre lo mismo: el video sexual. Se sentían libres de comentar sobre mi cuerpo, que tenía un rollito por acá y otro allá, que mis pechos no eran lo suficientemente grandes para llamar la atención de alguien, que cuanto me retocaban en las películas y sesiones de fotos para cubrir mi celulitis y estrías. Ni me hagan empezar en los comentarios degenerados que también se encontraban.
Básicamente, así pasaba mis noches. ¿Era sano? Por supuesto que no, era consciente de ello, pero no podía evitarlo. No sabía si se trataba de mi curioso ser o si era esa tendencia de hacerme sentir mal a forma de castigo. Incluso esas veces que se me venía la idea de pensar qué hubiera pasado si nunca confiaba en Caleb, provocaban que me auto golpeara ya que el pasado no es algo que se pudiese cambiar. No existen las hadas madrinas o genios en lámparas que puedan concederte tal deseo. Sin importar cuánto lo desees, algunas cosas son para siempre.
Cuando la mañana siguiente llegó, Shaun y yo salimos temprano pensando que así evitaríamos a las personas que acampaban al frente de mi hogar. No fui así, tampoco fuimos acorralados pero las preguntas no faltaron.
Como no desayunamos, pasamos por un Starbucks y compramos café. La chica que nos atendió por la ventanilla se vio incómoda por nuestra presencia.
—Me pregunto hasta cuándo será así —dije antes de darle un sorbo a mi bebida caliente.
—Ojalá pudiera decírtelo.
Empezaba a creer que estar en casa, encerrada, era la opción más sana y me salvaba de todas las "atenciones" que no quería. Pero luego pensaba que tampoco podía quedarme encerrada para siempre, no era justo.
Cuando llegamos al estudio, Mabel ya se encontraba en la sala de espera. Nos saludó con un beso en la mejilla a cada uno.
—Está terminando con un paciente, y ya luego te toca —anunció solo para causar que mis nervios aumentaran.
—¿Cuántas sesiones serán?
—En un principio cinco —respondió. Su teléfono empezó a sonar, por lo que se disculpó y alejó para atender. Al mismo tiempo, la puerta del consultorio se abrió. Por ella salió un chico y, a su lado, una mujer de tez morena y cabello oscuro se despidió de él, para luego fijar su atención en mí.
—¿Roma? —asentí—. Pasa, por favor.
Antes de soltar mi mano, Shaun la apretó y dijo que estaría bien. Poco sabía que nada durante las próximas semanas estaría bien.
El consultorio era más pequeño de lo que pensaba. Contaba con un librero lleno, un dispenser de agua, cuadros abstractos en las paredes grises y el escritorio en el medio con dos sillas giratorias negras enfrentadas. La psicóloga me indicó que tomara asiento con una sonrisa, cosa que hice.
—Es un placer conocer —dijo en cuanto se sentó en si respectivo asiento—. Soy Alice, por si no te lo han dicho.
—Sí, sí, me dijeron.
Alice sonrió escaneándome con la mirada. Fueron los segundos silenciosos más largos de mi vida.
—Así que, Roma —se acomodó echando su cuerpo hacia atrás—, cuando hablé con tu abogada me dijo que la principal razón era por un tema genético.
—Mi padre biológico.
—Bueno, no soy genetista —rio corriendo un mechón de pelo de su cara—. Por lo tanto, mi trabajo será ver cuánto eso te ha afectado y el impacto que pudo llegar a tener en tus decisiones de vida.
—Okay...
—Y para que yo pueda lograrlo antes de que empiece el juicio—ladeó la cabeza—, necesito que me cuentes lo que pasó aquella noche.
No recordaba todo, mi cerebro se había encargado de bloquear las partes más traumáticas y dolorosas. Por lo que solo pude hablar de lo que sí aún veía y escuchaba en mi cabeza. Principalmente eran los gritos llenos de agonía, las súplicas de Roxy y su respiración pesada cuando él dejó de golpear. La sangre desparramada sobre el suelo de cerámicas blancas y los pensamientos en voz alta de Julián en cuánto se dio cuenta de lo que había hecho. Lo próximo que recordaba era mi pequeña yo escapándose por la ventana de la cocina para salir al patio y correr a la casa del vecino. Su cara cuando abrió la puerta y me vio manchada de sangre. Sé que él me hacía preguntas, no las recuerdo, tal vez por eso no pudo explicar bien a emergencias lo que pasó. Y después, los patrulleros estacionados al frente de la casa. Julián aún seguía tan borracho que no pudo dar un paso para escapar, fue capturado por los policías y llevado a prisión. No lo vi, ni siquiera me despedí. Los policías tenían miedo de que me viera, por eso me llevaron en un patrullero diferente directo a servicios sociales.
El resto ya lo saben, pasé años en una casa hogar, viví en otras casas hasta que los Wilson llegaron al rescate.
Por el tiempo cortado, era consciente de que no podía no hablar sobre mi pasado. Pensé que sería sencillo, puesto a que habían pasado muchos años y demasiadas cosas buenas sucedieron. Creí que eso opacaría lo oscuro, pero me equivoqué. Salí de esa sesión adolorida, como si mi cuerpo hubiese sido un saco de boxeo, y el último golpe lo dio Mabel en cuanto me despedí de Alice. La abogada mantuvo su sonrisa y serenidad, pero lo que estaba por decir era demasiado shockeante para mí.
—Eloise, la hermana de Caleb, me llamó preguntándome si puede testificar a tu favor —confesó—; pero antes quiere hablar contigo, a solas. 

No pude escribir dos, pero no quería dejarlos otro viernes sin cap

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No pude escribir dos, pero no quería dejarlos otro viernes sin cap. Espero que les haya gustado igual :') 

En el próximo: la charla entre Roma y Eloise ♥

Nos leemos la semana próxima si sobrevivo al examen!

-Melany 

Las dos caras de Roma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora