Según la mitología griega, los tritones eran un grupo de dioses marinos capaces de controlar el salvajismo del océano, además de habitar en ostentosos palacios subacuáticos donde formaban parte de una utopía, o algo por el estilo.
Esas historias no podían estar más alejadas de la realidad; el tritón que conocí no vivía en sociedad, ni siquiera en un cardumen. Vagaba solo por el agua, sin interactuar con otras especies que no le parecieran mínimamente similares a él.
Lo aprendí solo con la observación, porque no había otra forma de descubrirlo. La temperatura del mar era un impedimento para dejarme apreciar su comportamiento natural, así que tenía pocos recursos para trabajar.
Fueron contadas las ocasiones en que entré al agua, pero pude entender un poco de él, y me maravilló aún más.
La cabaña contaba con un poco de equipo para trabajar en el lugar; entre las herramientas había un traje para el mar, que quizá ayudaría a guardar un poco de calor.
Cuando lo descubrí, no dudé en que quería adentrarme junto al tritón, porque ansiaba verlo actuar en libertad, en un espacio abierto donde no tenía limitaciones.El día en que decidí entrar, estaba sentado a la orilla del océano, con las piernas sumergidas en el agua y la criatura recargando los brazos y la cabeza en mis muslos.
Nuestra interacción física era muy restringida, por lo que el más mínimo roce resultaba escalofriante en ocasiones.
Pero ese pequeño gesto, fue fascinante.
Se veía relajado, no le importaba romper esa barrera, y yo sí quería sentirlo cerca.Ese fue el impulso por el que me animé a lanzarme de lleno al agua, siendo cuidadoso para no caerle encima.
De inmediato sentí como se me entumió el cuerpo, seguido de una corriente abrasiva que penetró el traje y me erizó la piel.
El tritón hizo un movimiento suave con las cejas, como si estuviese sorprendido de verme ahí.
Sumergió la cabeza en el agua y sentí como nadó a mi alrededor; su aleta de vez en cuando chocaba con mis piernas y sentía sus escamas como pequeñas navajas.
La criatura parecía emocionada, pues su repentino brote activo me recordaba al de los perros liberando estrés.
Sonreí un poco al imaginarlo, porque me hizo creer que estábamos formando una conexión.Cuando sacó la cabeza del mar, nos miramos a los ojos. Esta vez sí lo vi sonreír con esos labios dulces.
No puedo explicar exactamente lo que se sintió, pero fue un tanto tenebroso. No solo me daba a entender que sabía lo que estaba pasando, también me hizo pensar que disfrutaba de mi compañía.Recuerdo cuando tomó mi mano por debajo del agua; me jaló con fuerza y sumergió el cuerpo completo junto al mío.
Dentro del océano, lucía precioso, jamás borraré esa imagen de mi mente: el tritón echó la espalda hacia atrás, al igual que la cadera, pero su aleta apuntó hacia mi dirección, como si estuviese sentado.
Su hermoso cabello se movió junto a la corriente marina; flotaba hacia arriba y reveleba su rostro sublime, mientras sus ojos brillaban más que el mismo sol.Saqué todo el aire tan pronto como su belleza me robó el aliento.
Inhalé profundamente cuando asomé la cabeza a la superficie, y luego volvió a adentrarme al agua.
Sentí que la criatura apretó su agarre, antes de mover su aleta en un provocativo vaivén, que nos desplazó a ambos hacia el fondo del mar. O por lo menos hasta donde mi respiración me lo permitió.El tritón descendía de espaldas; realmente no entendía cómo era capaz de nadar en reversa, pero eso nos permitía seguir con el contacto visual, que era un completo deleite.
La luz de día se reflejaba en las escamas de su aleta, y la hacía relucir como si estuviese cubierta de oro.
Lo poco que pude apreciar del entorno, no fue más que el azul del océano, hielo profundo y un poco de musgo. Nada similar a las cálidas playas de cualquier otra parte del mundo.
Solté su mano en cuanto necesité respirar.
Nadé de vuelta a la superficie y noté que fue tras de mí; me reconfortó saber que él me buscaba por cuenta propia, porque para ese momento, ya me emocionaba que me reconociera.Cuando mi cabeza salió del agua, estaba agitado por lo que ocurrió, así que tardé unos segundos de más en recuperarme.
El tritón también sacó su cabeza, y sentí su mirada fija en mi cuello.
No me equivoqué, pues llevó una mano a la zona y tocó mi piel, causándome un escalofrío.
Luego llevó su tacto a su propio cuello, y me miró como si no entendiera porqué yo no tenía branquias.
Al menos él también se daba cuenta de que éramos muy diferentes a pesar de ser semejantes.Entrecerró los ojos y dio vueltas a mi alrededor, analizando las otras diferencias que poseíamos.
En algún punto, la criatura se aferró a mis hombros y pegó su pecho contra el mío.
Sentí su rostro cerca, así que cerré los ojos momentáneamente ante la impresión.Pronto, apegó todo su cuerpo.
Quizá este es uno de esos momentos raros en mis recuerdos, pero sé que la abertura de su cadera quedó justo a la altura de mi pelvis.
Me dio un temblor porque fue realmente raro; aquella sensación no era sexual, pero sí incómoda, porque ciertas zonas comprometedoras de ambos estaban rozando.
Enrolló su aleta en mis piernas, y poco a poco nos sumergimos.
Creo que ese fue el momento en el que comencé a perder la razón, porque fue hechizante, como si nuestro encuentro estuviese predestinado en alguna parte del universo.
Estaba inmóvil, observando sus hermosos iris que parecían irradiar luz. Sus pupilas se dilataron; y luego, recargó el mentón sobre mi hombro derecho.
Musitó su melodía casi en un susurro, que
se desvanecía entre el agua, apesar de estar cerca de mí oído.No sé cuánto más seguimos descendiendo, porque me desmayé al cabo de unos segundos.
Honestamente, no me preocupó lo más mínimo; confiaba ciegamente en la criatura. Pero si mi destino era morir ahogado, prefería mil veces que fuera en sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Debajo del agua
Fiksi PenggemarCuando un biólogo marino llega a su primera expedición en el mar Ártico, descubre a un joven tritón que se convierte en su descenso a la locura. Dicen que el amor no siempre es racional, pero ¿qué tan correcto es enamorarse de una bestia?