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Grace

Era un día lluvioso y frío, me encantaba la lluvia, me transmitía mucha paz. Mis planes para hoy, sábado, eran muy sencillos. Vestirme con ropa cómoda, e ir alistando mi mochila para el lunes, ya que empezaba el primer curso de la universidad, pasar por cualquier cafetería a comprarme un donut y un café, sabor avellana, y ver alguna película, un plan realmente interesante.

Pero, toda mi paz fue perturbada por alguien que llamo al timbre de mi casa. Vivía con mi madre en una pequeña casa al norte de Seattle, Washington. Mi padre vivía al sur de California, hacia bastante tiempo que no lo veía, ya que para verlo tenía que cruzar todo el estado de Oregón. Mi madre decía que siempre nos pasaba una cantidad de dinero mensualmente para mis estudios, la verdad, eso de no ver tanto a mi padre a veces me ponía sentimental, pero cuando eso pasaba recordaba que tenía una madre maravillosa, que siempre estuvo allí, y sé que siempre estará.

-¿Abby?- pregunté en cuanto abrí la puerta y vi parada a una chica rubia, con el pelo ondulado, delgada y con gafas negras redondas. La conocía, claro que la conocía, era mi mejor amiga, pero hoy no teníamos planes por lo que se me hizo raro verla.  

-¡Grace! Menos mal que estas en casa. ¿Te acuerdas de la feria de la que te hablé?

Oh, no, ya sé por dónde va la cosa.

-Abby... sabes que tenemos que preparar todo para el lunes, ¿verdad?

-Oh, vamos, son nuestros últimos días de vacaciones, solo será un rato, vendrán Ian, Marcus y Selena.- Al ver que yo no iba a ceder, me propuso una última cosa.- También te pagaré la entrada, y te compraré todos los regalices que quieras.

-Vamos a esa feria.


Dicho y hecho, ahí estábamos dos horas después, con mis regalices en la mano, acompañadas de Marcus y Selena, íbamos al mismo instituto desde el primer año, Marcus y Selena no eran pareja, o eso nos decían, Abby y yo decíamos que cuando ellos nos contaran que habían empezado a salir, nos haríamos las sorprendidas. Todos nos conocíamos desde que éramos unos críos, buenos ahora teníamos 17 años, tampoco hemos cambiado demasiado.

Ian llegó al poco rato, nos dijo que sus zapatos se habían escondido debajo de la cama.

-¿No será que los perdiste tu solito, porque eres un desastre?- le preguntó Marcus en un tono jocoso. Ian nunca admitiría que era un verdadero desastre.

Ian le ignoró olímpicamente, Abby y yo le conocíamos desde hacía un año, era camarero en un restaurante en el centro de la ciudad, a Abby le pareció muy guapo. Él tenía el pelo negro y rizado, y tenía unos ojos negros, rasgados muy profundos, Abby se puso muy nerviosa y le tiró su batido de vainilla encima, yo me empecé a reír y Abby casi me mata. Nos disculpamos, pero Abby insistió en comprarle una camiseta nueva, él dijo que no hacía falta, pero que si quería comprarle ropa que no se cortara. Así fue como una tarde de verano acabamos de compras con un desconocido.

-¿Por dónde empezamos? ¡Yo digo que por la noria!- dijo Marcus.

-¿La noria? ¿es enserio?- se empezó a reír descontroladamente- ¿que eres, un abuelo? empezaremos por ese.- señaló una atracción , si es que se puede llamar así, porque lo único que yo veía eran un montón de carriles, sin una trayectoria concreta, y un par de asientos. ¿De verdad, eso era legal?

Antes de que pudiera negarme, Lily ya me estaba arrastrando allí. Piensa en los regalices, me dije.

Nada más llegar, nos recibió un hombre, pidiéndonos que nos colocáramos en los asientos. Eran asientos por parejas, Marcus y Selena se sentaron juntos en la parte trasera, Abby y yo en medio, por la tanto Ian iría solo, eso pensaba, hasta que un chico, que parecía de nuestra edad se sentó a su lado, justo delante de mí.

El final de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora