6: Plumas acuáticas.

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No miento al respecto: lo que me hacía sentir, era incómodo

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No miento al respecto: lo que me hacía sentir, era incómodo.
Me costaba asimilar que era posible verme atraído por una criatura como él, cuya mente era un espléndido enigma.

¿Qué pasaba por su cabeza cada que nos encontrábamos?

Tenía una respuesta un tanto aislada, pero yo quería profundizar y saber si él era capaz de entender lo que hacíamos.

Quizá yo era un depravado que veía un magnetismo donde no lo había, o tal vez él sentía lo mismo; una curiosidad inquietante que se mezclaba con una fuerte atracción que me hacía querer estar cerca todo el tiempo.

Podría culpar a mi soledad, y a la de él, porque en ese lugar solo nos teníamos el uno al otro.
Supongo que era lógico terminar en un sentimiento compulsivo hacia lo único con lo que podía interactuar; pero muy en el fondo, sé que él y yo éramos el uno para el otro, solo que la despiadada naturaleza no comprendía nuestro amor.

Hubo un momento en el que pasábamos todo el día juntos; el tritón siempre estaba a la orilla del mar, esperando a que amaneciera para volvernos a encontrar.

A mí también me emocionaba verlo cada mañana; se sentía bien saber que alguien estaría ahí, sin importar si había una tormenta o si pasaban muchas horas antes de vernos de nuevo. Él permanecía en el mismo sitio, todos los días.

Cuando salía a verlo, dejaba de importarme si éramos distintos.
Había tantas cosas que quería enseñarle, que no podía esperar para acercarme, y me encantaba ver sus reacciones hacia todas las sensaciones que desconocía.

Una de las veces en que nos encontramos, estaba sentado en el hielo; el tritón lucía entretenido persiguiendo unos cuantos peces. No los estaba cazando, más bien, parecía jugar con ellos,  desplazándose de un lado a otro, con cierta rebeldía.

Como nadaba muy cerca de la superficie, podía ver ese vaivén que hacía con la cadera para impulsarse; su espalda se arqueaba cuando metía la pelvis, y volvía a la normalidad en cuanto empujaba la cadera hacia enfrente.
Era un movimiento hipnótico, que me hacía sentir un cosquilleo en el vientre cada que lo apreciaba.
Resultaba emocionante ver la forma en que se movía, con la gracia de un cisne.

Quise que se acercara a mí, así que simplemente le silbé para retener su atención.
Él no tardó en detener su juego; me observó unos segundos y finalmente se acercó.

Amaba que interrumpiera cualquiera de sus actividades para ir conmigo, porque yo quería sentir que teníamos una conexión real, y así era.

La criatura quedó al borde del hielo, sosteniéndose de la orilla para facilitarse el trabajo de estar a flote.
Me miraba con tanta dedicación, que simplemente me derretía el alma.

Azomé la cabeza un poco, para observar su cola meciéndose de enfrente hacia atrás; era realmente hermoso.

Le sonreí antes de pasar mi mano por su rostro, para acariciarlo debajo de la barbilla.

Él solo levantó el mentón para darme más acceso; cerró los ojos y emitió ese curioso sonido que salía de su boca cada que algo le gustaba.

—¿Te estás divirtiendo, hermosura? —dije.

Su piel fría parecía un imán al que quería permanecer pegado todo el tiempo, porque era suave; me mantenía cuerdo tocar algo similar a un humano.

El tritón arqueó ligeramente sus cejas; yo sabía que le gustan esas caricias, así que era un acto recíproco para ambos.

Me era difícil acercarme mientras él seguía en el agua, por lo que se me ocurrió sacarlo de ahí; esta vez sin violencia ni forcejeos.

Alejé la mano de su cuello, y él rápidamente abrió los ojos, desconcertado por la interrupción de su disfrute.

—Ven aquí —di pequeños golpes en la nieve firme, esperanzado de que me entendiera.

El tritón observó mi mano y ladeó el rostro; no parecía muy familiarizado con esa acción.
Volteó su mirada hacia mis ojos, se acercó aún más a la orilla, levantó una de sus manos y repitió mi misma acción.
Golpeó el hielo con suavidad, observándome como si buscara aprobación.

Fue impresionante descubrir que él podía aprender por imitación, porque por mi mente pasaron muchas cosas que quería que repitiera.

—Vamos, ven —insistí, volviendo a golpear el hielo de la misma forma.

Silbé como lo hice al principio para llamar su atención, y él inmediatamente fijó su vista en mi mano.
Detuvo su movimiento; parpadeó dos veces, y se mantuvo quieto un rato, antes de apoyar las manos en el suelo firme para impulsar su cuerpo hacia afuera, sentándose en el hielo y dejando parte de su aleta en las profundas aguas.

Lo miré sorprendido y sonreí entusiasmado; hasta ese punto, estábamos progresando en nuestros intentos de comunicación.

—¡Eso es! —solté, subiendo bruscamente el tono de voz.

La criatura se sobresaltó por el ruido, pero intenté calmarlo acercándome hacia él.

—Eres tan listo —dije.

Acaricié su mentón interior a modo de recompensa, y el tritón volvió a ronronear.

Lo tenía tan cerca, que era fácil ver el latir de su corazón a través de su piel, que parecía bombear a gran velocidad.

Bajé mi tacto hacia su cuello, y poco a poco descendí para tocarle el pecho.
Mis manos estaban heladas, pero eso no le importaba, pues seguía regocijante por las caricias.

Su respiración comenzó a cortarse un poco, y cerró los ojos mientras mis dedos seguían repasando su torso.
De vez en cuando pasaba por su cintura y su vientre; ahí parecía disfrutar más, pues se estrenecía con el roce.

—¿Te gusta? —pregunté sonriendo por lo obvio de la respuesta.

Estar cerca de él era diferente a cualquier cosa que haya podido experimentar; esa criatura sentía placer como cualquier otra especie, pero su satisfacción en particular, me resultaba mucho más interesante que la de una persona.

Estar cerca de él era diferente a cualquier cosa que haya podido experimentar; esa criatura sentía placer como cualquier otra especie, pero su satisfacción en particular, me resultaba mucho más interesante que la de una persona

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