Capítulo 43. Sinceridad

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Han pasado dos días desde que cometí la estupidez de preguntarle a Edgar si tenía algo que decirme. Jamás debí hacerlo. No entiendo por qué pensó que sería buena idea contestar a esa pregunta con total sinceridad. No comprendo por qué me contó un secreto tras otro. Jamás me imaginé que un ángel como él podía tener secretos.

Diego siente una atracción por él, muy probablemente mi jefe este enamorado del amor de mi vida, muy probablemente Diego siga coqueteándole cada vez más hasta que él llegue a ser suyo pero ese no es el problema.

Daniela y Edgar hablaron, arreglaron las cosas entre ellos. No sé cuándo ni cómo pero eso sucedió, no quiero ni imaginar qué cosas se habrán dicho. Seguramente Daniela le insistió en regresar, seguramente le suplicó y le llenó la mente con más mentiras. Pero Edgar no cambió de opinión, habló con ella para arreglar su relación y le contó que ahora vivimos juntos así que haya hablado con Daniela no es el problema.

Mariana sigue mandándole mensajes de vez en cuando, seguramente cuando la pobre se siente solitaria y con falta de amor le escribe a mi chico. Tampoco quiero imaginarme qué cosas tendrá la costumbre de escribirle, pero a Edgar no le importa ella así que eso tampoco es un problema.

Lo que me preocupa es lo último que me dijo; de todo el tiempo que mi chico lleva de vida hasta ahora le han dicho la cruda verdad: Su padre no es su padre. Su madre ha tenido una aventura con alguien y de ahí nació él. Lo peor es que eso se lo ha dicho aquella persona que él adopto como una figura paterna. Pero por más fuerte y triste que sea ese tema, ese sigue sin ser él problema.

El problema es que yo sé muy bien quién es su verdadero padre. El problema es que somos hijos del mismo hombre. El problema es que su madre tuvo una aventura con mi padre y ese es un secreto que sólo sabemos tres: Su madre, mi madre y yo.

El problema es que yo nunca le dije nada al amor de mi vida que a la vez es mi hermano, me quedé callado. Ignoré completamente este gran problema por meses y ahora este mismo asunto regresa para atormentarme.

Cada vez este problema me pesa más y sé que tarde o temprano la verdad se sabrá. Todo cae por su propio peso y este asunto está por caerme encima y matarme. Lo peor es que jamás se lo dije y cuando esto se sepa él va a odiarme por quedarme callado.

Él me preguntó hace dos días si yo tenía algo que decirle a él, me lo preguntó después de confesarme todos los secretos que me guardaba. Y yo contesté que no. No tuve el valor, no fui lo suficientemente hombre como para decirle: "Edgar, somos hijos del mismo padre, eres mi hermanastro y de todos modos te sigo amando, porque estoy enfermo."

No, no pude atreverme a decir algo así, simplemente negué como siempre y deje que sus besos me hicieran olvidar algo que tengo marcado hasta en mi ADN. Debí habérselo dicho en cuanto me enteré, debí contárselo en vez de fingir que nada pasaba.

Lo peor de todo es que estoy en una situación en la que ni siquiera sus besos pueden hacerme olvidar, sus besos ahora me queman, cuando me toca siento que no lo merezco, me siento mal, no es porque sea mi hermano, me siento mal porque se lo estoy ocultando.

No he podido dormir nada en estos días; estas noches Edgar llega a mi cama, me abraza, se acurruca conmigo, me besa y le correspondo como si realmente fuera la última vez que voy a sentir sus labios. Después se queda dormido y yo me quedo pensando en el asco de persona que soy hasta que amanece. Él despierta y entonces me doy cuenta que no dormí nada.

Me he mostrado muy cansado y preocupado por algo, también tengo falta de apetito y Edgar lo ha notado. Él cree que es por Diego. Me abraza seguido, me llena de besos y me recuerda a cada rato que me ama. Él cree que eso va a arreglarlo, pero sólo me hace sentir peor.

Vaso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora