Capítulo 17. Hielo.

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Algo había cambiado en su relación después de que ella lo había perdonado. Aquella tensión de estar a la defensiva todo el tiempo se había esfumado y ella supo que así se sentía el perdón. No era que hubiese olvidado todo, y quizá eso le llevaría mucho tiempo, quizá años, pero el ya no tener rencor contra él, la sensación de querer fulminarlo con la mirada, había desaparecido.

La guerra había terminado hacía cuatro años y ella había luchado para que no hubiera distinciones entre sangre puras y nacidos de muggles, para que pudieran convivir en paz; e irónicamente, había estado reacia a dar ese paso con Draco. Fue hasta que lo vio casi arrodillarse, completamente humillado suplicando su perdón que su mente hizo el clic que necesitaba para sacarla de su egoísmo. Era consciente que poco a poco ella había ido bajando la guardia, pero el momento que realmente había marcado un antes y un después con él había sido ese viernes hacía una semana ya, en la que había sentido como si le hubieran lanzado una bofetada mental para hacerla reaccionar.

En ese momento, por unos milisegundos, su mente casi la había traicionado al decirse que él únicamente estaba buscando su perdón para con eso mejorar su reputación ante la comunidad mágica, pero inmediatamente había descartado esa idea recordando que en Hogwarts, posterior a la selección, él se había sincerado diciéndole que ya no tenía relevancia para él lo de los estatutos sanguíneos. Cuando le dijo que lo perdonaba, él le había dado un sentido gracias y se había aparecido, algo que había agradecido pues había quedado con un cúmulo de sentimientos a flor de piel que solo había podido aliviar llorando. Hacía muchos años que no lloraba así, probablemente desde que había llorado a Tonks, Lupin, Fred, Colin... la lista seguía.

Esa noche durmió mejor que en muchos años, cómo si el haber descargado su alma y haber perdonado a Draco le hubiera quitado un gran peso de encima.

El domingo primero de septiembre estaba analizando que ya había pasado un mes de los tres que el ministerio les otorgaba para planear el casamiento y entre ellos aún había temas pendientes de tratar. Estando más enfocada con los documentos de las empresas Malfoy, ella y Draco no habían tenido tiempo de hablar de la boda y la inseminación artificial, pero sabía que era una conversación que no podrían retrasar mucho tiempo más.

Después de la boda de Blaise, Hermione sentía que no tenía cabeza para asistir a otra boda más y por eso había rechazado ir a la ceremonia doble de las gemelas Patil con sus respectivas parejas, a celebrarse en dos semanas. Definitivamente solo iría a la de Ron, si es que la invitaba, y a la suya propia porque no le quedaba de otra.

A raíz de lo que había dicho Draco sobre que ella eligiera cómo deseaba casarse, lo había estado pensando con detenimiento los últimos días y en definitiva no quería una gran boda, tampoco quería periodistas, a lo sumo sus padres, los Potter y quizá los Malfoy. Se preguntó si Narcissa Malfoy apoyaría esa moción. Hermione se percató en ese momento que nunca le había preguntado a Draco por lo que opinaban sus padres de toda esa situación. No podían hacer nada pero le gustaría saber a qué se enfrentaría como nuera, esperando que en realidad no tuviera que relacionarse mucho, o nada, con ellos.

Recordó que Blaise había amenazado con cortar los lienzos de los retratos de sus familiares si decían algo contra Susan durante la ceremonia, pero Susan era mestiza. En este caso, ella era de una categoría inferior y con una sonrisa malévola se preguntó, qué le haría Draco a los suyos para evitar los insultos. Esa idea de Marchbanks era tanto o más absurda que el hecho de hacer promover la mezcla de sangre mágica para fortalecer los genes de los futuros magos.

Susan no había llevado una túnica para bodas sino una de gala en color azul y según había escuchado, Lisa tampoco usaría nada de lo tradicional. El vestido palo rosa que había usado para el enlace de los Zabini le había gustado tanto que Hermione pensó que podría repetir el atuendo para sus propias nupcias. De todos modos no tenía por qué comprar algo para una actividad a la que no acudía por su voluntad propia. El negro podría ser el color ideal puesto que no se diferenciaba de un funeral, aunque tenía presente que ya no sentía por Draco la animaversión de hacía un mes. Se habían llevado tan bien los últimos siete días que en realidad solo necesitaban firmar los documentos legales para que él se mudara al apartamento.

Pensar en convivir la llevó al siguiente tema. En cierta manera se sentía extraña por pensar en la inseminación artificial. Nunca había estado íntimamente con algún hombre, ni lo estaría si tomaba en cuenta el juramento inquebrantable que debía hacer para guardar fidelidad. El pensamiento de que aún estaba a tiempo de remediar esa situación le puso los pelos de punta. Lamentablemente no tenía siquiera un posible candidato para hacer algo así, ni siquiera al fanfarrón de Cormac McLaggen con quien se había topado algunas veces en las últimas semanas y que cada vez que la veía, no desaprovechaba la ocasión de coquetearle a pesar de que se había casado con Romilda Vane meses atrás; el descarado ese, bufó.

Durante las pocas semanas en las que había sido novia de Ron antes de irse para Australia, él jamás había intentado ir más allá con ella; es más, escasamente se habían besado, pues habían estado con la cabeza en otras cosas, entre funerales y apoyar a sus seres queridos. El distanciamiento había dejado evidencia de que lo suyo no era un amor real.

Hermione se levantó y fue al minibar de Draco en la cocina. No acostumbraba tomar alcohol pero en ese momento tenía necesidad de algo fuerte. Buscó un vaso pequeño, agregó unos cubitos de hielo y luego vertió un poco de whisky de fuego. Removió un poco y tomó, pero el líquido ambarino le quemó la garganta, provocando que ella hiciera unas muecas de disgusto. Así la encontró Draco.

—Veo que llegué en buen momento —le dijo en son de broma.

—No sé ni qué estoy haciendo. Esto no sabe bien —repuso luego de toser un poco.

—Es porque no lo estás tomando de la forma adecuada. El hielo bloquea su aroma y sabor.

—¿Qué haces acá? —le pregunto vertiendo el whisky en el fregadero para luego ver a Draco hacer una cara de terror.

—Ese whisky vale muchos galeones, Granger, y tiene treinta años de añejado.

—Estaba estropeado con el hielo; tú mismo lo dijiste —respondió con gesto despreocupado.

—¿Y a qué se debe que estés estropeando y desperdiciando el whisky de las bodegas Malfoy?

—Algo personal —le dijo para salir del paso, pero sentía sus mejillas a arder. Jamás se atrevería a decirle que estaba entrando en depresión por no tener con quién perder su virginidad antes de casarse con él. No era falta de confianza, que por supuesto no la tenía con él, pues ni con Harry y Ginny hubiera comentado la situación, sino más bien por vergüenza debido a lo superfluo del asunto—. No respondiste a mi pregunta. ¿Por qué estás acá?

—Cierto... —De pronto se veía nervioso—. Estaba pensando que... si no tienes otros planes... podríamos hablar de la boda...

Hermione se sorprendió por que hubieran estado pensando exactamente lo mismo ese domingo.

—Está bien. Prepararé el almuerzo y luego hablamos.

—Te iba a proponer que más bien Cavell nos trajera algo de la mansión. Obviamente si estás de acuerdo; preferiría que no cocines hoy.

—No hay problema —aseguró esbozando una sonrisa.

Hermione no podía dejar de sentirse en conflicto al percatarse una vez más que el niño que la había atormentado durante años había desaparecido completamente. Era casi como si fueran amigos. Ya no lo odiaba y eso era un alivio puesto que estaba sentada en la misma sala con él y en poco tiempo tendrían que convivir juntos, pero esa personalidad tan desconocida para ella, no dejaba de asombrarla. En ese momento se percató que le gustaba mucho ese Draco atento... pero inmediatamente envió ese pensamiento a lo más profundo de su mente. Una cosa era que lo hubiera perdonado... otra muy distinta era siquiera pensar en que él pudiera gustarle.

 otra muy distinta era siquiera pensar en que él pudiera gustarle

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