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CAPÍTULO 19. DANIEL
—Son las nueve menos cuarto, ya te puedes dar vida. Seguramente haya fila.
Escuché con los ojos bien abiertos a Pol. Tenía que irme y sin decir nada más, solo sonriendo a Valen buscando su comprensión (la encontré),  eché a correr. Debía hablar con Eloy.
Salté por encima de uno de los troncos que rodeaban el fuego. Esquivé las mesas de picnic. Y escuché a alguien revolotear detrás de mí.
—Para, para. No estoy para hacer footing. —Me giré sin dejar de mover los pies para ver a mi compañero de habitación con los pulmones casi por los suelos.
—Que suerte, no tienes la obligación.
Por su culpa casi me estampo contra un árbol.
—Va, para, tengo que hablar contigo. —insistió.
—Tengo que llamar a alguien, Tobías —repliqué.
Me paré de golpe al ver a fila de seis personas detrás del teléfono azul y Tobías se dio de bruces contra mi espalda. Sentí sus manos tocándola de una forma rara, fruncí el ceño.
—Tío, estás fuerte.
Lo miré con cara de: "¿pero qué diantres?".
—No me va a dar tiempo, quedaran unos diez minutos. —murmuré no suficientemente bajo.
—Es cierto. La gente pilla unos capazos...
—¿Y tú ahora que dices de capazos?
Si lo de antes era un ceño fruncido, ahora estaba en modo uniceja.
—Vale, señor perfecto. A lo mejor no está perfectamente usada, la próxima vez diré coger  y  no, pillar. Pero se sobreentiende.
—No, no se hace.
Sus ojos comunes se abrieron de verdad, reflejando auténtica sorpresa, mientras yo estaba entre frustrado por no poder hablar con Eloy (mi hermano) y cabreado por tener que recibir explicaciones. Miré nervioso a esas personas que seguro llamarían.
—Hostia, pues si que es de Aragón pues. ¿No tienes ni idea de que es?
—¿No es evidente? —pregunté borde.
—Uh, relaja Rojas, te estás poniendo tenso.
—Estoy nervioso, quiero hablar con mi hermano. —El mohín que hice con los labios no me permitiría afirmar que era maduro.
Me rodeó los hombros con su brazo.
—Te voy a decir lo que significa, para que desconectes. Mira, ya hay gente que va peor —señaló con la cabeza a las dos chicas que había esperando por detrás—. Si yo fuera vosotras, me iba desayunar, toda esta gentuza que espera en la fila se acabará lo bueno antes de que lleguéis, y encima no os va a dar tiempo a llamar. Sorry not sorry.
Las chicas lo miraron fatal y se marcharon.
—Ya me pedirán luego el Netflix, ya. —murmuró con una risilla al final.
—¿Netflix?
—¿No me digas que tampoco sabes lo que es? —fingió sorpresa con toda su cara redonda—. Es de lo que te quería hablar ayer por la noche.
—Lo dices como si fuera yo el que se quedó frito nada mas tumbarse.
—Envidioso —se defendió—. La leche con galletas me da sueño.
—¿De dónde la sacaste?
—Me adoran en la cocina.
—¿Me pueden adorar a mí también? —le pregunté.
—No creo, tienes que ser encantador.
—Tú no eres encantador.
—Que mal te sienta madrugar... Soy mejor que encantador, soy un genio. Y lo sabrías si me escucharas ahora.
—Tengo que llamar a Eloy, mi hermano. Y tienes que explicarme lo del capazo, a Valen le hará ilusión saberlo.
—Tu novia es una chica muy maja...
—Empieza. —le corté.
—A ver, coger un capazo es cuando te encuentras a alguien por la calle y te paras a hablar mucho, mucho rato. Lo suelen hacer las madres, o las abuelas. Estas nuevas generaciones son más escuetas.
—¿Y porque coger un capazo?
—Eh, no lo sé. —dijo como si fuera lo más obvio—. Yo soy de las nuevas generaciones, no sé esas cosas.
—Genial —dije con ironía—. Mi compañero Toby es un medio informado.
—Puedes llamarme amigo Todd.
Le sonreí con sinceridad. La verdad es que me caía bastante bien.
—Amigo Toby. —dije picándolo.
—¡Ya lo hablamos, es un nombre de perro!
—Oye Toby, ¿crees que tu abuela me dejará llamar si al final acaba el tiempo? —quise saber.
—Lo dudo, es una arpía.
—Eso está muy feo. —lo reprendí.
—Tienes razón —puso cara apenada (fingida)—. Luego me disculpo con mi abu.
—¿Entonces es imposible que me deje?
Quedaban cuatro personas y seis minutos.
—Sí, pero tu nuevo amigo te va a resolver la vida. Está noche me ayudas a recoger la mercancía. Te veo a las doce vestido de negro detrás de nuestra caseta. Ven solo. Tenemos que aprovechar que hoy dan una fiesta los del 6B.
—¿Cual es la 6B?
Abrió la boca.
—Me duele que de todo lo emocionante que te he dicho, tú preguntes esa nimiedad.
—No me ibas a contestar a ninguna pregunta.
Se llevó una mano a la boca emocionado. Y enganchó su brazo al mío.
—Vámonos amigo, te digo lo mismo que a las chicas.
Traté de negarme pero fue imposible. No era tan imbécil como para saber que no me iba a llegar. Confiaba en Tobías, si el decía que me iba a solucionar la vida, lo haría.
—Está bien, pero vamos a por Valen y luego a la ver las actividades del mes.
—Si queréis os las puedo decir yo...

***
En este capítulo quiero darle las gracias a mi hermana, por darle vida a Tobías, la historia no sería la misma sin él.

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