C A P I T U L O 30.

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Después de esa situación vergonzosa que pasé con Delia en el hospital, ella comenzó a comportarse diferente. Parecía que trataba de ser positiva, verme muy vulnerable fue algo que no le agradó, estaba intentando esforzarse, así estuvo durante semanas.
Logré dormir gracias a que me puse de acuerdo con su mamá para que yo pudiera estar más tranquila, y me recuperé de todos los síntomas que tenía.

Volví a la escuela para poder actualizar a Delia sobre sus tareas y trabajos, lo mejor era que me dijo que si se quería graduar. Casi le pagaba a toda la escuela para que hicieran las tareas y trabajos atrasados de Delia y míos. Estaba a punto de reprobar y no graduarme de nuevo, pero gracias a todas las tareas que me hicieron seguía teniendo calificaciones estables. Convencer a los maestros de aceptarme los trabajos era algo común en mi vida escolar.

El puto señor que me chocó, le tomó fotos a las placas del carro para denunciar lo que había pasado. No dejó pasar lo del parabrisas, pero de todos modos terminó perdiendo porque tuvo que pagar. Aunque la denuncia se sumaba a las demás que tenía.

Pasaron semanas y dieron de alta a Delia. Me prometió que ya no iba a dejar que pasara por lo mismo, ni a sus padres, porque entendía nuestro dolor y que iba a tratarse con otros psicólogos.
La iba a seguir cuidando a pesar de sus palabras y la defendería a toda costa de todos los que la ofendieran, ella tenía que ser feliz. La amaba y no podía permitirme perderla, tenía que estar con ella.

Pasé mi brazo por encima de sus hombros mientras caminábamos por la escuela rumbo a su clase. Varias miradas se posaron sobre nosotras, pero cualquiera que dijera una sola palabra sobre lo sucedido, se tenía que olvidar de su rostro. El rumor se expandió por toda la escuela, por lo tanto la mayoría sabían que Delia había intentado quitarse la vida.

Delia estaba nerviosa de volver a clases, pero la motivé diciéndole que faltaba muy poco para la graduación. Cuando entramos, la mirada de sorpresa de Ana y sus secuaces no se hizo esperar, las ignoramos y tomamos asiento alejadas de ellas.

—Oigan... —quiso hablarnos una chica en cuántos nos sentamos, pero la interrumpí.

—Si dices una puta palabra, te juro que te rompo toda tu cara —le advertí. No me podía arriesgar de que alguien dijera algo hiriente.

La chica se cambió de lugar espantada por mis palabras.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté a Delia.

—Muy extraña, no me gusta estar aquí —acarició su brazo ansiosa.

—Estaré contigo en todo momento —La abracé —Puedo hacer que te cambien de salón si tú quieres.

—No, está bien, ya casi salimos, así que puedo soportarlo —me correspondió el abrazo.

—Mañana mismo me cambio a esta clase.

—No hace falta, en serio, solo hay que tener paciencia —nos dejamos de abrazar para vernos.

—¿Estás segura? Me da miedo dejarte aquí con esas bestias —claro que me refería a Ana.

—Si pasa algo, te llamo, ¿De acuerdo? —me sonrió para que me aliviara.

—Está bien —le di un beso corto en los labios —¿Entonces seguimos siendo novias? —le sonreí esperando tener una respuesta afirmativa. Y es que no podía seguir aguantando el maldito tiempo.

—Si, lo somos —me volvió a dar otro beso y me alegré.

—Después de la escuela te llevaré a un show que hay en la ciudad para que te distraigas un rato, la verdad no sé que tan bueno sea pero vamos a juzgarlo juntas.

Experta en ilusionar (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora