Cαpı́tulo 22

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Vegetta tuvo tres días para pensar mientras estuvo en el agujero y se consternó cuando pensó en los golpes que le había dado a su amante y en las contusiones, en las despreciables mentiras que le había escupido. Nunca se había odiado más a sí mismo.

No estaba tan seguro de que Quackity estuviera a salvo después de todo. Este no era el modo que se supuso que sería. Deshacerse de Quackity no significó una ausencia forzada para sí mismo donde no podía proteger a su compañero de celda. Esta jugada había sido inútil. Habría sido mejor ofrecer su vida a Perxitaa, exigiendo una promesa de que el chico permanecería ileso. Podría hacer esto cuando regresara.

Su vida valía poco aquí.

Cada día vivido era un sobreesfuerzo en este lugar donde podrías conseguir una puñalada en la espalda en cualquier momento. Llevaba menos de una cuarta parte de su condena y todavía le quedaban cuatro años para una audiencia de su libertad condicional. La posibilidad de una vida fuera de estas cuatro paredes parecía irreal.

La única cosa que podía tener sentido en su vida en este momento era Quackity. Tanto como se decía que no era factible o correcto el ser su compañero de celda, pero al final se sumía por las paredes sin él. Recordaba su toque, su gusto y estar dentro de él y creyó que se volvería loco con su necesidad. No sabía lo que iba a hacer además del sacrificio de su propia vida por el menor.

Salió del agujero con los nervios destrozados, fulminando con la mirada a cualquiera que se atrevía a mirarlo cuando subió la escalera precipitadamente para llegar a su celda y al hombre que había rechazado cruelmente. Pero Quackity ya no estaba allí, aunque sus cosas todavía estuvieran en la celda. Vegetta salió y permaneció de pie en la barandilla, mirando en la sala de recreo, buscando a su compañero, pero sin encontrarlo. Mangel subía las escaleras, sonrió a Vegetta cuando lo vio y lo abrazó para su sorpresa.

— ¿Dónde está Quackity? —Preguntó ansiosamente, retrocediendo.

— En el hospital.

Vegetta cerró sus ojos, sus nudillos se volvieron blancos al agarrarse de la baranda.

— ¿Qué pasó?

— Alguien lo atacó en la biblioteca, apuñalándolo en la espalda.

Vegetta agachó su cabeza, mordiéndose el labio con fuerza.

— ¿Qué he hecho? —Refunfuñó.

Se enderezó mientras Perxitaa andaba abajo, sonriendo con satisfacción.

La estratagema de fingir que Quackity no era nada para él había provocado que le saliera el tiro por la culata espectacularmente. Todo lo que había conseguido era que casi mataran a su compañero de celda.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora