𝑻𝒉𝒆 𝒍𝒆𝒕𝒕𝒆𝒓

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Seto Kaiba y Joey Wheeler eran de aquellas parejas que a simple vista podían considerarse un problema en mayúsculas. ¿El por que? Fácil: ambos eran completamente distintos entre sí. Mientras el castaño mostraba una actitud distante, egocéntrica y altanera el rubio era todo lo contrario, en sentidos literales para ser exactos. Joey no tenía vergüenza al ridículo, en más de una oportunidad logró descolocar al ojiazul solamente con algún comentario algo "fuera de lugar". Y aún con todos los pronósticos en su contra, cumplieron varios años de pareja hasta que se casaron y formaron una familia.

Cabe aclarar que dependiendo a quien se le consulte la respuesta va a ser diferente. Si hablan con Wheeler, es probable que su ego le haga decir que fue él quien le pidió matrimonio a Kaiba, poniendo de cómplice a Mokuba, su cuñado. Pero en tanto hablen con el castaño, claramente dirá que fue él quien tomó la iniciativa. La verdadera respuesta la tiene el menor de los Kaiba, aunque nunca sabremos a quién ayudó en realidad.

Los meses pasaron, ambos por cuestiones de la vida y por unas vacaciones obligadas dictadas por parte del rubio al castaño, acabaron en México a finales del mes de octubre. Los preparativos para las fiestas de Halloween llamaron la atención de Joey y algo desde lo profundo de su corazón le decía que tenía que hacer algo para conmemorar esa fecha del "Día de los muertos".

— Una carta...

Aunque suene ilógico, Joey logró dedicarse a la escritura. Publicó varias obras que tuvieron un buen reconocimiento a nivel local y quizá (si su orgullo se lo permite, claro está) se expandiría a niveles mucho más altos con la ayuda de Kaiba...aunque todos sabemos que el castaño ya estaría haciendo todos los negocios pertinentes para que el nombre de su esposo resuene en cada rincón del globo.

El primero en despertar esa mañana como era habitual era Seto. Aunque estuviera de vacaciones su empresa estaba por delante de todo. Encendió la computadora y se percató de un archivo abierto pero con las hojas en blanco. Supuso que era algo de Joey y no le dió muchas vueltas, aunque en el fondo la inquietud le abrumaba. Hizo sus cosas empresariales y luego de una hora se acercó hasta la cama a despertar al rubio que estaba perdido en el décimo sueño, roncando plácidamente.

— Wheeler, despierta. Si viniste a dormir te hubieras quedado en Japón..  - bufó con molestia, dejando un casto beso en la frente de Joey, despejando poco a poco los cabellos que cubrían sus párpados - El desayuno llegará en cinco minutos.

— Podrías llamarme "amor" de vez en cuando. No muerdo, Kaiba... - el ojimiel chasqueó la lengua y buscó llegar a los labios del castaño, guiándose por su mano ubicada en la mejilla de Seto - Buenos días, mi amor.

— Buenos días, Joey. Oye ¿Que es eso que dejaste abierto en mí computadora? Es un documento en blanco... - cuestionó arqueando una ceja mientras se sentaba en la cama con más manos entrelazadas - ¿Tienes algún bloqueo mental que no te deja escribir?

Joey frotó sus ojos con sus manos y de la misma forma se sentó en la cama, cruzando las piernas en una postura de loto y largando todo el aire acumulado en sus pulmones. El sabía que esa pregunta iba a llegar y más tarde o más temprano, tendría que confesar.

— Desde que llegamos a éste lugar, la verdad es que tengo una corazonada. Sé que no crees mucho en esto pero siento que ambos debemos hacerlo, Kaiba... Verás, hay varias tradiciones sobre este día y quizá podamos...ya sabes, recordarlo a él.

Los ojos azules de Kaiba miraron a Joey con sorpresa. ¿El aún extrañaba a esa persona? Era una respuesta con un enorme "sí" en medio de tantas dudas. ¿Y cómo culparlo? Aquella persona había sido muy importante para Joey, para Anzu, Yugi y hasta para el mismo Seto Kaiba. Y era algo a lo que ni el CEO podía escapar.

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2022 ⏰

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