Historia de un amor

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Le dió un codazo mientras con una sonrisa confidencial le indicaba a su hermana mayor lo que había enfrente.

Imelda al sentir el golpe alzó la vista y dislumbró a un chico que se asomaba por uno de los muros de la calle. Según el joven, nadie podía verlo, pero al sentir la mirada de las chicas, asustado se volvió a esconder.

-No puede ser.....- gruñó molesta al tiempo que oía la obvia carcajada que Elena contenía al presenciar la escena.-....otra vez él.

Tenían 17 y 21 años correspondientemente.

-Ve y habla con él.....- sugirió la menor divertida.

-Aggh ¿Porque no vas tú?

-Imelda ¿Que dices? Sabes que estoy comprometida.

-Con un tonto que ni siquiera se ha molestado en tallar tu collar.

Imelda le molestaba que a su hermana ya la hubieran obligado a ceder su collar atándolo alrededor del inepto, insecto, parásito y vulgar de su prometido y ella aún no hubiera recibido algo a cambio.

-Sabes que no puedo, papá ya me arregló con.....

-Pues yo no pienso casarme.....- vió sin asombro como el chico se asomaba de nuevo para ver si ellas se habían alejado, pero al comprobar que seguían paradas ahí, se volvió a esconder con un sobresalto.-Menos con él.- dijo con hastío.

Aquel simple sujeto de 22 años pertenecía a la docena de alumnos que entrenaban en en los terrenos lejanos de la ciudad.
Una academia para Maestros Agua al servicio de los exteriores del Castillo Real.
Las hermanas se dirigían a otro sitio, exclusivo para que las mujeres Maestras Agua estudiaran curación.
Pero como todos los días, se encontraban a ese fulano que ingenuamente creía no ser visto entre los muros de la calle de hielo.

"Cero", era su famoso apodo dado por sus compañeros de entrenamiento.
Decían que no era más que un cero a la izquierda, ya que era el más débil y lento de la clase, sin pertenecer a ninguna familia prestigiosa ignorando el hecho de que por esfuerzo propio logró a duras penas aprobar y entrar a la categoría.

-Es mejor pretendiente que el mío. - se quejó Elena con un puchero.

-Si.- dijo sin importancia- Ya vámonos, llegaremos tarde a la clase de curación.- miró la esquina de la calle que solían tomar. Con un soplido desdeñoso volteó la cara y avanzó decidida.-...Y mejor tomemos otra ruta.

-¡E-esperame! Recuerda que debemos ir acompañadas.

Casi tropezando, corrió para alcanzarla.
Elena sabía que su hermana era alguien difícil de tratar:

No le gustaba que decidieran por ella o la obligaran a hacer cosas.
Apreciaba su poca independencia porque estaba consciente de ser una Maestra Agua y no iba a desperdiciar la poca educación que tenía permitido por un vacío matrimonio. Sabía que podía llegar lejos por su propio esfuerzo.

Todos sabían de su carácter fuerte y dominante que en más de una ocasión llegó a ser considerada alguien pesada, pero para los hombres, que sólo se fijaban en lo superficial, su belleza llegaba a opacarlo hasta cierto punto.
No era sorpresa ver a muchos pretendientes esperando en su puerta para entregarle su collar de matrimonio y terminaran siendo rechazados de la forma más seca y apática posible.

Imelda era una mujer morena de 21 años, con cabellos negrisimos que caian en la cintura trenzados en un lindo cordón azul celeste. Sus grandes ojos marrones y labios rosados le daban una belleza inmesurable, pero lo que realmente hechizaba su mirar eran esas cejas marcadas.

Inegablemente era la mujer más bella de la Tribu Norte, incluso decían más hermosa que la princesa María.
Todos los hombres estaban encantados de su estética y su padre estaba al tanto de ello, por eso tomó la decisión de nunca dejarla completamente sola a pesar de sus constantes quejas.
No quería que cualquiera de la calle la enamorara y la "echara a perder".

AVATAR HiroguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora