Capítulo 7

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Jimena: Y a ustedes les ha ido muy bien el primer día de clases, ¿no?


Culebra y Alex se encogieron de hombros.


Jimena: ¿Se han metido en algún lío? – me preguntó Jimena.

Yo: No, nos han sacado de uno – sonreí mirando a Alex y luego a Culebra.


Seguí curando a Culebra hasta que escuché que Jimena hablaba con Lucía de una sorpresa, y se escuchó la puerta abrirse.


Lucía: ¡Papá! – gritó acercándose a la puerta.


Los demás nos giramos hacia ella y nos acercamos a la puerta. Pero al llegar Lucía se separó del que supuse que sería Silvestre y se aferró a las piernas de Jimena.


Jimena: ¿Qué pasa? ¿Mh? Bueno, tiene que asimilarlo, es que lo ha pasado muy mal.

Mario: Entonces ya sabemos lo que significa – Jimena lo interrumpió.

Jimena: No, es que Silvestre no se acuerda de nada.

Mario: Vaya por Dios.


El resto de la tarde Sandra, Leire y yo nos quedamos con Jimena revisando los DNI y el papeleo.


Jimena: Muy bien, solo nos hace falta la foto de familia numerosa. Perfecto vamos a sacarla. ¡Chicos!

Yo: ¡Culebra! ¡Alex!


Ellos y los peques salieron de la cocina y se acercaron a nosotros. Jimena le dio a Silvestre una cámara de fotos para que nos hiciera él la foto. Vale, nos apoyamos en la ventana, y nos colocamos de tal forma que cupimos todos. Jimena en la esquina cogiendo en brazos a Lucía, a su lado Sandra apoyándose en su hombro, pero sin hacerle daño, ya que llevaba manga larga. Al lado de Sandra, Alex, luego Culebra y yo a su lado, con Valeria en brazos. A mi lado Leire apoyándose en mi hombro, y Mario a su lado, con Carlitos en brazos.


Sandra: ¿Y si en vez de decir "patata" decimos "papá"?

Mario: Eso, ¿eso que es una gracia?


Todos nos reímos y nos sacaron la foto riéndonos. Luego nos fuimos a cenar, pusimos la mesa y en medio de la cena Jimena empezó a repartir regalos. Primero se lo dieron a Leire, bueno, realmente el primero fue Carlitos, que no sé cuándo, pero antes de que nosotros llegáramos le dieron su regalo, era un libro, a Valeria y a Lucía le dieron una muñeca a cada una. A Leire le dieron un par de vestidos. A Sandra unos guantes, lo que vimos en la tienda que ella dijo que eran muy caros, a mi una falda que estuve viendo en la tienda, ya sabía que me lo había comprado Culebra, por eso me miraba tanto en la tienda, por eso lo miré y le sonreí, él me sonrió y Jimena les dio a Culebra y a Alex sus regalos, a Alex la camisa que le dijo Sandra a Jimena esta mañana, y a Culebra las gafas que yo le dije. Creo que también sabía que yo se lo dije a Jimena, porque miró y me sonrió, a lo que yo también. Cenamos riendo y contando cosas. Luego subí a leer, ya que no podía esperar. Me encantaba leer, era mi lugar seguro, siempre que pasaba algo con mi padre o cualquier cosa mala, me refugiaba en los libros. Así que subí sola a la habitación, me metí en la cama y me senté a leer.
¿Por qué no me animaba a escribir? Buena pregunta, podría empezar ahora, ¿no? Me levanté y busqué por el escritorio algún folio y un boli y, ¡lo encontré! Me volví a sentar en la cama y empecé a pensar, ¿de qué podía escribirla? No sé, ahora no me venía la inspiración. Empecé a escribir ideas absurdas a ver si me venía alguna interesante. Y apareció Culebra.


Culebra: ¿Qué hay reina?

Yo: Hola, nada, intentando escribir algo. ¿Qué tal la herida?

Culebra: Bien, tampoco es para tanto. ¿Qué escribes?

Yo: ¿La verdad? – él asintió – No lo sé, intentó buscar ideas para escribir alguna historia.

Culebra: ¿No se te ocurre nada?

Yo: La verdad, es que no.


Culebra se sentó a mi lado en la cama.


Culebra: Seguro que se te ocurre algo pronto, con esa cabecita que tienes – dijo dándome leves golpecitos en la cabeza.


Ambos nos reímos.


Yo: ¿Tienes alguna idea?

Culebra: Ahora no se me viene nada a la cabeza.

Yo: Bueno, y gracias por el regalo.


Culebra se quedó callado y lo abracé, a lo que me correspondió. Y llamaron a la puerta.


Sandra: ¿Interrumpimos? – dijo entrando un poco a la habitación con Alex.

Yo: No, solo le estaba agradeciendo el regalo – me separé de él.


Entraron y al final cada uno a su cama, pero nos pusimos a hablar, mientras hablábamos, Sandra le escribía una carta a sus padres, y yo de vez en cuando apuntaba alguna idea que se me ocurriera. Ya pasó un buen rato cuando Sandra se había quedado dormida y mí me entró sed. Me levanté de la cama, pero Alex se quedó mirándome.


Alex: ¿A dónde vas?

Yo: A por agua, ahora vuelvo.


Salí de la habitación y bajé, pero desde les escaleras vi a Lucía mirando la puerta.


Yo: ¿Qué pasa peque? – dije agachándome a su lado.


Ella negó con la cabeza. Así que la cogí en brazos, sentándola en el sofá. Yo me arrodillé enfrente de ella tocando su mano.


Yo: No me lo vas decir ¿verdad?


Ella bajó la cabeza y utilicé su poder para leerle la mente. Decía que Silvestre realmente no era Silvestre, sino que era un chico como nosotros, que había sido obligado a engañarnos. El chico podía transformarse en otras personas, y cuando Lucía se enteró (que fue cuando lo abrazó y al instante se aferró a Jimena) habló con él y se fue de casa.


Lucía: ¿Estás escuchando lo que pienso?


Yo asentí.


Yo: ¿Dónde está Silvestre? Bueno, el chico.

Lucía: No lo sé – dijo bajando la mirada.

Yo: Mira, voy a hacer como que no se nada, cuando tú quieras decirlo lo vas a decir, yo voy a cerrar la boca – dije haciendo como si en la boca tuviera una cremallera y la cerrara.


Ella sonrió.


Lucía: Es muy guay tu poder, puedes mover las cosas como Carlitos o hacerte invisible como Culebra.

Yo: Sí, pero aún no lo controlo mucho, cuando lo controle leeremos juntas lo que piensan todos, ¿vale?


Ella sonrió y escuché en su mente que se alegraba de que fuera su hermana de mentira.


Yo: Yo también me alegro de ser tu hermana de mentira – le di un beso en la mejilla y ella me abrazó – Venga, va, vamos a dormir – dije cogiéndola en brazos y llevándola a su habitación.


La acosté en su cama, le di un beso de buenas noches, al final se me había olvidado el agua, pero ya no tenía sed. Entré en mi habitación.


Culebra: Has tardado mucho, ¿no?

Yo: Es que Lucía estaba abajo y no se podía dormir, he estado hablando con ella, al final no he bebido agua, pero bueno, ya está acostada en su cama – dije mientras me acostaba yo en mi cama – Nos os durmáis tarde, que mañana hay clases.


Ellos asintieron. Dejé el libro y la libreta en la mesita de noche.


Yo: Buenas noches.

Alex: Descansa.

Los protegidos y tú (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora