Primera T

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𝐓𝐄 𝐄𝐍𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐄́; Mi vida había sido un saco de tragedias desde hace mucho. Parecía que todo lo que tocaba terminaría hecho polvo y se desvanecería entre la brisa. En realidad, nunca tuve el deseo puro de continuar. Llegué como todos, luché como todos, lloré como todos, pero si fuera un momento de rebeldía; yo no morí, no como la mayoría. Podría decir que lamentablemente sobreviví mucho más que lo demás. Sin embargo, sería irónico decir eso porque aunque tuviera el deseo más profundo de acabar conmigo mismo, seguía luchando para permanecer de pie.

Me sostuve tanto que llegué a ser uno de los líderes de la resistencia y aunque permanecía gente a mi lado, en ocasiones, no me parecía suficiente para continuar, ya que nunca obteníamos señales de que nosotros ganaríamos. Siempre era una perdida tras otra y cuando éramos capaces de hacer algo está solo era una victoria momentánea en la guerra de supervivencia donde nos encontrábamos.

Mi odio llenaba mi ser, cada que escuchaba la melodía bizarra; sobre mis sentidos arrasaba una ira explosiva que debía ocultar para terminar tragándomela. No recordaba muy bien mi vida antes del parque de cacería, ya que en un punto lo vi innecesario, puesto que pensar en el pasado era algo que solo me deprimía, provocaba que inevitablemente me consumiera el anhelo de que todo fuera un sueño y sin esperarlo, mis ojos comenzaban a demostrar esas típicas gotas saladas que nunca eran capaces de salir. Desde mi estancia en Goldy Pond nunca tuve la oportunidad de sentir otro sentimiento inmenso que no fuera el rencor, el odio, la ira y el coraje inexplicable que se posaba sobre mí.

Y hasta mis dieciséis años eso permaneció así, hasta que fui capaz de encontrar entre el temor tus ojos brillantes. Curioso, lo sé, ya que yo ni siquiera quería acercarme demasiado a los recién llegados porque sabía que eran los menos capaces de sobrevivir. No quería ni debía desarrollar un apego. Sin embargo, tú con tu gran valentía y coraje, sobreviviste y siempre dichosa me regañaste furiosa por mi actuar durante la cacería. Había abandonado a muchos detrás y mi mente solo había sido capaz de enfocarse en otra cosa. Tú con tus ojos flamantes, gritos, tus prendas llenas de carmín y con aquel tono de voz que parecía querer romperme, hiciste que lo recordara. Me di cuenta al instante que lo había olvidado; Olvidé que en algún momento yo también fui parte de ustedes. . . y yo solo los abandoné a su suerte. Era como si me abandonara a mi mismo.

Desde ese regaño tu ser parecía llamarme, aunque de cierta manera sentía una profunda vergüenza luego de aquello. De esta forma está fue una de las primeras emociones tan potentes que me persiguió, aparte de mi ira. No quería verte a los ojos porque tu pupila fija y directa parecía querer recordarme indirectamente que debía hacer algo más.

Aunque no fueras parte de la resistencia salías insistente a buscar heridos durante y luego del toque de la música. Corrías de la mano de los pequeños recién llegados, ayudando a las personas que se perdían, aunque los cazadores estuvieran detrás de ustedes. Todo esto sin importar que te mantuvieras en un peligro sumamente constante. Hacías mucho más que yo y apenas habías llegado al lugar, tu espíritu osado me sofocaba y me indicaba que debía seguirte.

Eso hice.

Me acerqué y no pude liberarme. Todo de ti era tan intenso. Sentí que debía quedarme y lo hice. Sentí que tenía que ayudarte y sin dudarlo actué. Sentí que debías unirte a la resistencia y así fue. Sentí que podrías marcar un nuevo comienzo entre nuestra brigada y sin dudarlo lo lograste. Sentí emociones nuevas, las confundí, las luché, las acepté y aprendí a dejarlas ser. Sentí que me obtendrías y así lo hiciste, caí rendido ante tu persona; me obtuvisté.

Te convertiste en parte de mi vida.

Encontrarte provocó en mí una ráfaga de emociones cálidas, la cual aparecía cada que te hacías presente. Mi corazón daba toques alegres, latentes, zumbantes, llenos de una felicidad emocionante que parecía querer despojarme de cada mal que yacía en mí. Desaparecía por unos instantes mi coraje escondido, en mí rebosaba una emoción fascinante y desconocida para mi corazón. Quería y necesitaba estar para ti.

Esperando que tú no salieras a luchar por los demás niños yo me aventuraba por ti y aunque regresaba herido, sabía que tú te encontrarías ilesa y que yo finalmente había sido capaz de hacer más, todo esto provocaba que en mí floreciera una sonrisa de felicidad; la felicidad de ser alguien mejor por y para ti.

Verte luego de aquellos momentos trágicos me tranquilizaba porque tenía la seguridad de que al regresar estarías con tu típica expresión de concentración, curando heridos y yo, enamorado de aquel rostro atento, esperaba impaciente que más tarde me curaras a mí. Tal vez nunca lo notaste, pero no solo curaste mis heridas externas, sino que también lograste que mi corazón partido encontrara un sentido, así que nunca me sentí mal, nunca me dolieron las heridas, ni los golpes, ni los crecientes moretones, porque sabía que todos estos tenían una causa, un propósito escondido que me hacía sentir satisfecho

Permanecí así por casi un año; enamorado de tu ser, de tu sonrisa, de tu voz, del movimiento de tu cabello, de tus expresiones, de tus anécdotas, de tu tacto, de tu tenue fragancia a medicina y de tus ojos cansados que permanecían algo ojerosos, pero que siempre mantenían entre ellos una luz confortante y puedo decir que así sigo, enamorado tuyo.

TRES T || OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora