Capítulo 23: Ella siempre tuvo razón✅

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Todavía no podía salir de su asombro luego de ver todo lo que Fernanda había estado haciendo, en su propia casa y sin su conocimiento. En apenas unos días había reunido más pruebas que cualquiera de sus agentes, incluido él mismo. Miró cada detalle, cada línea que había seguido y todas las fotos que reunió para comprobar que Alison había coincidido con Regina y con él hacía meses en un evento.

Vio que tenía en su poder el expediente del caso y fue entonces que se dio cuenta que había estado fisgoneando en su despacho. Había armado todo eso ella sola, sin la ayuda de nadie, sin tener la más mínima experiencia... 

—Creo que prefiero no preguntar cómo lograste dar con toda la información —murmuró, sin dejar de ver los documentos mientras Fernanda permanecía sentada en la cama con las piernas cruzadas, totalmente tranquila.

—Tengo mis métodos —alardeó Fernanda, encogiéndose de hombros.

—Me lo imagino y hasta miedo me da la sola idea de pensar cuáles son.

La escuchó reír y continuó revisando cada hoja y cada conclusión hasta que lo llevó al vestidor y abrió una puerta, dejándole ver la relación que había creado, con notas adhesivas de colores y en un espejo, entre el caso de Alison y el de su esposa. 

—Puedes decir que estás muy orgulloso de mí, Alonso —habló con suficiencia, apoyada en el marco de la puerta y cruzada de brazos.

—Lo que tengo en mente es una pregunta.

—¿Cuál?

—¿Cómo conseguiste entrar en mi portátil y conseguir el expediente de Regina? ¿Ella te ayudó?

—¡Claro que no! —exclamó, escandalizada—Ella no tiene ni idea de todo esto. Está muy dolida contigo y, si supiera que te estoy ayudando, pondría en juego nuestra amistad.

—¿Estás segura? —Ella asintió—Entonces no comprendo cómo lograste dar con la contraseña.

—Gracias a muchas noches de insomnio —Se encogió de hombros—. Aunque déjame decirte que me parece una tontería usar el nombre cariñoso que mi amiga te puso.

—¿Puedo saber la razón?

—Porque es ilógico. Porque lo normal sería que pusieras el que tú le pusiste a ella, una fecha importante, el nombre de tus hijos...

—Justamente por eso lo escogí: porque nadie pensaría en él —explicó, sin despegar los ojos de las notas.

—Qué estúpido —Rodeo los ojos, de esa forma en que parecía una jovencita adolescente, casi una niña, cuando algo no le salía de la forma en que deseaba—. Pero bueno, al menos, merezco una felicitación.

—Necesito que llevemos todo esto a mi despacho —Señaló las notas adhesivas y los documentos—. Quiero tenerlo ahí para poder verlo y estudiarlo bien.

—Con una condición.

—Fernanda —pronunció su nombre, lo hizo a modo de advertencia porque sabía perfectamente cuál iba a ser la condición. Era tan obvia que no le hacía falta que se la dijera porque esa mujer era tan parecida a Regina que llegaba a asustarlo.

—¡Es mi investigación! —se quejó, arrebatándole los documentos y cerrando la puerta del espejo—Si no me dejas ayudarte, no te daré nada de lo que tengo.

—Lo necesito para poder avanzar, Fernanda.

—No sin mi ayuda —condicionó, cruzándose de brazos—. Yo conseguí todo esto y merezco ese reconocimiento. Te lo entregaré todo, pero solo si yo continúo en la investigación ayudándote.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora