Capítulo Cinco

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—¿Cómo ha pasado la noche? —Le pregunto a Beisy cuando me la cruzo en el pasillo camino al cuarto de Priscila. Ella responde con una sonrisa tan cargada de alivio que me siento mucho mejor que cuando me he despertado.

—Ha dormido toda la noche. Y madre mía, deberías verla, está preciosa. —Se pega la bandeja de plata que lleva consigo al pecho en un amago de abrazo—. La he peinado y me ha pedido que le deje el pelo suelto. Tiene el desayuno en el escritorio como me pediste, pero no ha comido todavía.

—Gracias, Beisy. No sé cómo lograría apañarme sin ti.

—Tonterías. Sabes que me encanta ocuparme de ella y de ti.

Paso a la habitación que aún está sumida en una sutil oscuridad debido a la débil luz del amanecer y por las cortinas de seda gris que continúan echadas sobre las ventanas. Sin decir nada me siento junto a ella mientras observo lo que ha comentado Beisy de su aspecto. Lleva el pelo pulcramente peinado y colocado sobre los hombros, más brillante que el día anterior. Destapo la botella al tiempo que pongo una mano en su brazo para hacerle abrir los ojos.

—Me estaba quedando dormida de nuevo —se disculpa—. Ni siquiera te he oído entrar.

—En cuanto bebes esto te sentirás más despierta.

—No quiero beberlo. No sé de dónde ha salido.

—Es una medicina hecha a base de plantas. Yo mismo vi cómo la elaboraba, sino no te la daría.

Eleva la mano en busca de la botella, esta vez dispuesta a beberla ella sola. Sin embargo, se detiene antes de cogerla.

—¿Dónde está tu colgante, Bremar? —exclama mucho más vital. Inconscientemente me llevo la mano al pecho y recuerdo que está en manos de la maga de Lagos Verdes.

—Cumpliendo una misión.

—¿Se ha roto? —Pongo los ojos en blanco viendo lo que trata de hacer, como si no la conociera.

—Espero que no. Bebe. —Acerco la boca de la botella a la suya y no tiene más remedio que tomarlo de un solo trago—. ¿Te traigo el desayuno?

—Sí. Así aprovecho para hablar contigo.

Deposito la bandeja en su regazo cuando se ha colocado en una posición cómoda contra el cabecero mullido de su cama. Imagino que Colen le ha hablado de la maga y mi viaje y querrá conocer los detalles.

—Beisy dijo que ayer vio salir de casa a una chica joven y hace meses que no tenemos visitas. ¿Quién era? —Esa era la última pregunta que esperaba. Me mantiene la mirada, un tanto divertida e inquisitiva, a la vez que se lleva un trozo de magdalena a la boca.

—Era Amanda, la hermana menor de Marilen. Quería invitarme a la cena que hará su padre en honor del primer hijo de Duna.

—¿Lo has rechazado? Es el primer nieto del señor De Hoz. Ese niño podría haber sido de tu familia.

—No vayamos por ahí, Priscila. —La corto con un deje de brusquedad. Ella agacha la cabeza.

—Perdona.

—Me he dado cuenta de las verdaderas intenciones de Amanda —continúo después de un corto silencio—. No sé cómo ha podido pensar que estaría dispuesto a casarme con ella.

—No me sorprende. En las ocasiones en que me cruzaba con ella en el cine o el restaurante Rombo siempre me preguntaba por ti. Creo que de verdad está interesada en ti y puede que te viniera bien algunas salidas de ocio.

—¿Salir con Amanda? —Me río por lo estúpido que me parece la idea y más si viene de Priscila—. La conocí cuando era una niña.

—Reconoce que ha crecido, se ha convertido en una chica bastante guapa.

La magia que busca el coronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora