Un misterio que resolver

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Una de sus tácticas de evasión preferidas era posicionarse de último y luego pretender haberse lesionado los primeros cinco minutos, Jisoo siempre tenía una excusa que dar al momento de participar en las pruebas finales de educación física. El problema en sí, no se debía a su condición ni mucho menos a un poco entusiasmo, lo cierto es que le resultaba incómodo tener que ser el centro de atención, moverse de un lado a otro con risas de fondo, con gente juzgandolo a su alrededor.

Recién entró en la secundaria lo intentó, hasta podría decirse que se esforzó en ser el mejor, actitud que desgastó su salud mental. Después de aceptar la oferta de la directora sobre participar en competencias, las expectativas aplastaron sus verdaderas metas, los buenos amigos se alejaron y cada mirada que recibía en clase lo hacía sentir ansioso. Acabó mintiendole a sus padres, los convenció de que sufría acoso por ser extranjero, con tal de que lo cambiarán de colegio. Así fue cómo terminó allí, estudiando en una especie de internado religioso, que su madre consiguió en internet y creyó sería la solución.

-¿De nuevo por aquí? -bromeó el profesor Choi, cuando el joven se recostó en la camilla-. Veamos, ¿hoy te torciste el tobillo o te duele el estómago?

-Ambos. Quizá.

Entretenido el mayor le sirvió una taza de té, a eso se resumían los cuidados médicos que le podía ofrecer a sus estudiantes, sin importar de que se tratara, todos se iban con la esperanza de sentirse mejor luego de beber eso.

-Dejame adivinar, dirás que haga una oración sincera -Jisoo contuvo la risa al sentarse, y un tanto escéptico, admirar el líquido en la taza.

-La fe es el mejor remedio.

-Sí, claro.

-Oye, no puedes venir cada vez que tengas miedo. Necesitas trabajar en tu confianza.

-Si hubieras estado ahí, me entenderías perfectamente -se excusó al decidir contarle lo sucedido-, los cursos que tenían horas libres se quedaron de espectadores, hacían apuestas entre ellos.

-¿Y?

-En caso de perder, me recordarían el resto del año como un fracasado.

El profesor Choi lo observó con pena, le dió una larga charla sobre el amor propio, que deseó acelerar y concluir de inmediato. Después, como acabó con una mala vibra de su visita, le asignó a un chico del coro para que le hiciera compañía. Insistió en que fueran amigos.

Lee Seokmin, era conocido por todos como un santo, había estudiado toda su vida allí, así que cada mañana respondía con ánimos las preguntas de las novicias luego de leer la biblia, y en fechas especiales invertía su tiempo en ayudar al padre en la iglesia. En teoría, los directivos lo adoptaron como el estudiante modelo, calificaciones perfectas y espíritu bondadoso. No podría decirse que fuese popular, de hecho la mayoría de los recreos comía solo en un rincón bajo el teatro, los chicos lo molestaban ya que en clase existía una comparación constante. Sin embargo, a veces, uno que otro de último año, se le acercaba en miras de ahorrar sus últimas neuronas en alguna tarea, o en los peores casos, para darle a guardar polvos mágicos, durante las revisiones mensuales. Él era el único exento de aquel procedimiento.

Jisoo sabía todas esas cosas, porque solía comer en las escaleras del teatro junto a sus amigos, y por algún extraño motivo se sentaba justo en el lugar que daba una clara perspectiva de Seokmin. Tenerlo frente a frente resultó incómodo.

-¡Hey!

-¡Hey!

-Eres nuevo, ¿Cierto?-preguntó por cortesía, pretendiendo no conocerlo, ya que el primer día lo ayudó a encontrar el aula de clase, y luego fue ignorado en los pasillos al intentar saludarlo.

Un Misterio Que Resolver [SeokSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora