03: Anochecer

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Una nueva semana dio comienzo, trayendo consigo renovadas oportunidades para casi todos los habitantes de Londres y London. En el caso específico de Alex, sin embargo, también implicaba el tener que asistir a una de las clases que menos le agradaban. La razón detrás de su fastidio ni por lejos se conectaba al profesor que la dictaba o a la soporífera temática que el curso englobaba. Aquellos eran detalles menores en comparación a su verdadero problema: zanjar el asunto pendiente con su siniestra compañera de grupo.

Nirvana le había dejado muy en claro que no pretendía trabajar junto a él bajo ningún concepto, dado que estaba decidida a realizar el proyecto en solitario por razones que solo ella conocía. Si bien tener su nombre incluido en las entregas sin verse obligado a mover un dedo era de lo más conveniente, Alex juzgaba que aceptar tal acuerdo traía consigo demasiados riesgos. No por nada se había propuesto tomarse en serio todos los cursos de su último año académico: debía conseguir resultados óptimos para graduarse con honores. Asimismo, desde muy niño le habían enseñado a dedicar siempre su máximo esfuerzo, sin depender por completo de interferencias o favores que pudiesen poner en juego su honor.

Con dicha determinación, Alex tuvo el valor de sentarse junto a Nirvana cerca del final de la clase. El profesor había brindado ese tiempo a los grupos para organizarse, así que al menos contaba con una excusa válida para acercarse a la rubia. No le habló de inmediato, antes necesitaba escoger cada una de sus palabras con sumo cuidado para dejarse entender de forma clara. Como tocar el tema académico directamente sería contraproducente, supuso, debía comenzar tanteando el terreno a través de una conversación casual con tal de derribar las defensas de su contrincante poco a poco.

—¿Qué tal tu fin de semana? —preguntó, esbozando una sonrisa no demasiado amplia ni demasiado pequeña—. Encontrarnos en el zoológico sí que fue inesperado. ¿Lograste ver a los felinos? A decir verdad, yo creo que los animales carnívoros son...

—Cállate. ¿No te dije que haría el trabajo sola? Si quieres te mostraré avances cuando los tenga, pero déjame en paz hasta entonces.

Alex chasqueó la lengua por lo bajo, esforzándose en que su creciente irritación no saliera a flote. Incluso si tenía experiencia en el ámbito de la persuasión y la manipulación psicológica, no se hallaba en condiciones de lidiar con su huraña compañera. Pero si las cosas iban a ir por ese rumbo, concluyó, entonces él también se dejaría de falsas cortesías.

—Me conviene tener la nota de este curso regalada gracias a ti, eso no lo niego —contestó, dispuesto a adoptar una estrategia más directa—. Pero cargarte con todo el proyecto no me parece justo.

—Ahórrate tus preocupaciones, lo harías todo más complicado. —Nirvana soltó una risilla ácida—. ¿Crees que puedes aportar algo importante? Olvídalo, yo siempre he actuado por cuenta propia. —Clavó sus ojos dorados en los azules de su interlocutor antes de darle tiempo a discutir—. Sé que no te caigo bien y no me quieres tener cerca. El sentimiento es compartido, así que ambos salimos ganando.

—¿Me vas a dejar hablar ahora? No te pido que seamos amigos, es obvio que sería imposible, y tampoco busco proteger mi orgullo o algo por el estilo... —Alex se frotó el cuello con incomodidad, sin más opciones que escupir todo lo que pensaba—. Aunque fue por pura casualidad, terminamos juntos en el mismo barco y, al menos, debemos intentar trabajar en equipo. Te prometo que no seré una carga, tengo experiencia con el tema del proyecto.

—¿Por qué...? —La rubia ladeó la cabeza, frunciendo el ceño incluso más de lo usual—. Eres muy raro, en serio. Me da igual lo que pienses, pero te estás convirtiendo en una verdadera molestia.

—A lo que me refiero es...

—Cierra la boca, ya entendí, ¿crees que soy idiota como tú? —Resopló, suavizando un poco la tensión de su gesto—. Está bien, nos dividiremos la investigación. Si sale mal, será toda tu culpa.

NecrópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora