Marionetas humanas.

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Marionetas Humanas

Era otra de las oscuras noches de un gélido octubre, y el detective Robert Williams se encontraba una vez más de camino a otra de esas sangrientas, bizarras y perturbadoras escenas de crimen, que a este punto ya se le habían vuelto una rutina.
Robert, un joven detective de unos 25 años que destacaba por su cabello castaño, ojo azabaches  y su gran altura; había estado inmerso en la investigación a la que fue asignado, el caso de “Las Marionetas Humanas”, una serie de asesinatos en los que las pobres víctimas eran manipuladas, torturadas y dejadas en macabras escenas que podrían dejar atónito a cualquiera, como si se tratasen de muñecas desgarradas.

Se requiere de un estómago bastante fuerte y un increíble valor para enfrentarte a esas escenas tan horripilantes una y otra vez; los cadáveres, con botones cosidos a sus ojos y bocas cosidas de tal manera que pareciera que portan siempre una siniestra sonrisa, eran encontrados con las manos atadas a cuerdas que colgaban del techo, tratándose de macabros títeres de un aterrador espectáculo.

Pero lo más perturbador de todo era ver los cadáveres sentados a la mesa, como en una especie de fiesta de té del horror, simulando ser pobres muñecas abandonadas por una pequeña niña que hace mucho que olvidó sus tan preciados juguetes.

-¿Aún no hay ninguna pista al respecto?- preguntó Robert en un tono neutro, pues para él ya era más que normal encontrarse con tan desgarradoras escenas.

-No hay nada concreto, señor Williams; lo único que hemos encontrado es una pluma negra cubierta de sangre.- respondió su compañero, Damian Jones, un joven pelirrojo y de ojos verdosos, mientras le mostraba dicha pluma guardada en una bolsa plástica transparente.

Estuvieron un rato inspeccionando los cuerpos y la zona en general cuando de repente Damian, quien estaba ya revisando los últimos cadáveres, notó en uno de ellos un leve movimiento seguido de una respiración débil y casi ahogada.

-¡Robert!- gritó Damian con fuerza -¡Hay un sobreviviente!- volvió a exclamar, captando la atención de Robert, quien corrió enseguida a dar la noticia al resto de equipo policial que se encontraba en el área.

Los médicos no demoraron en aparecer en escena para llevarse al hombre malherido. Estabilizar a la pobre víctima fue una tarea especialmente ardua, por no llamarla casi imposible, pero finalmente lograron que el hombre recuperara un pulso cardiaco regular, al menos ahora podría mantenerse consciente.

Tres meses habían pasado desde este suceso y ahora Andrew Cauffman, sobreviviente de aquella fatídica noche, había mejorado lo suficiente su estado físico como para ser dado de alta de aquel hospital; pero lastimosamente no podemos decir lo mismo de su estado mental, el pobre hombre quedó con unas obvias secuelas por el tan incisivo suceso, por lo que continuaba asistiendo regularmente a sesiones con distintos psicólogos, quienes le ayudaban en lo que podían a tratar aquel trauma que había vivido.

Andrew relataba la misma historia cada vez: La figura de una dama que llevaba puesto un elegante vestido negro, un baile sobre un suelo ardiente cual ritual, y el recuerdo que más perturbaba su mente, la figura de una bestia.

Su vida estaba… ¿Cómo decirlo adecuadamente?, destrozada. Todos tachaban al pobre hombre como un maniático, había perdido su empleo y ahora toda su familia había fallecido, incluso estuvo a punto de ser internado en un psiquiátrico por sus tan descabellados relatos.

Un día, mientras Andrew se encontraba en la cocina observando fijamente el envase que portaba sus medicamentos, algo lo sacó de sus tan profundos pensamientos; su celular había comenzado a sonar, mostrando en la pantalla un número totalmente desconocido.

-¿Bueno?- dijo Andrew confundido y con voz nerviosa

-Buenas tardes, me comunico con Andrew Cauffman ¿Verdad?- respondió una voz femenina y joven del otro lado de la línea

-Si, soy yo… ¿Con quién hablo?

-Señor Cauffman, le hablamos desde la agencia policial, se le solicita este martes 17 de enero en la comisaría, pues se le hará un breve interrogatorio sobre lo que presenció y vivió la noche del 5 de octubre del año pasado. Esperamos su colaboración, pues la entrevista servirá para avanzar en el caso abierto “Las Marionetas Humanas”- dijo la chica con una voz seria desde el otro lado del teléfono.

Un frío silencio se apoderó de la línea durante aproximadamente dos minutos mientras Andrew se sumía en sus pensamientos, sabía que lo que había vivido era algo casi imposible de creer para todos alrededor. Cuando contaba su relato a los psicólogos con quienes se atendió, estos rápidamente lo tildaban como un loco y le recetaban medicamentos antipsicóticos en dosis claramente exageradas, pues no creían ni media palabra de lo que este pobre hombre les relataba. De todas formas, decidió responder; claro, ya todos a su alrededor presumían que él estaba loco, entonces, ¿Qué diferencia haría ir a una comisaría y contar su historia frente a un policía? Después de todo, si este le tachaba de loco, solo sería uno más del montón.

-Esta bien, señorita. ¿A qué hora me quieren allí?- respondió Andrew finalmente, con su voz llena de determinación.

-Su presencia es solicitada a las 12 del mediodía, por favor.- respondió tranquila la mujer del otro lado de la línea,

-Muy bien, allí estaré- afirmó Andrew para luego cerrar la llamada.

Su mente no tardó en empezar a abrumarlo ¿Para que le querían ahí, acaso sus relatos no habían salido lo suficiente en las noticias como para que llegase a oídos de algún oficial? ¿O es que acaso esperaban que esta vez contase algo diferente para poder comprobar su locura y mandarlo a un hospital mental de una buena vez? Tanta era la angustia que incluso comenzó a dudar de su propia credibilidad, aun sabiendo perfectamente lo que vio y vivió; aunque de nada le servía carcomerse la mente, después de todo ya había aceptado asistir a la entrevista.

The Crow LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora