Las risas de las parejas compartiendo una velada amena en ese restaurante. El cálido y acogedor juego de luces que envolvía el ambiente en un tranquilo y pacífico escenario perfecto para el romanticismo. Ya había visto entrar y salir varias parejas de enamorados y aquel albino que pacientemente esperaba, se le agotaba la última gota de paciencia que le quedaba.
Una cita para las 8:00pm y pasaban más de las nueve de la noche. Algo incómodo se sentía allí sentado solo; hasta podía percibir una que otra mirada y murmullo indiscreto que murmuraban respecto a las posibles causas de su soledad. Sintió su teléfono celular vibrando en su bolsillo, lo buscó y sin desbloquear la pantalla logró leer el mensaje. Apretó sus párpados con indignación y luego solo dibujó una sonrisa resignada para luego llamar al mesero para pagar por la bebida que había pedido durante la espera y una buena propina por su estadía sin sentido allí.
-¿La dama no vendrá? -le preguntó el mesero más como un comentario sarcástico.
-Me temo que decidió huir -contestó con una sonrisa amable mientras metía la mano en el bolsillo de su saco para apretar la pequeña caja que allí tenis guardada.
Tras eso salió del restaurante con un rostro inexpresivo. Caminaba por la acera en dirección hacia el valet en busca de su auto. No tenía previsto regresar a su apartamento antes de media noche. Súbitamente se detuvo para mirar al otro lado de la calle, dónde un bar estaba. ¿Por qué no? No pretendía tomar hasta más no poder, ese era un lugar que por lo general visitaban jóvenes, pero nada perdía entrando a allí. Era el único local abierto a esas horas que pasaban las diez de la noche.
Entró allí esperando música escandalosa, pero no, de hecho le parecía agradable, no de su gusto, pero agradable. En la carta encontró una gran diversidad de tragos, bebidas y demás; decidió pedir uno que le recordó a uno de sus hijos, Mojito.
-Cuando dijiste que tomarías un curso de bartender no te creí. Ya veo que era cierto -una voz femenina a sus espaldas lo hizo girar a su costado.
Dai estaba sentado en la barra. Lucia un traje algo elegante para ese tipo de ambiente, por lo que se ganó una discreta mirada de la muchacha de cabello oscuro que le habló al bartender.
-Nunca digo que haré algo en vano -se encogió de hombros el joven que parecía conocer a la muchacha.
El joven sirvió el mojito y se lo pasó a Dai quien le dió las gracias. No pudo evitar prestar atención discreta a esa muchacha que se quedó en el asiento contiguo a él. Charlaba con el joven abiertamente de diferentes temas. No era atractivo o nada por el estilo, sino aquella manera de expresarse de las cosas.
La mente de Dai estaba sumergida en sus pensamientos. Nada fuera de lo cotidiano. Rápido se hizo la media noche y de esa bebida solo llevaba la mitad; cabe destacar que apenas la probó. La mujer a su costado se despidió del joven y le dedicó una sonrisa a Dai al quedar de cara a él antes de dirigirse hacia la salida. Este se apresuró en pagar lo consumido y se dirigió a la salida también.
Allí estaba ella aún. De pie ante la calle mirando hacia el cielo nocturno.
-La luna está muy linda hoy -comentó ella y lo miró.
-Si, opino lo mismo que usted -le contestó Dai devolviendo una sonrisa con amabilidad para luego dirigirse a su auto y marcharse.
Al llegar a su apartamento, se quitó su saco y sacó de su bolsillo aquella cajita que arrojó al cajón de un gavetero en su armario. Antes de irse a dormir revisó su correo; había dejado un anuncio en el periódico solicitando empleada doméstica, una ama de llaves; puesto que la anterior ya estaba muy mayor y tuvo que jubilarse. Ya no podía trabajar como antes. Tres correos de tres mujeres diferentes había, a todas las citó para la mañana y entrevistarlas para elegir una.
A media mañana esperaba recibir a la primera mujer que había citado para la entrevista. Muy puntual tocaron a su puerta a la hora prevista, al abrirla se llevó una gran sorpresa que lo hizo agrandar un poco su lila mirada.
-Usted -dijeron al mismo tiempo.
Obviamente ella lo reconoció. Era muy difícil encontrarse con un hombre albino de ojos lila, menos con dos en menos de una noche.
-Disculpe, ¿Usted es el señor Dai? -cuestionó la muchacha de oscuro cabello y tes pálida.
-Si, lo soy -contestó dibujando una expresión un poco sería.
Mentiría si dijera que esperaba a una mujer joven. Por lo general las amas de llaves o empleadas domésticas dolían ser mujeres mayores de treinta a cuarenta. No una mujer joven.
-¿Me permite conocer su nombre? -preguntó Dai a la joven antes de permitirle el ingreso a su departamento.
-Mi nombre es Liseth, pero preferiría Lis -se encogió de hombros.
El departamento era bastante amplio y bien decorado acorde a lo moderno. Los aparatos de uso doméstico se veían de última generación. Las paredes blancas y muebles de color oscuro. Las ventanas eran enormes y panorámicas, de podía ver hacia el otro extremo de la ciudad desde allí. Dai llevó a Lis hasta la sala de ese lugar, e indicándole que se sentara. Le dijo lo básico que necesitaba saber, le hizo unas preguntas rutinarias como si sabía cocinar y si podía hacerse cargo de ciertas tareas y demás.
A ella se le hacía un hombre bastante elegante. Su voz era profunda y con ese matiz cortes y educado que no dejaba indiferente a cualquiera. Cuando lo vió en la noche le pareció que era algo diferente, pero ahora que lo apreciaba con luz de día, podía notar que era incluso mayor a lo que imaginó, aunque sus rasgos disimulaban su edad y la dejaban con una sensación de que tenía a un joven hombre delante de ella, aunque eso podría ser atribuido a los rasgos infantiles que se le hacían tiernos.
Por el contrario, a Dai se le hacía que Lis era una joven sería, pero que de seguro tenía un carácter que le convenía conocer antes. Parecía atenta a lo que él le decía y eso era bueno, pero que fuera joven para el estándar que esperaba, le daba una imagen de ella de inexperta.
-¿Qué la hace querer este trabajo? -le preguntó Dai luego de un rato- Por lo general a los jóvenes podría parecer un trabajo como este algo "muy poco para lo que merecen" -él fue directo al punto que le daba curiosidad.
-Trabajo es trabajo -respondió ella encogiendose de hombros.
-La llamaré si decido concederle el trabajo -le dijo Dai al ponerse de pie.
Dai preferiría ver todas las candidatas antes de tomar una decisión. Las otras dos como esperaba eran mujeres de unos treinta y tantos años, pero no le parecieron favorables contratar. Una tenía hijos pequeños y no podría quedarse allí como él lo requería, mientras que la otra no tenía buen carácter y sería muy difícil de tratar cuando le diera una orden. La única opción era Lis y por una extraña razón no quería emplearla. Le urgía que alguien atendiera su hogar. Sin más opciones llamó a la joven que llegó de primera esa mañana.
La mañana siguiente tenía a la muchacha en su departamento escuchando las instrucciones de como le gustaba las cosas al señor.
-Me levanto temprano y me gusta que al hacerlo el café esté listo -le decía- El desayuno suelo tomarlo a las ocho muy puntual. Cómo puede observar todo está en perfecto orden y así me gusta que permanezca -le explicó hasta que llegaron a la cocina del lugar donde le pidió que le sirviera un vaso de jugo.
A Dai se le hizo algo cómico que Lis al igual que él utilizó un banquillo para poder tomar un vaso de los estantes. Ella no gozaba de una buena estatura, de hecho era de su tamaño, solo que un poco más delgada.
Una llamada entró al teléfono de Dai y este dejó la cocina para dirigirse a la sala. Por lo que pudo escuchar sin intenciones de ser chismosa, era una mujer.
-Te esperaré mañana aquí -le dijo antes de cortar la llamada mientras entraba de nuevo a la cocina con una sonrisa.
Continuará...
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Luna de Media Noche
FanficÉl necesitaba de sus servicios, pero un evento lo llevará a requerir de ella otro tipo de servicios un tanto peculiares.