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LOGAN

Exacto.

Melissa me mira muy sorprendida, pero sobre todo confundida.

La última noticia que tenéis es que yo trabajaba en esta librería. No que me perteneciera. Pues bien, mi jefe es una persona muy generosa. Cuando me presenté en esta tienda sin previo aviso ni curriculum, solo con mis ganas y admiración por el local, debí causar una muy buena impresión. Salvador llevaba más de cuarenta años regentando esta librería él solo. Cuando yo llegué hasta su mostrador, él ya hacía varias semanas que se había replanteado cerrarla porque no podía con el trabajo que suponía mantenerla abierta. Me acogió como a un hijo y me cuidó mucho, me encantaba trabajar aquí. Me dijo que sus nietos no querían hacerse cargo de la librería y cuando me propuso que podría hacerme cargo de ella y que estaría encantado de que fuera yo quien la regentara, solo pude pensar en una cosa. Miento. Solo pude pensar en una sola persona.

Melissa.

Era incapaz de pensar en un libro sin pensar en ella. En su imagen al sol con un libro entre las manos. Siempre con la nariz entre las páginas y su ceño fruncido de lo concentrada que estaba. Era graciosa.

Por eso trabajar aquí era un recordatorio constante de eso. Si no podía tenerla a ella, al menos me quedaría con su recuerdo. Así que acepte.

No quise reformarla, la mantuve tal cual estaba, simplemente mandé reparar algunos muebles, la decoré con ayuda de Franccesca. Y luego hice algo más, algo que siempre quise hacer pero nunca tuve valor de intentarlo hasta que se me presentó esta oportunidad.

El edificio de esta librería tiene una pequeña azotea arriba. Hablé con Salva y me explicó que le pertenecía a él porque era un edificio familiar y en él vivía él con su mujer y uno de sus hijos. Solo tuve que buscar los permisos y licencias. No voy a mentir, me llevó algunos meses, los suficiente para que me diera tiempo a ahorrar lo suficiente para invertirlo. Finalmente hablé con el banco y me concedieron un préstamo. Pude convertir esa pequeña azotea en una cafetería donde quien quisiera podría leer, o estudiar, o simplemente pasar el rato. Tenía una vitrina con libros que la gente iba donando a la librería, una zona cubierta, luces por todas partes y unas vistas increíbles.

Melissa me escucha atentamente mientras le explico todo esto y me encoje un poco el corazón ver como cada vez se le iluminan más y más los ojos. Creo que es la cosa más preciosa que he visto nunca.

—¿Me estás diciendo que eres dueño de esta librería y que tienes una azotea con vistas a todo Madrid? —asiento con una sonrisa.

—Ven —digo cogiendo su mano y llevándola hasta la puerta que queda justo al lado del mostrador. Cruzamos un pasillo iluminado con luces que cuelgan del techo como las de la librería y adornada con una alfombra de colores rojizos para que la gente no resbale. Al final hay un ascensor que lleva hasta la azotea y unas escaleras para uso único de los clientes, para que accedan a la cafetería, sin necesidad de pasar por la zona residencial del edificio.

Melissa da pequeños saltitos de emoción en el ascensor, impaciente por llegar arriba. Cuando se abren las puertas, la barbilla le cae hasta el suelo y su expresión cambia de emoción a shock instantáneo. Da un paso para salir.

—¿Co- como? ¿Esto lo has hecho tú? —pregunta mientras la abrazo por la espalda.

—¿Quieres ver el resto?

—Por supuesto —extiendo mi mano para volver a guiarla por toda la cafetería. Lo primero que se ve es la zona cubierta, donde se encuentra la barra y algunas mesas, a la derecha, al lado del muro de piedra decorado con plantas está la vitrina con los libros. Y si continuas a la derecha te encuentras con la zona con sofá y más mesas para disfrutar del café, pero lo que impresiona es el cielo, y las vistas. Madrid a tus pies. El edificio no es muy alto, pero no tiene nada que envidiarle al resto.

Sempiterno(1) {terminada} PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora