La mayoría no tenían idea de cómo llegar a su destino. El staff de apoyo ya estaba harto de contestar preguntas obvias, cuando la respuesta se reflejaba en las pantallas de Paddington.
Si va al centro tiene que tomar Bakerloo con dirección a Elephant & Castle –gruñó un tipo con chaleco azul marino mientras inspeccionaba algunos tickets de la recién inaugurada Elizabeth Line. Boba estaba seguro que, de alguna manera, los locales resentían la muerte de la reina Isabel II. Particularmente esa última semana se había llenado de extranjeros, sin contar que la ciudad de Londres no se detenía y los comercios se mantenían más activos que nunca.
Mika y Boba se dirigieron hacia el metro, donde bajaron y subieron algunos escalones. Bakerloo, indicaba un letrero con color café. Por aquí –dijo Mika, quien encontraba confort de moverse en un sistema similar al de la Ciudad de México. Te dije que no era tan difícil. Aquí mismo te va diciendo.
Boba tenía cara seria. Sentía que su intelecto disminuía a medida que viajaba a lugares más caóticos que los que ya había visitado.
¡Qué maravilla! –suspiró Mika.
Pero se ve medio viejo. A comparación del Heathrow Express.
Bueno, estás comparando peras con manzanas. El metro es el metro. Sí es más viejo, pero me refiero a que no se llena de gente. –a Mika se le olvidaba que Boba no había vivido la experiencia de la capital de su país.
Boba giró su tronco para asimilar todo el andén. Pues sí, se ve vacío y eso que debería ser hora pico.
Si te fijas, aquí no se llena como en México porque cada 5 minutos pasan los trenes. Pasan más seguido, haciendo que la gente no se tenga que arremolinar ni empujar. La importancia de la puntualidad y exactitud.
Si, supongo debe ser eso, también ayuda que la gente usa tranvía y el bus, y también son muy puntuales y no se andan parando por doquier.
Un chirrido de vías y un viento tibio comenzó a emanar del túnel. Poco a poco se hacía visible una luz amarilla que aluzaba el contorno de la curva de aquella bóveda subterránea.
Pasó velozmente frente a los dos, frenando exactamente donde lo indicaban las marcas en el suelo para el abordaje seguro.
Subieron sin necesidad de pelear por un espacio. Se sentaron. Frente a ellos subía otro sujeto que aventaba su mochila contra el asiento y se ocupaba cuatro espacios para poder estirar sus pies arriba de la almohadilla.
Boba observó a Mika, inclinándose hacia ella para quejarse –claro, también están los que no tienen idea de lo afortunados que son de contar con un sistema de transporte así y lo maltratan.
Boba se sentía cómodo al escupir veneno en su idioma, sabiendo que era muy poco probable que alguien le entendiera.
El sujeto, un hooligan cualquiera, se mantuvo en esa posición hasta que Boba y Mika descendieron en Piccadilly Circus para continuar caminando hacia la Plaza de Trafalgar.
Al bajarse, continuaron caminando hacia el norte, en lugar del sur, llegando al Berwick Street Market, con dirección al Soho y Carnaby Street.
Aquél mercado los impresionó. Su infraestructura era muy básica. Toldos negros acomodados en filas por toda la calle, con sus letreros donde podían leer promociones, bebidas, imágenes de los guisos. La calle estaba limpia y así como había tantos lugares preparando comida al mismo tiempo, ningún olor en particular se asomaba en el frío aire londinense.
En el Berwick Street Market probaron una especie de hot dog árabe, lleno de verduras guisadas, un embutido y aderezos rebosantes, cubriendo todo el pan. El cocinero no tardó en identificar que eran extranjeros. Al finalizar la transacción, el chef sintió curiosidad por el acento de ambos y les preguntó de dónde venían.
México –contestó Boba.
Ahhh, Mexico. ¿Y es grande allá?
¡Sí, bastante! –Boba recordaba haber visto una imagen donde casi toda Europa occidental cabía dentro de la República Mexicana.
Boba tenía curiosidad de probar comida asiática. Al ver la entrada al Soho, Boba se emocionó y comenzó a tomar fotografías de todo. Platillos, comensales, estructuras, edificios, gente comiendo platillos típicos. Después de ver algunas opciones decidieron entrar a un buffet. El espacio era reducido, sin embargo, la comida estaba deliciosa. Por la ventana del segundo piso se veían más turistas arribar a la zona, y también los college kids, los lads, con su uniforme con chaleco y saco formal, como si se tratara del mismísimo Draco Malfoy.
Exploraron un poco más y llegaron a la tienda de Lego, donde un Sherlock y una Torre de la Reina, de miles de piezas, las daban la bienvenida.
En el Soho Square Garden había de todo. Músicos, caricaturistas, turistas, gente en su descanso fumando antes de volver al trabajo. También, se asomaban carteles gigantes de las obras más recientes como, el Rey León, Matilda, Como matar a un ruiseñor y algunos musicales, como Cabaret, Wicked y ¡Mamma Mia!
El sol había salido, pero el aire gélido seguía presente. Decidieron caminar un poco hacia el sur, con dirección, ahora sí a la Plaza Trafalgar. El tráfico iba incrementando, aunque en ningún momento sintieron invasión de claxons e insultos de carro a carro. A pesar de ser calles muy angostas, los londinenses encontraron la manera de moverse entre algunas zonas con pendiente y en sentidos inversos. Los taxis no dejaban de salir por doquier, aunque algo que notó Boba es que la mayoría ya eran híbridos, o en su totalidad eléctricos, disminuyendo considerablemente el ruido del motor. Adiós, contaminación acústica.
Mientras iban colina abajo, notaron que la luz del sol se intensificaba, abriéndose paso a través del reflejo de un suelo más claro.
¡Trafalgar Square estaba a la vista! Desde 1845 recibiendo visitantes para conmemorar las victorias navales del Almirante Nelson. A lo ancho de la plaza, tráfico local y de turistas contribuyen a que la columna de Nelson se vea más imponente, viendo hacia el Támesis al sur con la campana del Big Ben al fondo. Boba había leído recientemente la historia de Inglaterra. Esta plaza aparecía en muchos capítulos como el hogar de manifestaciones y decisiones para el bienestar de la población. Estaba parado en la historia.
Continuaron su exploración hacia el sur, mientras el sol de las cinco de la tarde, comenzaba a ocultarse entre los edificios históricos. La Torre de la Reina se alzaba imponente con su brillo particular. La estatua de Churchill frente al Parlamento los observó pasar mientras admiraban aquella destreza de arquitectura sobre el gran río vivo que empujaba sus olas contra la piedra medieval.
Antes de regresar a casa, cenaron en Carnaby Street. A pesar de ser lunes, había una cantidad considerable de comensales. La vida nocturna era un evento por sí solo que debía analizarse y disfrutarse con tiempo. Caminaron a Oxford Circus, mientras la oscuridad no se hacía notar, gracias a las grandes tiendas departamentales. Ahí, tomaron el bus rojo con dirección a Sussex, para descansar y asimilar todo lo que habían visto, oído, olido y comido.
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Londres Histórico
Short StoryLa mayoría no tenían idea de cómo llegar a su destino. El staff de apoyo ya estaba harto de contestar preguntas obvias, cuando la respuesta se reflejaba en las pantallas de Paddington.