Los tres nos giramos hacia Jimena. Estaba en el patio, con la puerta abierta y Mario al otro lado de ella. Ni siquiera me di cuenta de que había salido de la cocina, ni de que Mario ya había llegado. Mario se echó a un lado y Culebra entró con una mochila muy grande. Lucía, Valeria y Carlitos se lanzaron corriendo hacia él. Y él sonriendo los cogió a todos en brazos. Los demás nos acercamos al patio. Alex y él se dieron un abrazo. A Lucas le revolvió el pelo.
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Mario: Bueno, ¿qué? ¿Echamos un partidito? Venga, ¿quiénes son los míos?
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Yo: Bueno, parece que ya no estás en el banquillo, ¿no?
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Mario me sonrió y yo a él. Entonces volví a mirar a Culebra, que estaba cerrando la puerta mientras me sonreía. Mientras los demás jugaban con la pelota, nosotros nos quedamos mirándonos, hasta que tuvo que venir la imbécil de Claudia y le puso una mano en el hombro.
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Claudia: Ey, ¿puedo hablar contigo?
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Jimena: Hola.
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Claudia: Hola.
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Ellos se dirigían a la cocina, pero entonces aparecieron Borja, Antonio y Rosa en la puerta del patio, haciendo que los otros dos se quedaran a mi lado.
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Antonio: Espera, Policarpio, que Borja quiere decirte algo.
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Borja: ¡Yo no he sido!
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Antonio: ¿No? ¿Y entonces quién ha sido? Bueno, que ha aparecido el reloj hecho añicos detrás de un mueble del salón. Y claro, como le vas dando patadas a todo, me has dejado el reloj como tus juguetes, destripado.
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Rosa: Bueno, Antonio, tú tampoco tendrías que haberlo dejado por ahí tirado. Que el niño es revoltoso, pero digo yo que no lo habrá hecho queriendo. Estas cosas pasan.
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Antonio: Bueno, pues que os pido disculpas. Y vamos, de verdad, que no sé qué decir, me siento imbécil.
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Mario: Que no Antonio. No te preocupes, que estás cosas pasan.
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Antonio: Me gustaría intentar compensaros de alguna manera, ofreciéndole a Jimena el puesto en la oficina, aunque ya ha hecho méritos sobrados.
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Y tras decir eso, Culebra y Claudia pasaron por mi lado. Cuando me di cuenta que estaban todos entretenidos, salí a la puerta principal y vi que en la esquina estaban Claudia y Culebra, justamente en ese momento Culebra miró a la puerta y me vio, así que me metí para adentro. Yo no sé de que hablaban, pero tardaron un buen rato. Al final me quedé en el salón con una manta viendo una peli, a la que se unieron Leire, Sandra, Lucía y Valeria. Cuando la peli estaba terminando estaban entrando al salón Alex y Culebra.
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Sandra: Oye, Alex, ¿no teníamos que ayudar a Mario y a Jimena?
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Alex: ¿Con qué?
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Sandra: Con eso.
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Alex: Pero, ¿con qué?
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Sandra: Da igual, déjalo – dijo frustrada – Ven anda.
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Sandra se fue a la cocina seguida de un Alex confundido. Yo sonreí, nunca se le dio bien captar indirectas.
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Leire: Si y nosotras teníamos que subir a ordenar la habitación, ¿verdad chicas? – le dijo a Lucía y a Valeria.
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Ellas asintieron y subieron.
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Yo: Sí, anda, iros, que disimuláis más mal. ¡Además, que Mario y Jimena no están!
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Y era verdad, habían ido a ser una vuelta. Culebra soltó una risa. Yo recogí las rodillas, acercándolas a mi pecho y rodeándolas con los brazos, dejando espacio para que Culebra se sentara en el sofá. Se sentó y se quedó mirándome, como si quisiera decir algo, pero no supiera el qué. Así que fui yo la que rompió el silencio.
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Yo: Que sea la última vez que te vas de casa sin permiso.
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Culebra: Vale, mamá – levantó las manos como si demostrara que él no tiene nada que ver, mientras se reía.
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Yo: No estoy de broma.
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Culebra: Bueno, vale, lo siento.
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Yo: Espera, ¿te estás disculpando? ¿Dónde está el verdadero Culebra?
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Culebra: Sí, me estoy disculpando y me voy a disculpar, porque es necesario. Siento haberme ido sin avisar y haberte hecho lo del brazo.
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Yo: Lucas, ¿no serás tú transformado en Culebra?
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Culebra: No, no reina, soy yo – sonrió.
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Yo: Ay, vale, sí, claro que te perdono. Pero solo porque me das pena – bromeé – Anda ven – dije abriendo los brazos para que se acercara y me diera un abrazo.
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Él se acercó y me dio el abrazo. Cuando nos separamos se me quedó mirando con una sonrisa un tanto peligrosa.
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Culebra: Bueno, ahora es mi momento para preguntarte, ¿qué hacías espiándome cuando hablaba con Claudia?
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Yo: Yo no te estaba espiando, solo estaba viendo si ya habías terminado de hablar, porque quería hablar contigo para decirte eso, que no te fueras más.
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Culebra: Ya, claro.
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Yo: Créete lo que quieras, pero bueno, ¿ahora se puede saber por qué te has ido? ¿O qué?
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Culebra: Cosas mías.
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Yo: ¿Cosas tuyas?
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Culebra: Sí, así que no te quieras enterar de todo – dijo dándome en la punta de la nariz con un dedo.
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Yo: No es justo, que Alex lo sabe – me crucé de brazos, como si fuera una niña pequeña.
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Culebra: ¿Te lo ha dicho? – dijo algo nervioso.
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Yo: Me ha dicho que hay algo, pero no el qué.
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Culebra: Pues te vas a quedar con la intriga.
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Yo hice un puchero pero rápidamente lo quité cuando me acordé de que me tenía que cambiar la venda, y no tenía ganas.
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Culebra: ¿Qué te pasa? – preguntó al ver mi cara.
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Yo: Pues que me tengo que cambiar la venda pero me da pereza.
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Él se rio un poco.
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Culebra: Anda, vale. Voy yo a por las cosas y te cambio, te debo una.
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Yo: Gracias – le di un beso en la mejilla.
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Él se levantó del sofá, subió, y a los minutos bajó. Se sentó a mi lado y me quitó con mucho cuidado la venda que tenía puesta, luego me echó agua oxigenada. Ya no escocía tanto como ayer, pero igualmente seguía escociendo. Yo intentaba disimular mis muecas mientras abrazaba un cojín, pero terminó dándose cuenta y cada vez que hacía una mueca me pedía perdón. Al final se iba a volver adicto a disculparse, pero realmente me sentía agradecida porque me ayudara y cuidara. Cuando terminó volvió a ponerme una venda nueva.
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Yo: Gracias.
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Culebra: De nada reina – sonrió.
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Al final se levantó y se fue a la cocina. Como estaba cansada decidí subir con el agua oxigenada y las vendas, las dejé en el escritorio y me tumbé en la cama. Al final me quedé dormida.
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El fin de semana pasó muy rápido y ya estábamos a lunes otra vez, nos despertamos porque Mario nos llamó y nos dijo que bajáramos rápidamente al patio. Allí estábamos Culebra, Alex, Sandra, Lucas, Leire, Mario y yo. Nosotros estábamos justamente delante de la puerta que daba a la cocina y Mario delante de la que daba a la calle. Y cerró la puerta con llave.
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Mario: ¿Veis? Un simple giro de muñeca que puede ahorrarnos muchos disgustos.
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Nosotros mirábamos al suelo mientras tiritábamos, porque estábamos en pijama (de manga corta, cabe recalcar) y nos estábamos muriendo de frío y de sueño. Mario me cae bien, pero a veces es un histérico que no sabe hacer las cosas, básicamente porque esto nos lo podrías decir en otro momento en el que no nos estemos muriendo ni de frío ni de sueño.
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Mario: ¿Me estáis escuchando?
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Nosotros asentimos. Tenía tanto frío que terminé acercándome a Alex, que estaba a mi derecha y lo abracé, intentando entrar en calor, él me correspondió al abrazo también entrando en calor.
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Mario: Pues eso. A partir de ahora, esta puerta siempre, siempre, siempre cerrada.
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Culebra: ¿Qué es la regla 1.800?
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Mario: Oye Culebra, ahí fuera hay gente que nos está buscando, ¿eh? Y luego está la vecina, que da casi más miedo. Y claro, nos puede pillar en una situación comprometida. O en bolas – dijo mirando a Culebra, que solo iba en calzoncillos y en camiseta interior de tirantas.
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Culebra: Si quieres que me ponga más ropa, habrá que comprar más, maestro.
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Sandra: Mario, ¿podemos subirnos ya? Es que luego hay cola en el baño.
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Culebra: Sobre todo si entras tú la primera.
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Sandra: Ja, ja, ja – se rio sarcásticamente – Que gracioso. T/n.
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Sabía perfectamente que quería que le diera una colleja porque yo estaba detrás de él. Así que se la di.
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Culebra: ¡Oye!
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Yo: Lo siento. Somos un pack – choqué puños con Sandra.
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Y mientras Lucas y Leire se reían, subí con Sandra para ducharnos. Entró ella, luego entré yo, me duché y me vestí. Luego bajé, cogí unas galletas y me fui al cole con Sandra. Al llegar entramos y nos sentamos en las mesas de la cafetería. Leo vino, me preguntó como estaba y yo le dije que estaba todo bien, luego él y Sandra se fueron. Y Alex se sentó conmigo. Y se quedó mirando la dirección en la que se había ido Sandra con Leo.
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Yo: Ey, ¿qué tal?
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Me ignoró y siguió mirando en esa dirección.
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Yo: Tierra llamando a Alex – dije mientras chasqueaba mis dedos para llamar su atención.
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Alex: ¿Qué? – por fin me miró, pero confundido.
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Yo: Ay, ay, que yo sé lo que pasa aquí.
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Alex: ¿Qué? ¿A qué te refieres?
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Yo: Que a ti te gusta una yo que me sé.
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Alex: ¿Sandra? No hombre...
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Yo: Ay, Alexito, que te conozco lo suficiente como para darme cuenta.
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Alex: Que va, tú ves cosas donde no las hay.
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Yo: Alex, no te hagas el tonto.
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Alex: Joder, a ti no se te puede esconder nada, ¿eh?
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Yo: Que guay. Nunca me habías dicho que te gustaba alguien.
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Alex: Técnicamente no te lo he dicho, lo has adivinado tú.
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Yo: Es verdad – sonreí – Anda tranquilo, que no digo nada. Venga, vamos a clase. A los peques ya los ha traído Mario, ¿no?
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Alex: Sí. Venga, vamos.
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Entramos en clase y nos sentamos por delante. Ese día estaban todos muy raros. Cuchicheaban por las esquinas y de vez en cuando nos miraban a nosotros. En un momento exactos los murmullos aumentaron, me giré y vi que Sandra entraba a clase. Y todos se quedaban mirándole y cada vez murmuraban más. Cuando Sandra estuvo a nuestro lado, me levanté de la silla para que se sentara ella con Alex, y yo me senté en la mesa, delante de ellos. Justamente una de las amigas de Claudia se nos acercó.
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Amiga de Claudia: ¿Es verdad lo que dicen? ¿Qué no quieres besar a nadie nunca?
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Alex y yo nos miramos, porque no teníamos ni idea de que hablaban, así que luego nos giramos hacia Sandra, a ver si ella nos daba una pista para saber de qué iba esto.
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Sandra: ¿Y por qué tengo que contestar a eso?
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Amiga de Claudia: Ay chica, yo lo digo por tu bien. Para que la gente deje de hablar. Entonces, ¿es verdad o no?
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Sandra se quedó callada y la amiga de Claudia se fue con un grupito mientras todos los demás se reían.
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Yo: ¿A qué ha venido esto?
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Alex: Eso, ¿ha pasado algo?
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Sandra: Joder, sí. Iba a pedir un refresco en la máquina del pasillo y Leo se acercó para besarme, entonces para no electrocutarlo tuve que apartarme. Y por lo visto el imbécil lo ha ido contando por ahí.
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Yo: Pero, ¿estás segura de que ha sido Leo?
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Sandra: Sí, no había nadie más.
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Yo: Joder, como venga me lo cargo.
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Alex: Pero, ¿tú estás bien? – preguntó demasiado bruscamente a como lo hacía normalmente.
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Sandra se quedó callada. No sé si por el tono que uso, o porque no quería responder. Entonces, Paqui, una chica de clase, se nos acercó. Y le puso una mano en el hombro a Sandra.
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Sandra: ¿Qué?
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Paqui: Hola. Soy Paqui. Quería decirte que me parece estupendo lo que estás haciendo.
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Sandra: ¿Perdón?
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Héctor, el amigo de Leo, gritó "Monja", a lo que Alex y yo le sacamos el dedo corazón.
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Paqui: Mira, son unas frescas. Un beso es una cosa preciosa, pero cuando llegué el momento adecuado, no al tun tun.
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La amiga de Claudia volvió a acercarse.
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Amiga de Claudia: Si no es verdad, podrías besarle a él, por ejemplo – señaló a Héctor – Un pico, aunque sea para callar los rumores – Paqui volvió a sentarse en su sitio, pero yo le sonreí, al menos había intentado ayudar a Sandra sin conocerla de nada, me cae bien – ¿Un beso en la mejilla?
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Sandra: Mira, te he dicho – Sandra no continuó porque Alex la interrumpió.
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Alex: Deja de insistir, que a lo mejor la que quiere el beso eres tú.
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Yo: ¡Qué te vayas! – le grité.
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Héctor volvió a gritar, pero esta vez dijo "Estrecha". Culebra y Claudia entraron a la clase, y detrás de ellos Leo. Iba a levantarme a decirle un par de cositas no muy agradables a Leo, pero no me dio tiempo, porque Sandra y Alex me agarraron de las muñecas, con cuidado de no darme en la herida, pero me tenían retenida. Hablando de la herida, ya estaba mucho mejor, no llevaba la venda pero aún tenía la cicatriz de los cristales. A no ser que quisiera formar un escándalo no podría hablar con Leo ahora.
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Culebra: ¿Qué fiesta acaba a las 23:30? Pero si eso es cuando se empiezan. O cuando se acaba la del día anterior.
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Claudia: Ya lo sé, sé que es un poco pronto.
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Culebra: Un poco pronto dice, pero si hasta la Cenicienta se recogía más tarde. Bueno, a no ser que la fiesta la diera el príncipe de las galletas esas – dijo riéndose mientras miraba a Leo.
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Claudia se sentó detrás de Sandra. Al ver que Culebra se quedó solo Alex se iba a acercar a él pero antes de eso me miró.
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Alex: Ni si te ocurra moverte de ahí, ¿estamos?
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Yo: ¿Ahora eres Mario?
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Sandra: T/n, por favor, no hagas nada.
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Vale, solo porque Sandra es mi mejor amiga no iba a levantarme. Asentí resignada y Alex se fue con Culebra, que nos miraba sin entender que estaba pasando. Yo me senté junto a Sandra. Que seguía algo triste.
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Leo: La verdad que el nombre este de, Lagarto, no, Culebra, Culebra. Te pega bastante, porque eres un poco sabandija.
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Culebra: Hombre, pues ya puestos, mejor que me llamen a Culebra, a que me hagan la cobra.
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Sandra me miró y yo la abracé, mirando con mala cara a Culebra.
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Leo: No tranquilo, que tú a mi fiesta no estás invitado.
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Culebra: Que decepción más grande tío – dijo con falsa tristeza – Pues nada, tendrá que preparar yo mi propio guateque. Y lleva cuidado, que lo mismo te quedas sin gente.
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Claudia se echó un poco hacia delante, desde su asiento, y llamó a Sandra.
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Claudia: Tú a esta gente ni caso, que la han tomado contigo, pero supongo que algún día se les pasará. Tú estás bien, ¿no?
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Sandra: Sí.
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Sandra miró con mala cara a Leo. Luego yo me puse a hablar con ella para distraerla un poco. El maestro llegó y empezó con la clase. Al terminar Sandra, Alex y yo fuimos a las mesas del pasillo. Estaban todas llenas, pero de lejos vimos a Paqui, que nos hizo un gesto para que nos sentáramos con ella, y cuando nos estábamos acercando, Héctor pasa por nuestro lado.
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Héctor: Eh, siéntate con nosotros – dice agarrando a Sandra del guante.
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Ella apartó la mano.
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Héctor: Oye, que por tocar a alguien no te quedas embarazada, además que tú llevas protección – le quitó el guante.
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Sandra: Dámelo. Que me lo des.
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Alex: A lo mejor ella por tocarte no se queda embarazada, pero tú por no darle el guante te puedes quedar más tonto de lo que ya eres, así que dame eso – dijo quitándole el guante a Héctor y dándoselo a Sandra.
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Héctor: Joder, sales a tú hermano. "Los chulitos de la familia" – dijo haciendo comillas con los dedos.
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Yo: Sí, y tú no serás el gilipollas de la tuya, ¿no?
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Héctor: Ya que ella no me da el beso, dámelo tú – dijo mientras ponía su mejilla enfrente de mi cara.
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Me acerqué como si fuera un beso, y en vez de darle un beso le di una bofetada. Él se acarició la parte dolorida mientras me miraba.
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Héctor: ¿Qué coño haces? – se acercó a mí con intenciones de pegarme.
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Pero antes de poder separarme más de él, llegó Culebra, y con una mano empujó a Héctor y con la otra me atrajo a su espalda para esconderme un poco tras él.
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Culebra: Tócala si tienes huevos.
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Leo: ¿Tú de que vas? – le dijo a Héctor.
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Ni siquiera sabía que Leo estaba por aquí. Era mi momento para dejarle las cosas claras.
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Héctor: Vale, vale – dijo alejándose.
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Sandra se fue al baño corriendo. Vale, realmente me debatí entre dejarle las cosas claras a Leo o ir a ver que le pasaba a Sandra, y obviamente me decanté por ir a por Sandra, era mucho más importante que Leo.
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Yo: Y tú déjalo – le dije a Leo – Que ya has hecho bastante.
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Le sonreí a Culebra y a Alex, en forma de agradecimiento, y fui detrás de Sandra. Cuando entré al baño estaba llorando.
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Yo: ¿Qué te pasa? – me senté a su lado y la abracé.
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Sandra: Que no soy como tú. Que a cualquiera que se me acerqué lo pudo matar. Y que no sé qué hacer, tu vida es perfecta y la mía... – la interrumpí.
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Yo: No tienes ni idea de cómo es mi vida. Ni tu ni nadie. Ninguno de vosotros sabe lo que he tenido que vivir para estar aquí. ¿Sabes? A lo mejor mi vida ahora es muchísimo mejor que antes, pero te digo yo que no te gustaría vivir lo que he vivido yo antes de llegar aquí – le dije a la defensiva.
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La dejé con la palabra en la boca y salí del baño. Me hice invisible, hasta que vi que Sandra salía del colegio. Entonces me volví visible y me senté en una de las mesas, que ya estaban vacías. De hecho, no había nadie en el cole. Y me vinieron a la cabeza todos esos recuerdos tan horrorosos. Y no pude evitar las lágrimas. Que rápidamente me quité cuando vi que Culebra entraba al cole.
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Culebra: Ey, reina, te estaba esperando. Estaba afuera y cuando Alex y la chispas salieron no te vi, me he quedado esperándote... – se fue callado al analizar mi cara y ver que aún había rastros de lágrimas y supongo que tenía los ojos un poco rojos – ¿Estás bien?
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Yo: Sí, sí. No pasa nada.
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Culebra: Sabes que mientas fatal, ¿no?
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Solté una pequeña risa, que en segundos se convirtió en un pequeño llanto. Culebra se acercó a mí, rodeándome con sus brazos, así que yo apoyé mi cabeza en su pecho, abrazándolo por el torso.
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Culebra: ¿Un mal día?
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Yo asentí mientras lo abrazaba con fuerza. Y él me acariciaba la cabeza. Después de unos minutos cuando me tranquilicé habló pero no se separó de mí.
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Culebra: Venga, que seguro que no es para tanto. Además, que hay fiesta mañana.
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Yo: Ya, en casa de Leo – dije mientras me quitaba las lágrimas con la mano.
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Culebra: No, una fiesta de verdad. Organizada como Dios manda, en la casa abandonada.
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Yo: ¿En Villa Dorita?
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Culebra: Sí.
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Yo: Pero ahí no podemos.
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Culebra: ¿Por qué? – está vez si se separó – ¿No te has enterado? Pero si estuvo mamá, lo registró todo y no hay nada.
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Yo: ¿Y cómo vamos a entrar ahí?
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Culebra: Ay criatura. Por la puerta principal. Con estas manitas, está todo hecho. Anda vámonos a casa.
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Me pasó un brazo por los hombros y empezamos el camino a casa.
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Si queréis podéis dejarme un comentario de que os a parecido la historia o alguna sugerencia. Si os ha gustado podéis dejar una estrella. Gracias por leerme. ❤️
08/11/2022
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Los protegidos y tú (Actualizada)
FanfictionT/n es una chica con 3 hermanos, a los que persiguen una extraña asociación que busca a chicos con "dones especiales". ¿Qué pasará con ellos? ¿Y con los otros chicos con los que fingen ser una familia? ¿Los descubrirán? Tendrán que conseguir supera...