Capítulo 17

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Desperté en una habitación con paredes, techo y suelo blanco. Las luces me molestaban, tenía sentido, me acababa de despertar. En mi brazo tenía dos guías que iban conectadas hacía un aparato frente de mí; en el aparato aparecían unos números grandes y azules en el otro que estaba a la par tiraba el que creo que me miraba el pulso.

—Hola Henrry, ¿Cómo te sientes? —Anna estaba frente a mí, no quería que estuviera ahí, con ella me sentía cálido—. ¡Oye!, se que estas molesto por lo que paso hace un rato… pero ¡¡perdóname!! ¿Sí? —en ese momento me hacia el difícil, solo desvié la mirada para otro lado. Ella hizo lo mismo; junto a su rostro triste—. Lo entiendo, sé que no me quieres ver —una lágrima cayó en el piso—, pero te amo—. Justo terminando la palabra “te amo” mi cabeza se comenzó a llenar de pensamientos locos.

—¡¡Siii!! ¿Qué me amas? Por favor, como que te vi junto a Max besuqueándose en el sótano, ¿y así me dices que me amas? —se lo dije furioso—. Sus ojos fueron inundados por las lágrimas—. Ella no dijo nada, solo permaneció con su mirada hacia abajo. Se levantó despacio, camino para la puerta, y decepcionada salió; sin decir nada. De hecho, yo sentía culpa por lo que sentía, pero ¿debería hacerle eso?
El tiempo avanzó cinco minutos, lo supe por un reloj que estaba en la pared, frente de mí. Me sentía exhausto, comencé a quedarme dormido.

—¿Matt?. —no lo podía creer, ese idiota estaba frente de mí—.
Estaba parado en la puerta, tenía la postura de un zombi, su traje lo tenía roto, comenzó a minar para donde estaba acostado. Comencé a sudar demasiado, cada vez se acercaba más y más, me senté en mi camilla, para ver si así lo podía tranquilizar. En su mano llevaba un bate, llevo sus manos hacia arriba y justo en el momento que las iba a llevar a mi cabeza me senté en mi «camilla», con la respiración acelerada; no podía creer lo que pasaba; primero vi la silueta de Matt, después veo a Max y Anna besuqueándose y peleo con ella, ahora tengo una pesadilla con Matt. Mi mente se tambalea.
Tras lo ocurrido hace unos minutos, me quede analizando sobre lo que pasa.
Yo no debo de tener esos sueños locos, en especial con Matt, solo es mi amigo y no es mi enemigo  y ya, pensando en Matt, ya tiene tiempo de que no viene a molestarme, no es que me haga falta, de hecho, detesto que venga, ya que se porta como niñero mío. Lo más lógico que piense; será que no puedo defenderme de un maniático de estos, ¡por favor!, si yo tengo listón negros en carate. —en esa habitación solo estaba el ruido de las agujas del reloj de pared, y yo en mi mundo de pensamientos locos—.
Ahí viene una enfermera —me dije en mente.
—Tome su almuerzo —puso el almuerzo sobre una mesita a la par de mí.
—Gracias, muy amable.
Salió de la habitación sin decirme nada: en total silencio.
Y he ahí solo, sin hambre y sin compañeros. Este era uno de tantos días que me odiaba.

Moría por estar en fuera de esa habitación, creo que intentare matarme, mi familia no está a mi lado, mi novia ha muerto ¿Qué más puedo hacer?.

Entonces comencé a quedarme dormido nuevamente, esta vez creo que si dormiré tranquilo, espero no estar pensando en Matt.

Ya era el siguiente día, ¡no podía creer que había dormido desde el mediodía!.
Me siento terrible.

La enfermera llego justo en el momento que me había puesto una cuerda que iba dentro de mi brazo; adatada a el aparato que estaba cerca de mí. Llevaba en sus manos mi desayuno, al ver lo que hacía, tiró mi desayuno a lazar, y como loca salió corriendo a detenerme.
— ¿Qué crees que haces? —Gritó—.
«Nada»
—¿Estás enfermo o qué?
—¡¡Lo que pasa es que este lugar es para personas «enfermas» no para gente como yo!! Que no tiene nada, ¡no tiene porque estar aquí! Solo soy un sospechoso de la muerte de mi amada, ¡¡yo no he matado a nadie!!—. En ese momento comencé a llorar como niño pequeño.
—Lo siento, pero ordenes son órdenes. Y nosotros tenesmos que obedecer a la ley —la enfermera puso cara de lastima.
De hecho, a mí me ayudo a tranquilizarme.

Sin que me diera cuenta me inyectó un tranquilizante, nueva mente me dormí.

Eran las doce en punto; del medio día. Estaba sin comer y con «fuerte migraña», ahí estaba la misma enfermera. Me dijo que depende como siguiera, me podía sacar de ese infierno el día siguiente, sentí una felicidad en mi interior. Me portaría como nuca ese día, ya que era desesperante estar ahí, y mucho menos estar solo, un que siento mejor estar apartado de Anna, esa perra, que no sabe lo que hace, total, no puedo estar pensando en ella, no me conviene, y no debe de ser mi amiga, es más, le evitaré, y cuando se dé cuenta de que la evito ella misma me dejará de hablar.
Soy un genio. Debería estar dentro de una lámpara, para que alguien me frote, pero como la vida es un carajo y no es lo que quiero, mejor me muero.

Moría por salir de ahí, el cielo se veía de tarde noche; el reloj de pared apuntando las seis y media, lo aseguraba. Me llevaban la cena. Por un lado, no quería salir de ese lugar ya que comía sin hacer nada, y no andaba como un idiota trabajando fuera de aquí.

No tenía apetito de nada, me habían prohibido ingerir cosas liquidas y cosas duras, es decir: comida.

henrryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora