Parte 3

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Es domingo por la tarde y Carla está en su habitación pasando los restos de una resaca formidable. No se acuerda muy bien de lo que hizo la noche anterior. Tiene un leve recuerdo, pero igual no es más que su imaginación. No se atreve a llamar a Cat por teléfono. Igual pasó de verdad y su amiga está cabreada con ella.

Se cogieron una buena borrachera, sobre todo ella, que es la que está menos acostumbrada a beber cerveza hasta reventar. En el Aljibe tomaron chupitos de bourbon y cuacuás, que es una de las especialidades del local, pasaron un calor de muerte y hubo roces involuntarios porque estaban como sardinas en lata de tanta gente que había. El Aljibe es un bar muy pequeño y se llena enseguida. Allí ponen música nacional, y mucho Platero y Extremo y Ramoncín, y cantaron a gritos y bailaron como posesos. En el Johnny bailaron dando saltos temas de Dover, The Offspring, Spice Girls, Toreros Muertos, Seguridad Social, Los Ronaldos y muchos otros grupos que Carla ni siquiera conoce. Más Coors, más calor, más roces no del todo involuntarios. Recuerda que la tuvieron que llevar a casa en coche, y recuerda un beso, aunque no está segura de que fuera real. Tal vez no lo hizo, tal vez no se enrolló con Javi, después de todo, pero no dejó de pensarlo durante toda la noche. Lo que sí es seguro es que estuvo coqueteando con él todo el tiempo. Lo hizo para darle celos a Cat, para ver si así su amiga abría los ojos y se daba cuenta de que podía perder al chico que le gustaba, o eso se decía Carla, aunque Cat insistía en que sólo eran colegas y que nunca le había mirado con otros ojos que los de una amiga. Lo hizo para darle en las narices a su amiga, para que todo el mundo supiera que ella era la más atractiva, para demostrar y demostrarse a sí misma que podía tener al chico que quisiera, a cualquier chico que se le antojara. Lo hizo porque estaba borracha. Lo hizo porque se imaginó que él era Fran...

No sabe por qué lo hizo.

Sobre su escritorio, una carta de Fran que llegó ayer y que no vio porque se olvidó de abrir el buzón. Aún no la ha leído. Se siente muy culpable.

Seguro que le dio por lo menos un beso. Pero si no es más que un mecánico, se dice, avergonzada y escandalizada. Sabía bien, una mezcla de cerveza y tabaco rubio, algo acre, piel con olor dulzón y pelo limpio. Es un poco más alto que ella. Se comportó como un caballero. Pero la besó, no puede habérselo imaginado.

Se mira al espejo y hace una mueca. Reproche por parte de Cat, reproche por parte de esa carta que aún no ha abierto, reproche por parte de su imagen que la mira con frialdad. Su estómago y su cabeza también la reprenden, demasiado alcohol para una sola noche. ¿Quién la trajo a casa? Sus padres no le han dicho nada, ¿llegó muy tarde? ¿Vomitó?

Mira la foto de Fran sobre su mesilla, junto a la foto que se hicieron ella y Caterina el día que fueron a ver las notas de Selectividad, que ambas habían aprobado, Cat con mejor calificación que ella. Vuelve la cabeza para no sentir las miradas reprobadoras de las tres personas a las que más quiere: su novio, su amiga, y ella misma, por supuesto, se ha vuelto muy narcisista, sobre todo desde el verano.

Se repite una y otra vez que ella jamás se enrollaría con un mecánico. Además, sólo fue un beso. Puede justificarse poniendo como excusa la cerveza. Tampoco fue tan grave. El mundo no se va a acabar por esa tontería.

De camino al cuarto de baño, con el albornoz entre los brazos, escucha el teléfono y se queda paralizada. Su madre la llama desde el comedor. Lo coge con manos temblorosas, esperando la bronca de Caterina.

—Joder, vaya voz de ultratumba —saluda Cat con voz alegre—, igual te despiertas ahora. Carla murmura que sí y Cat se ríe.

—La falta de costumbre —le dice—. Tengo una buena resaca.

—Pues vete acostumbrando, tía —dice Cat, y por su tono de voz parece que está sonriendo—, porque mis colegas me han preguntado si saldrás el próximo finde.

EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWISTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora