CAPÍTULO 22. LA ARENA NO ESTÁ TAN RESERVADA A DETERMINADOS LUGARES
No es que no me gustaran las fiestas o que me asfixiarán, que también, lo que pasaba era que no estaba acostumbrada a ellas. No sabía como comportarme, como bailar, qué beber, de qué hablar. La hafefobia no es algo que te haga salir mucho de fiesta.
Con suerte, gracias a Valentina, tenía algunas cosas aclaradas. Habíamos estado mirando nuestra ropa en busca de lo idóneo. Tampoco teníamos mucho entre lo que elegir, en un principio era un campamiento de desconexión, no de fiestas a escondidas de los monitores. Ella llevaba una falda de volantes blanca y un top de colores "muy surfero", palabras textuales. Yo por el contrario llevaba un vestido gris perla básico de tirantes gruesos muy elegante, el pelo recogido en una cola de caballo y unas deportivas informales.
Cogimos unas chaquetas para cruzar la zona central y llegar a las cabañas del lado opuesto a las nuestras, no queríamos mojarnos y estropear el maquillaje.
Conforme subíamos la cuesta de tierra la música se empezaba a escuchar retumbando por la naturaleza en un escandaloso contacte, y por las ventanas salía una luz azul curioso. Entramos detrás de un pelotón de chicas con minivestidos y todo fue un caos. La cabaña era igual que la nuestra, lo que significa que las veinte personas estaban muy muy justas de espacio. La luz azul que ya había divisado se debía a un papel semitransparente recubriendo la bombilla y mareaba bastante. Las conversaciones se chocaban unas con otras tratando de hacerse espacio. El escritorio y el semimuro estaban llenos de platos de papel con patatas fritas de origen desconocido. El olor a humanidad era palpable y mi creciente ansiedad también.
Valen me dijo que se iba con Emma y Maca, y yo, evadiendo la situación fui a por un vaso de algo.
—Oye, ¿no hay nada de alcohol? —le pregunté a un chico al ver que solo había refrescos, necesitaba algo fuerte para pasar la noche.
Alguien me dio por detrás y tensé el cuerpo en un intentó de hacerme fina e inalcanzable.
—No, aún no. Lo sé, es una mierda. —me dijo observándome de arriba abajo.
Si no hubiera tenido mis problemillas le habría cogido por la barbilla y levantado la mirada de mi cuerpo.
—¿Aún?
—Sí, llegará luego, Tobías se está retrasando.
¿Tobías? ¿Qué tenía él que ver?
Solté aire decepcionada y abrí una lata de Aquarius.
Miré en derredor en busca de un paraíso dentro del infierno, pero no los había. La litera, aunque algo antisocial, habría sido una buena opción, pero había dos chicos y una chica liándose entre ellos. Y la verdad, si hubiera estado libre creo que me hubiera lanzado de cabeza, a la mierda la sociabilidad, no era capaz de pensar en nada que no fueran los codos que me rozaban.
—Genial. —murmuré completamente normal (que se note la ironía).
Fue una lástima que lloviera, la fiesta habría estado más extendida.
En un momento desesperado me fui al rincón del armario y me apoyé en la ventana que daba al cobertizo. Es una técnica de supervivencia, cubrir frentes lo llaman.
Cerré los ojos intentando desaparecer, y algo colapsada por lo rápido que me había alterado. No era tan propensa a estar mal tan rápido, ni cinco minutos llevaba allí. Pero es que realmente tenéis que imaginaros una habitación no muy grande, lleno de cuerpos, música a todo volumen y una luz azul. Realmente mis pulsaciones alteradas estaban justificadas.
—¿No tienes ganas de fiesta?
La voz de Alejo me asustó, al parecer no se me daba bien los de los frentes. En mi defensa diré que mi mente se estaba nublando.
Tratando de ignorar las ganas de salir corriendo y la mano de Alejo apoyada a un palmo de mi cabeza, giré el anillo metálico en mi dedo.
—No, sí. No tengo ni idea. Puede que no.
Se rió tan despreocupadamente que apreté los dientes, ¿cómo podía estar tan tranquilo?
—Cuando traigan las botellas se animará el ambiente.
—¡Como me gustaría pensar que la buena música es suficiente para ello! —la broma sonó algo tensa de mis labios.
—Cosas de las nuevas generaciones.
Alejo llevaba el pelo recogido en un moño en la cumbre de su cabeza y una sonrisa que haría caer rendido a cualquier chico si no fueran gilipollas.
Se instauró un silencio incómodo y aparté la mirada a tiempo de ver a Pol entrando por la puerta. Tragué saliva sin darme cuenta, estaba estupendo, y eso podía verlo aun estando mal. Llevaba una camiseta negra con unos cuadros con imágenes y cosas como futuristas en tonos morados a la espalda. Su pantalón era rosa y llevaba las chanclas con calcetines como por la mañana. Los pantalones rosas eran tremendos. Su pelo estaba engominado cumpliendo la promesa de ser aún más atrayente y literalmente brillaba de felicidad. Estaba en su salsa.
Sinceramente, su llegada fue como un soplo de aire fresco. De entre toda esa negrura en la que me encontraba, fue una destensión de hombros agradable.
Al parecer mi mirada fue muy fulminante pues llamó su atención. Pol me guiñó un ojo, en concreto el derecho y consiguió que las piernas me fallaran. Aparté la mirada rápidamente.
«Estúpido Pol»
Alejo carraspeó captando mi atención, su sonrisa de medio lado me enervó y me devolvió a la realidad. Fue como si literalmente me hubieran puesto unas gafas oscuras.
—Algo me dice que tus ganas de fiesta han aumentado considerablemente.
—¿Tú no deberías estar por ahí ligando en vez de con la chica sin ganas de fiesta?
Alejo se encogió de hombros y dio un sorbo a su bebida.
Me encontré deseando que Alejo se marchara a hacer cualquier otra cosa y viendo a Pol acercarse en mi dirección. Trágicamente la hora no era capicúa en esos momentos y ninguna estrella fugaz surcó el cielo, ninguno de mis deseos se hizo realidad. Es más, Pol se fue con su novia y le plantó un beso que me llenó de anhelo. No sabía que pretendía queriendo estar en el lugar de Emma, porque un porcentaje considerable lo deseaba. En el hipotético caso de que yo no tuviera la fobia, claro, y tampoco creo que me hubiera metido entre ellos dos, tristemente hacían buena pareja y no era mi estilo ir rompiendo relaciones.
—¿Sabes qué creo, Thesa? —me preguntó repentinamente Alejo y casi con pena.
Me crucé de brazos, algo me dijo que debía protegerme, y respiré discretamente pero conscientemente dos veces.
«La gente es solo gente, Thesa» me dije para calmar esa ansiedad que cada vez era más latente.
—Creo que te gusta Pol.
Escupí el Aquarius de nuevo al vaso e hice un ademán con la mano restándole importancia a la situación. ¿Cómo? ¿En qué momento se le ocurría algo así? Que pensara en besarlo no significaba que me gustara, solo que la hafefobia estaba perdiendo terreno cada día un poco más. O eso me gustaba pensar.
—Eso es una chorrada, Alejo. Imposible, completamente falso.
—Imposible no es, hasta a mí me ha gustado. Y lo de "completamente falso" me chirría.
—No, no lo hace.
—Sí, sí lo hace. —me dio con el dedo en el hombro y miré la zona dañada estupefacta.
Respiré dos veces con cautela y abrí la ventana, necesitaba respirar. Dios, escuchar la lluvia fue todo un calmante.
—¿Lo niegas de verdad? —siguió.
Alejo se apoyó en el alféizar de la ventana conmigo y sus grandes dimensiones me permitieron recuperar un espacio que llevaba largos minutos ni poseer.
—Lo conocí antes de ayer. Claro que lo niego.
—Parece que ha pasado mucho desde entonces. Yo te considero una buena amiga.
Le sonreí con sinceridad.
—Yo también te considero un buen amigo.
—Sí, sí todo muy bonito, pero estábamos hablando de algo serio. El tiempo no es necesario para que te mole Pol.
—Es guapo y ya, nunca saldría con él.
—Yo no he dicho nada de salir.
Solté un gruñido y bajé la cabeza derrotada, me fijé en que giraba el anillo de forma inconsciente.
—Un poco te gustara.
—Nos conocimos el lunes. —repetí agotada.
—¿Y? ¿No has oido hablar del amor a primera vista?
—Oh, por favor, se te está yendo de madre. —la música subió unos tonos y me pellizqué el puente de la nariz—. ¿Sabes qué? Me voy fuera.
—Como son los cobardes...
—¿Los cobardes saldrían a la lluvia por la ventana?
—No, y tú tampoco. Te quiero viva y entera mañana.
Mi idea no había ido en broma, de hecho ya estaba preparada para saltar, pero seguí su consejo, no era muy ágil.
Me despedí de él con una mueca, dejé el vaso vacío en la mesa. Y fui a la puerta. El pomo iba sorprendentemente flojo y la abrí con una fuerza desesperada, tanta que le di con considerable fuerza a quien estuviera detrás. Escuché a alguien quejarse y me disculpé rápidamente.
Ese reflejo rubio...
Mierda, era Daniel, como le rompiera la nariz Valentina me mataba.
Tragando saliva seguí disculpándome y Daniel apoyó su mano en mi hombro. ¡Que manía con mi hombro! En una acto muy inteligente, me deslicé fuera de su alcancé y les di paso para entrar.
—Está lloviendo. —me dijo Tobías con una cara adorable.
Me alejé andando.
—Gracias por la información, no me había dado cuenta. —le respondí riéndome por su comentario.
En cuanto estuve completamente sola, bajé los brazos.
Muchas veces no me daba cuenta de lo tensa que estaba hasta que dejaba de estarlo. Estar rodeada de gente era agotador. Me sentía constantemente invadida, alerta. No me gustaba demasiado, pero Vera me decía que era perfectamente capaz de sobrellevar la situación, que había avanzado mucho. Así que yo lo intentaba, y fracasaba, siempre acababa retirándome antes de tiempo. Aquella, obviamente, no fue una excepción.
Fui al lateral izquierdo de la casa, el que no daba el camino sino al bosque. Desde allí arriba podía ver el sendero que llevaba a la playa, me planteé ir, pero algo me dijo que me quedara sentada. O que me sentara, y así lo hice. Me dejé caer en el espacio entre las dos ventanas y llevé las rodillas a mi pecho, acurrucándome contra la pared, tratando de protegerme de la lluvia con el tejadillo, lo cual fue en vano pues finas gotas me alcanzaron rápidamente y mi pelo se oscureció con la humedad. Con la mano derecha estiré de la goma de pelo y dejé caer los mechones semimojados sobre mis hombros. Mi cabello rubio ceniza, ya de por si ondulado, se curvó con más intensidad, acortándose hasta la mitad del cuello.
El césped mojado probablemente estuviera dejando un cerco en mi vestido, cerco que la lluvia se encargó de mimetizar con el resto de la tela. Su color no era muy oscuro y probablemente se me transparentaría el sujetador negro. No me importó.
Varias gotas rodaron frías por mi cara y me entraron unas repentinas ganas de llorar. Empecé sollozando. Sollocé por todo lo que no tenía y lo que probablemente no llegara a tener nunca. Sollocé porque aunque no lo admitiera, Alejo tenía razón, Pol me gustaba, y mucho, pero no importaba. No importaba porque nunca estaría con él, nunca lo besaría. Lo que sentía por el chico de pelo decolorado tal vez no fuera muy fuerte, de hecho no lo era, pero me asustaba. Me asustaba porque aunque yo solo veía la punta del iceberg, era muy posible que por debajo del nivel del mar, se estuviera formando una gran masa de hielo. No me atrevía a descubrirlo.
Las lágrimas calientes no tardaron mucho en llegar y si cerraba los ojos podía sentir la diferencia de temperatura con las gotas de lluvia.
Enterré la cabeza entre las piernas dejándome llevar por el sonido de las gotas golpeando incesantes todo lo que estaba a su alcance.
—¿Siento que molesto? —escuché preguntar a Pol, o me lo pareció.
Me moví ligeramente para comprobarlo. Pues sí, joder.
Con la muñeca me restregué los ojos y lo miré. Fue un terrible error hacerlo, una de sus manos estaba atusando su cabello blanco y como consecuencia de aquello, la camiseta se le levantaba ligeramente, dejando al descubierto una franja de piel pálida, el hecho de que fuera negra acentuaba más el tono vampírico. Yo juraría que fue solo una fracción de segundo lo que estuve viendo ese estrecho que prometía un estómago normal y, por algún motivo extraño, extremadamente sexi. Debieron de ser varias fracciones de segundo, pues Pol carraspeó y mis mejillas se encendieron a full.
—¿Qué haces aquí? Está lloviendo. —mi tono fue mucho más cortante pero pude ver el motivo de Tobías para decir la frase, era útil.
—Te podría preguntar lo mismo.
—Y no lo has hecho, pero te voy a contestar. Buscaba estar sola.
—Muchas veces no es recomendable estar mucho solo. Los pensamientos son malos contrincantes.
—Dudo que consiga estar mucho sola en un campamento y se luchar mis batallas, gracias.
—No me está gustando nada que te estes sintiendo atacada. Nada de nada —señaló el césped a mi lado—. ¿Puedo sentarme?
Dudé, ¿sabría él lo que es el espacio personal? ¿Y yo lo que es mantener la calma? Vaya par de estúpidos.
Asentí con la cabeza y gracias a lo que quiera que haya allí arriba, tres palmos nos separaban. No era lo suficiente como para mantener las pulsaciones a raya, ni de lejos, pero con Pol era imposible.
—¿Sabes? Creo que no quieres estar sola —me dijo en un tono de voz muy calmado. Sin duda discutir con él debía de ser muy frustrante.
—Hoy mucha gente cree saber muchas cosas sobre mí.
—¿Ah, sí?
—No te voy a aclarar nada, Pol.
Se rió un poquito por lo bajo, para el solo. No era una risa pretenciosa, ni siquiera trataba de llamar mi atención, la ocultaba. Y puede que por ello me sacara una sonrisa.
—No lo dudaba.
Estuvimos en un silencio que me incomodo, su presencia estaba muy presente. Y el frio también, el bello de los brazos se me estaba erizando y me cubrí las piernas con el vestido manteniendo alejados los escalofríos.
—¿Quieres mi chaqueta?
No me había dado cuenta, pero efectivamente llevaba una chaqueta vaquera que me impresionó, tenía una cremallera fluorescente, que no brillaba en la oscuridad, y una capucha.
—Gracias, pero no vamos a montar una escena de película.
—Uy con la orgullosa...
Lo fulminé con la mirada.
—No soy orgullosa.
—Si realmente no lo fueras aceptarías mi chaqueta.
—Y entonces tú te morirías de frio.
—Oh, por favor, soy un hombre. —dijo sacando músculo.
—Yo seré orgullosa, pero lo tuyo es otro nivel —repliqué.
—¿Nivel de qué? —inquirió levantando las cejas.
—No pienso contestarte porque yo soy una persona madura.
Apoyó la cabeza en la pared y su cuello quedó a la vista. Al sonreír se le tensaban la piel y no pude evitar que me me invadiera la necesidad de besar su piel ¿cómo sabría Pol Luna?
—Conversar contigo es muy interesante, Theresa.
No le dije nada, y no porque replicarle no fuera sencillo y tampoco porque me dejara sin palabras. No me esperaba aquello o simplemente estaba embobada con él. Sacudí la cabeza y me repetí que estaba lloviendo. Os recomiendo esa frase, sirve para todo.
—¿No querrás que me arrime a ti como Jacob a Bella, verdad? Prometo no proponer quitarme la camiseta, no quiero enfadar a tu chico.
Bufé y trabé sus ojos con los míos. El impacto de sus dos tormentas fue duro, pero logré solucionarlo con un carraspeó.
Mi cuerpo empezaba a sentirse incomodo en su presencia, invadido diría yo, así que decidí darme la vuelta y apoyar mi costado en la pared. Con él movimiento gané casi dos palmos más, pero le daba predisposición a conversar claro. No se puede retener todo en esta vida.
—Para empezar, no tengo novio —no me preguntéis porque, pero la necesidad de que tuviera esa información fue imperiosa—. Y luego, ¿has visto Crepúsculo?
—Me ofendes. Varias veces de hecho.
—Pensaba que los chicos solo veías películas de zombis, guerra y Marvel.
—Bueno, es son géneros que triunfan, pero esas películas son obligatorias.
—Ostras, si va a resultar que no eres un capullo. —dije.
Abrió los ojos sorprendió por mis palabras.
—No, no soy un capullo.
—Eso solo puede decirlo alguien ajeno a tu persona. —le espeté.
Levantó las manos con inocencia.
—Volver a preguntarte por lo del teléfono de ayer es inútil, ¿verdad?
—No sabes cuanto.
—Está conversación aún no nos ha creado el vínculo necesario. —afirmó.
—¿Ese era tu propósito? —pregunté.
Sujete mi cabeza con las manos.
—No —dijo sonriendo e hipnotizándome por decimoctava vez en una noche—, pero habría estado muy bien.
Pol cerró los ojos y pude disfrutar de las vistas sin necesidad de preocuparme por la fuerza de mi mirada, que se sentiría claro. Su pelo ya estaba completamente mojado y caía sin fuerza, los mechones no se le ondulaban mucho ni entonces, y varias gotas resbalaban por su cara. Sacó la lengua y se lamió una gota de lluvia.
Un escalofrío me recorrió por la columna vertebral.
—Ojalá algún día tengas la confianza de contarme lo que te pasó, Theresa.
Si esas palabras no fueron suficientes para hacerme odiar al máximo mi fobia, para hacerme ver que tal vez Pol y Alejo tuvieran razón y se puede conocer a las personas y crear emociones fuertes y poderosas por ellas en pocos días. Suficientes para hacerme suspirar de frustración y cosas muy distintas por la noche. Suficientes para desear que Vera tuviera razón, y TeDI fuera a ser una solución.
Si no fueron suficientes para hacerme ver que Pol iba a ser quien desatara la tormenta, lo fueron las siguientes.
—No me llames Theresa. —le dije con la voz temblorosa y las emociones recorriendo mi cuerpo como peces de colores.
—Thesa. —dijo con los ojos cerrados y convirtiendo mi estabilidad en fina arena de playa.***
Y con este capítulo terminamos la primera parte.
Si habéis llegado hasta aquí, por favor, seguirme y votar, ambas cosas se agradecen un montón. También podéis compartir la historia, algo que se aprecia casi más. Y claro, comentar si os ha gustado el final o la primera parte, es muy bien recibido.
Nos vemos el lunes.
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Simplemente Thesa
Teen FictionThesa Lagos, y solo Thesa, llega a TeDI, un campamento perdido al norte de España y con las siglas erróneas, aconsejada por Vera. Vera, es su psicóloga y la misma que la acompañara durante el año más ¿increíble de su vida? Parece adecuado hasta el...