Puente de flores

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El viento otoñal trae consigo algo mas que polvo y hojas secas que se arremolinan en los rincones de las calles. Trae oleadas de recuerdos acumulados en nostalgias que se condensan en un ramillete de flores de cempasúchil, una veladora, una comida sobre un plato de barro y conversaciones en voz bajita en la madrugada.

En las vísperas del 2 de noviembre las casas y los panteones de este lugar se llenan de colores porque se preparan para dar la bienvenida a quienes se fueron pal otro lado, porque se tiene la fiel creencia de que es en ese día quienes ellos nos visitan.

La tradición del día de muertos en México data de antes de la conquista. Los antiguos mexicas, mixtecas, tlaxcaltecas y otros pueblos prehispánicos hacían rituales para celebrar la muerte. Y fue tanto el fervor y amor que estas culturas le tenían a esta festividad que los españoles desistieron en su intento de erradicar esa tradición y solo pudieron compartirla con la tradición católica del día de todos los santos y el día de muertos el 1 y 2 de noviembre.

Desde entonces esta tradición sigue vigente a nuestros días y los ritos propios de cada comunidad se traspasan de generación en generación para continuar con la conmemoración de la muerte y de la vida, para preparar el puente que será cruzado por nuestros seres queridos.

Dicen que el 2 de noviembre los muertos se cuelan al mundo de los vivos, yo creo que también algunos vivos se cuelan al mundo de los muertos.

Hay algo verdaderamente atractivo con el tema de la muerte, y es que el mexicano no le teme, le adora. Probablemente porque sabe que uno no muere en realidad, sino que pasa a otro plano de existencia donde lo mundano pierde importancia y se encuentra con las bondades del universo. Los católicos le llaman el paraíso y los mexicas le llamaban Mictlan pero la esencia es similar: existe un lugar mejor; existe algo mejor que este mundo.

Tal vez por eso hay tanta fascinación hacia la muerte, la tratamos con respeto y no le tememos, porque sabemos que quizá, solo quizá, la muerte nos salva de la vida.

Pareciera que ir al otro lado es la promesa de encontrar ese lugar donde el descanso es eterno y ocurre una liberación del cuerpo y el alma y nos volvemos un todo con el mundo. Pareciera que ir al otro lado, es la promesa de que todo aquello que aqueja en este mundo terminará.

Pero así cómo se adora a la muerte, se le resiste. Y es que en realidad uno no quiere morirse. No quiere dejar a los demás con un hilo rojo flotando en el aire porque no hay nadie que lo sostenga del otro lado. Por eso se ponen los altares y se espera con esmero esa noche de noviembre para adornar con colores, olores y sabores la llegada de quienes se fueron y a quienes se extrañan.

Porque mientras quien se va habita el lugar soñado, quien se queda lucha contra los vacíos. Las ausencias duelen. Y es que en realidad uno no quiere morirse, solo quiere descansar. No busca dejar a los demás con un hilo rojo flotando en el aire que solo parece ser sostenido del otro lado cada 2 de noviembre.

Así que se sigue el ritual religiosamente: se escoge el mejor lugar de la casa, se ponen las cajas o las rejas para hacer los niveles, se escoge la foto más bonita del difunto, se corta con cuidado el papel de china y la comida, nunca se olvida el platillo y la bebida favorita del difunto, y se hace con tanta dedicación porque se sabe que un día estaremos del otro lado, esperando cruzar el puente para volver al menos por una noche al mundo de los vivos y sostener el hilo rojo.

Y es en ese momento en el que el portal se abre cuando algunos vivos aprovechan para transitar un poco por el otro lado, para observar la muerte de frente y tantearla con los dedos, es ese el momento en el que se puede saborear esa tranquilidad y paz de la que tanto se habla y de este lado tanto hace falta.

Pero lo repito, no es que quieran morir, creo que muy pocos realmente lo quieren hacer. Lo que se anhela es la brisa del sosiego que suele darse a pinceladas cuando el sol cae o los pajaritos cantan pero que allá es eterno mientras que acá es momentáneo. Es el afán de encontrar por fin lo que siempre se ha buscado, pero persiste el miedo de cortar el lazo con quienes nos aman.

Es que la resistencia a la muerte no es por hacerle cara a lo que está más allá, es por lo que dejamos atrás en este mundo. Son ellos quienes nos detienen y nos hacen cuidar nuestra salud, protegernos en los viajes o mirar de lejos el río.

Dicen que el 2 de noviembre los muertos se cuelan al mundo de los vivos y conviven con sus familiares en otro plano mientras comen de sus ofrendas y disfrutan de verlos, yo creo que algunos vivos también se cuelan al mundo de los muertos y danzan entre pétalos de cempasúchil y polvo de estrellas y lo disfrutan, porque es ese el día en el que toman el valor para ir al otro lado. 

***

Tuve unas semanas muy difíciles, mi psicólogo me dijo que no dejara de escribir y aproveché una convocatoria escolar para hacerlo. Espero te guste. Saludos, te he extrañado. 

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2022 ⏰

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