La puerta de aquel templo parecía intacta como todo lo que había a su alrededor, terminaba siendo tan escalofriante como gracioso, después de todo quien sé imaginaria encontrar un lugar en perfecto estado en este lugar repleto de maldiciones y de hechiceros revividos. Los tres hombres se acercaron para adentrarse en el sitio solo para chocar con una barrera poderosa que les hizo arder la piel al suave contacto con esta.
—Eso podría explicar por qué se mantuvo la estructura intacta durante todo este tiempo— Las palabras de Megumi distrajeron a los dos chicos que miraban las enormes puertas de color rojo buscando el cómo abrirlas.
—Es una barrera bastante fuerte, pero no imposible de abrir— Está vez hablo Yuta quien se echó un poco hacia atrás para luego llenar su espada de energía maldita y también hacer aparecer a Rika, ambos unieron sus fuerzas para dar un fuerte golpe a la barrera que ni siquiera se distorsionó un poco.
—No le hizo nada— El otro pelinegro se le quedó mirando fijo, como si estuviera esperando algo, mientras el pelirosa juntaba energía maldita en su puño y palpaba el lugar el cual golpearía.
—Ayúdame Yuta, démosle un buen golpe los cuatro juntos— Lo motivo el pelirosa antes de posicionarse para dar el puñetazo.
—Bien, a la de tres. Uno, dos, tres— los tres hombres y la maldición dieron un golpe poderoso, pero nuevamente aquella barrera no hizo absolutamente nada, ni siquiera una pequeña distorsión.
—Una vez más— El pelirosa volvió a animar a sus compañeros teniendo la esperanza de que está vez algo sucediera. Así fue como una vez más le dieron un golpe más y está vez la barrera cedió de golpe desactivándosele al leve roce.
Las puertas se abrieron con lentitud, dejando ver a la gran figura masculina frente a ellos. El hombre que era mucho más alto que los tres muchachos parados frente a él parecían completamente indefensos con su altura y su musculatura. Cubría la mitad de su cuerpo con un kimono y permanecía descalzo, su cabello largo y de un color azabache casi azulado llamo su atención y esa expresión sería y molesta los sobresalto a todos colocándose de inmediato en guardia.
—La ama quiere verlos. Adelante— el hombre les dio la espalda y camino esperando que los tres los siguieran a través del gran patio del templo.
Sin bajar la guardia, los tres se adentraron en el lugar, notando de inmediato la presencia de unos pocos humanos al rededor, pero percatándose de que gran parte de las Mujeres y hombres parecían ser más de la profesión de "entretención" por no sonar vulgar. A simple vista se podían apreciar las bellezas de las mujeres que ejercían aquella profesión y a kilómetros podías ver la desesperación que irradian sus almas, no podían saber si estaban ahí por bien o por mal, pero fuera lo que fuera tenían el presentimiento de que ahora lo descubrirían.
El gran hombre los guiaba a través de los pasillos del templo que permanecía en un estado perfecto, tanto que los había impactado. Finalmente, llegaron hasta una sala donde una cortina no les dejaba visualizar lo que había detrás, pero se podía suponer que ese era donde aquella "ama" tomaba un relajante baño que esparcía el aroma de pétalos de rosas y el vapor que los hacía sudar.—Quietos— El gran hombre cruzo las cortinas; sin embargo, el vapor les jugaba en contra para ver qué había detrás.
—Atentos— La espada en la mano de Yuta se movió un silencio lentamente para desenvainarla, mientras los otros dos juntaban su energía maldita para una pelea cuerpo a cuerpo con quién sea se les cruzará.
—Yo no haría eso si fuera tú...— Aquella voz... sin rodeos, el pelirosa camino hacia la cortina frente a ellos, siendo detenido al instante por sus compañeros, acto que fue en vano, pues el muchacho parecía hipnotizado por lo que había detrás.
Antes de que su mano pudiera tocar la fina cortina de tela blanca transparente, las concubinas de la habitación formaron una barrera frente a esta. Poco a poco fueron rodeados por las mujeres que parecían inofensivas en un principio, pero que ahora parecía que darían su vida por aquello que se reposaba en el agua caliente oculta de los tres muchachos.
—¿Qué buscan en mi templo?— Una vez más esa voz resonó en sus oídos haciéndolo temblar, quebrando sus pensamientos y sacando a flote gran parte de esos sentimientos reprimidos hace ya un tiempo, sus piernas temblaron mientras los otros dos solo observaban a las mujeres que los rodeaban.
—La ama les hizo una pregunta, por favor respondan con amabilidad. No queremos limpiar la sangre del piso— aquellas hermosas mujeres se habían vuelto aterradoras, era más que evidente que algo no estaba bien y era más que predecible que lo que fuera que estaba detrás de esa cortina era un nivel distinto a lo que ya se habían enfrentado.
—Bien, acabaré de una sola vez... Rika— La gran maldición hizo su aparición provocando el caos en el lugar, mientras Yuta rompía aquella separación, son su espada y finalmente el vapor se dispersaba para dejar ver a la mujer detrás de esta.
—Qué imprudencia de tu parte niño maldito— La espada de Yuta era sujetada por la mano de aquella que permanecía sumergida en el agua.
Era ella y ya no había más dudas al respecto, el pelirosa se paralizó, sus piernas parecían no aguantar más, su corazón palpitaba a un ritmo inhumano, el sudor de su cuerpo aumento de repente y el oxígeno parecía ser tan reducido que sus pulmones dolían al inhalar. Era ella, era la mujer que había amado, era la mujer de la que aún estaba enamorado, era la maldición de la que siempre permanecería enamorado. Y que decir de la maldición dentro de él, como que fuera una broma de mal gusto, simplemente había quedado paralizado admirando desde el interior del chico a la mujer que amo durante tantos siglos, durante décadas, durante toda su existencia como maldición. Frente a ambos hombres se encontraba el diablo en persona, Megami, la maldición del amor.
Las gotas de sangre caían en la cristalina agua y la gran sonrisa de la chica al ver aquellas miradas confusas y desesperadas sé amplío aún más una vez que de un jalón hizo caer al chico al agua junto a ella. Por otro lado, aquel gran hombre que los había guiado a ese lugar permanecía inmóvil detrás de ella, sosteniendo una toalla y un kimono entre sus grandes musculosos brazos.
—Volveré a preguntar ¿Qué hacen en mi templo?— Está vez la maldición de Rika se le acercó con fuerza intentando salvar a Yuta quien había salido del agua y logro ver cómo la mujer había curado la herida de su mano causada por la espada.
—Buscamos respuestas y apoyo de los hechiceros ocultos en este templo— La chica rio con fuerza mientras salía de la tina, dejando ver su cuerpo desnudo cubierto levemente por su largo cabello dorado y siendo cubierto por completo por el gran hombre y la toalla que resguardaba.
—Megami...— Es lo único que pudo salir de la boca del muchacho, quien al igual que la primera vez que la vio se había quedado estupefacto, admirando aquella belleza. No podía ser posible que fuera tan igual, pero tan diferente a la vez, la había extrañado tanto y todo lo que había sentido había dolido y quemado tan fuerte en su interior. Pero, a pesar de todo, de todo lo que había creído, de lo que había imaginado y de todo lo que él quería creer, La seguía amando tal como siempre la amo.
—Contenedor de la maldición Sukuna, Niño de las sombras y el niño maldito, lamento informarles que no les daré nada, por qué sinceramente no me interesan sus metas. Pero me encanta ganar cosas a cambio, quizás si me proponen algo a cambio pueda ayudarlos— La frialdad con la que cada palabra salía de su boca no era la misma con la que Yuji la había conocido.
Cuando consideró que no podía estar más roto, más desecho, ella lo nombraba de aquella manera tan repugnante, de una manera tan asquerosa, palabras que iban con toda la intención de hacer daño, palabras que iban directamente tanto a la maldición dentro del cómo para él.
—Ama, me encargaré de ellos, solo deme unos minutos— Hablo aquel gran hombre mientras le acomodaba el kimono sobre sus hombros y acariciaba a su mujer con tanta confianza que pedía a gritos que lo asesinaran en ese instante. Lentamente, aquellas marcas cubrían la mitad de su rostro y luchaba por no ser poseído por la maldición que se estaba atormentando por lo que su mujer se había convertido.
—No toques a mi mujer— susurro una mitad de Yuji Itadori que era poseída por el rey de las maldiciones.
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El dolor de un Rey Maldito •Ryōmen Sukuna/Yuji Itadori• [Segunda temporada]
Romance[Segunda Temporada de: La mujer que Sukuna amo] Su partida había dejado un vacío en su pecho que el mismo no quería admitir, había sido un final duro e inesperado para él, pues el sí la había amado hasta lo más profundo de su alma y no dudaba que as...