11; la calma y los cerezos

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la jaula de las palabras




               𝓣hyra no recordaba cuáles eran las normas de una relación modelo. No había etiqueta en su memoria que la llevase de forma directa a alguna conversación, lectura o algo que le hubiese dado los indicios para saber de qué forma amar, cómo sobrellevar el romanticismo y de qué manera afrontar el dolor en caso de una ruptura. Al fin y al cabo, los meses le fueron enseñando las cosas poco a poco; descubrió que le gustaba amanecer con un mensaje en su teléfono, correr al aula y verle los pies sobre el banco, hacerle enojar mientras le miraba de reojo, y así. Incluso si eran cosas minúsculas que podía hacer con sus amigas, con él siempre era distinto.

Para el momento en el que se quiso dar cuenta, salían en la tarde, hiciese calor o frío, para disfrutar juntos la ciudad que conocían desde que tenían memoria; con mucho que decir o poco, daba igual. Se prometió a sí misma que nunca más iba a volver a vivir en el pasado, pero conforme sus días pasaban, era imposible no detenerse en ciertos recuerdos que huían a cuando se dio cuenta de que ni con la lógica del 2 más 2 es 4 podría llegar a explicar las razones por las que se fijaba en Bakugo. A veces solo le quedaba observarlo y sonreír, quererlo y recordar que todo lo nuevo lo experimentaron juntos.

Después de la última clase antes de las vacaciones salieron a pasear sin soltarse de las manos. Por el sendero no había nada más que un par de jóvenes enamorados junto al viento y el fuerte olor a flor. De haber paseado por un campo seco, quizá la pobre zona sobreviviente de un incendio, de tan solo caminar sobre las tierras con Thyra, se habría convertido en un jardín muy verdoso. Incluso, de mantenerse solos, acurrucados en la cama, habría descubierto que junto con ella se podía viajar, aunque estuviesen quietos en un sitio. Difícil de explicar, pero lo vivía todo el tiempo, hasta solo de mirarla cubierta de ese Sol, refrescada por el viento y alegre de estar juntos.

—¿Qué puedo regalarle a un niño de once años en su día especial? Yo es que, de los gustos de un puberto, no tengo idea —dijo riendo. Bakugo pestañeó—. ¿Videojuegos? Mamá me retaría porque no se ha estado concentrado mucho en sus deberes por esa razón, pero si le regalo libros probablemente los termine olvidando al fondo de la estantería. Ya ves qué color feo agarran los libros que tienen poco uso.

—Que el mocoso sea agradecido y acepte lo que sea —opinó.

—Está en la edad del pavo —sostuvo. ¿Qué demonios iba a saber él de niños? No tenía hermanos y, si tomaba de ejemplo a Deku cuando su edad ni alcanzaba las dos cifras, el escuincle se conformaba hasta con una hoja pisoteada del suelo. Además, conocía al hermano de Thyra poco y nada, ya que desde que se fueron a los dormitorios pocas veces concordaban con los horarios para ir de visita a la residencia Raiden. Y, si es que iban, el niño casi nunca estaba.

—Mierda, yo qué sé —refunfuñó—. ¿Tiene algún héroe favorito? Ya has visto cómo se ponen algunos cuando reciben cosas de quienes admiran...

Thyra hace silencio. Bakugo la mira por el rabillo del ojo; está pensándosela, y eso que soltó el comentario sin detenerse a analizar sus palabras. ¿Había dado justo en el clavo?

—Le gusta Burnin...

—Está en la agencia del viejo ese, es detestable —le comentó con fingido desinterés. A primeras horas del día, cuando el sueño le pesaba sobre los hombros, la recordaba siendo incluso más ruidosa que sus explosiones—. Como sea, tengo que ir mañana con los otros dos... Le pediré un autógrafo si lo quieres, para que se lo des al mocoso.

—¡¿En serio?! —Thyra frena en seco su caminata y, cuando Bakugo intenta girar a verla, es ella quien se lanza a sus brazos sin miedo. Abrazarla es una sensación de puro placer, calidez y agrado. Quien conociera al hombre que estaba abierto de brazos, sabría de verlo pelear que era un héroe muy atento a su entorno. Pero allí, recibiendo el afecto, fácilmente olvidaba que por el simple hecho de estar lejos de la academia podían correr un peligro ligero.

𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 𝐒𝐇𝐀𝐏𝐄𝐃 𝐁𝐄𝐃 | 𝗸𝗮𝘁𝘀𝘂𝗸𝗶 𝗯𝗮𝗸𝘂𝗴𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora