Capítulo 1: Gritos

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Un grito agudo atormenta mis oídos, el cual logra despertarme con un brinco.

¿¡Quién!? ¿¡Quién grita!?

Mi corazón está latiendo a mil por minuto mientras trato de localizar el origen del ruido.

Me toma varios segundos girar hacia la mesa de noche.

- ¡Carajo! – Veo con rabia el nuevo despertador que compró Valquiria por la temporada de Halloween, el cual consiste en una caricatura de la popular pintura titulada: El Grito.

Le lanzo una almohada al infernal aparato apagándolo. ¿Por qué demonios mi hermana se empeña en comprar objetos extrañamente innecesarios?

No obstante, maldigo en voz baja al percibir la luz que se cuela por la ventana.

- ¡Mierda! - Exclamé en voz alta al mirar la hora. Iba a llegar tarde, otra vez.

Me quité las sábanas de encima, dispuesta a correr hacia el baño con los pies descalzos... Pero al pasar frente al espejo me detengo bruscamente al notar que estoy en ropa interior.

¡Esperen un momento! ¿Cómo fue que llegué hasta mi casa y me quité la ropa sin recordar haberlo hecho?

<<¿Qué carajos hice anoche?>> Pienso. Por otro lado, mi cerebro me envía una fuerte punzada de dolor directamente al cráneo, como si quisiera reprocharme el hecho de que bebí como una desgraciada.

¡Joder, no debo volver a tomar tequila! Ahora estoy semidesnuda, con un borrón en mi memoria y una resaca terrible.

Aunque, por lo menos, desperté en estas condiciones en mi habitación y no en la de un desconocido.

De todos modos, me cubro con una toalla para salir corriendo al pasillo e irrumpir en la habitación de al lado azotando la puerta al abrirla.

- ¡Levántate de esa jodida cama, o si no vamos a llegar tarde otra vez por tu culpa! - Le grito a la chica adormilada que se quita el cabello de la cara.

- Sólo cerré los ojos 5 minutos... ¿Ya amaneció? – Pregunta bostezando.

- ¿Cómo que si ya amaneció? ¡No preguntes idioteces y vístete! – Le ordené saliendo de ahí malhumorada.

Volví a mi alcoba para dirigirme al baño a tomar una ducha, me vestí a una velocidad increíblemente rápida escogiendo lo primero que visualicé en el armario y, en menos de un parpadeo, ya estaba sentada frente al marco de mi ventana, trenzando mi cabello.

Ésta es una de mis viejas costumbres: peinarme mientras observo los alrededores. Aunque realmente nunca hay nada nuevo que ver, ya que vivo en un viejo y olvidado rincón de Illinois. De hecho, somos una localidad tan pequeña y poco conocida que la población adoptó el mismo nombre del Estado.

Tal como suena: he crecido en una comunidad tranquila, por no decir aburrida, que se encuentra dividida en varios sectores.

En tal sentido, mi vecindario está compuesto por 13 casas, que se caracterizan por ser exageradamente coloridas. De hecho, parecen una jodida sociedad sacada de DisneyLandia, a excepción de nuestra residencia que luce más discreta en comparación.

Durante años pensé que éramos el hogar que desentonaba entre la multitud... Hasta que se mudaron los Wish.

Mis ojos instintivamente se posan sobre la última casa, aquella cuyas paredes están cubiertas por una pintura negra. Dicha estructura posee un balcón en la primera planta, el cual vive desolado, y un porche con rejas marrones que es adornado con una mecedora de madera que nunca es utilizada por ningún miembro de la familia... Sí, suena tétrico, lo sé. Todo lo que tiene que ver con ellos es así.

¿Por Qué Siempre Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora